Estados Unidos

Presiones internas y externas: Joe Biden puede dejar la presidencia anticipadamente

A la espera de la asunción de Donald Trump como presidente americano, se rumora que el actual mandatario podría renunciar y dejar la transición en manos de Kamala Harris.

Miguel Díaz viernes, 29 de noviembre de 2024 · 09:26 hs
Presiones internas y externas: Joe Biden puede dejar la presidencia anticipadamente
La polémica persiste aunque se acerque el fin del mandato de Joe Biden Foto: EFE

En una declaración que sacudió los cimientos políticos de Washington, Jamal Simmons, exdirector de comunicaciones de Kamala Harris, propuso públicamente que el presidente Joe Biden renuncie para permitir que Harris asuma la presidencia antes de que Donald Trump regrese al poder.

Biden ha cumplido un propósito esencial para este país, pero quizás ahora sea el momento de dar un paso al costado. Kamala Harris es la figura que puede liderar al país en esta etapa de transición”, afirmó Simmons en el programa State of the Union de CNN el 10 de noviembre de 2024.

Ante la mirada atónita de los presentes, añadió sin titubear: “Si no tomamos decisiones ahora, podríamos encontrarnos en una posición donde nuestras opciones sean mucho más limitadas en enero”. Por si quedaba alguna duda de su posición, Simmons recurrió a X: "Joe Biden ha sido increíble, pero debería cumplir una última promesa: ser un candidato de transición. Biden debería renunciar y convertir a Kamala Harris en la primera mujer presidente”.

La declaración de Simmons puede sonar alocada, pero lo cierto es que tras la derrota electoral, el Partido Demócrata se sumergió en un mar de declaraciones y acusaciones cruzadas, y propuestas extravagantes.

Sin embargo, hay un antecedente cercano que muestra que la propuesta del dirigente demócrata no podría ser tan difícil de concretar: el 21 de julio, en medio de la campaña por su reelección, el presidente Biden fue obligado -por el establishment de su partido- a renunciar a su candidatura, allanando el camino para que Harris se convirtiera en la segunda mujer en liderar la candidatura presidencial del Partido Demócrata. 

Joe Biden fue apuntado por su estado de salud durante gran parte de la presidencia, lo que colaboró para que los demócratas pierdan la presidencia de los Estados Unidos. Foto: EFE.

Sí, los cimientos se están sacudiendo en Washington como pocas veces se ha visto en la historia reciente. En el Senado circulan fuertes rumores -reportados por Newsweek entre tantas otras publicaciones estadounidenses- de que los demócratas están ejerciendo presión para que Sonia Sotomayor, juez progresista de la Corte Suprema nominada en su momento por Barack Obama, renuncie antes de que Donald Trump asuma la presidencia. 

¿Cuál sería el objetivo? Garantizar una vacante que permita al Partido Demócrata nominar a una figura de confianza antes de perder el control del Ejecutivo. Es decir, una nominación “express” al mejor estilo de cualquier país tercermundista. El miedo es que la juez de 70 años, que si bien padece diabetes no ha mostrado intenciones de renunciar, deje su cargo en medio de la presidencia de Trump y sea el dirigente republicano quien nomine a su reemplazo.

Pero eso no es todo. El 12 de noviembre, The Hill incluso reportó que en el círculo demócrata se está barajando la posibilidad de que Harris sea nominada al máximo tribunal, lo que abriría un camino alternativo para consolidar su influencia en el futuro político de la nación.

La presión contra Biden no viene solo de su partido. El general Michael Flynn, quien fue asesor de Seguridad Nacional durante el primer mandato de Trump, ha sido particularmente vehemente en sus últimos llamados para destituir a Biden, aunque por otros motivos.

Biden ha puesto al mundo al borde de una tercera guerra mundial al autorizar el uso de misiles estadounidenses para atacar territorio ruso. Esto no solo viola principios básicos de prudencia diplomática, sino que también activa la doctrina nuclear de Rusia”, explicó Flynn durante una entrevista con Real America’s Voice el 13 de noviembre.

El teniente general se refería a la autorización reciente que dio el presidente demócrata a su homólogo ucraniano, Volodimir Zelensky, para que este utilice misiles de largo alcance de fabricación estadounidense para atacar territorio ruso.

En el programa Infowars de Alex Jones, Flynn llamó al Congreso a que tome cartas en el asunto para destituir a Biden, apelando -por ejemplo- a la Enmienda 25 de la Constitución de los Estados Unidos, que establece un mecanismo para remover al presidente de sus funciones si se determina que no puede cumplir con las responsabilidades del cargo.

«Putin reconoció de inmediato que Ucrania no puede manejar estos sistemas. No son parte de su inventario ni tienen la capacidad para utilizarlos. Esto implica que otros países están siendo usados para apalancar el uso de estos sistemas de armas, lo que inevitablemente tendrá consecuencias», advirtió.

Asimismo, el teniente retirado recordó: «Putin ha dicho que si Estados Unidos comienza a disparar misiles hacia Rusia, Rusia estará oficialmente en guerra con los Estados Unidos como su posición predeterminada”.

«Nuestro futuro pende de un hilo», alertó. “Tenemos un sistema degenerado, fuera de control, representado por élites globalistas que no entienden los sistemas militares y están poniendo un arma en la cabeza de la humanidad con una ruleta rusa nuclear», señaló.

El argumento de Flynn no es meramente político. Según la doctrina nuclear rusa, actualizada en septiembre a partir de los últimos sucesos, cualquier ataque al país euroasiático con armas extranjeras podría ser interpretado como un acto de guerra directa, justificando incluso el uso de armamento nuclear en defensa propia.

En este contexto se suma otro elemento clave que podría estar detrás de estas desorbitantes maniobras militares ordenadas por la administración saliente en Washington: la industria armamentística.

Empresas como Lockheed Martin y Raytheon han reportado aumentos sustanciales en sus ganancias debido al conflicto en Ucrania, en gran parte por los contratos multimillonarios para la producción de armamento avanzado. El propio Biden aprobó en septiembre de este año un paquete de ayuda militar a Kiev valorado en más de 40 mil millones de dólares, un “gesto” que beneficiaría directamente a estas corporaciones. ¿Es coincidencia que estas empresas tengan estrechos vínculos no solo con Biden sino con los neoconservadores que dirigen el Departamento de Estado en este momento?

En contraposición, el presidente electo Donald Trump ha prometido un enfoque radicalmente diferente. Ha declarado en múltiples ocasiones que su prioridad será poner fin a los conflictos internacionales, incluyendo la guerra en Ucrania y las tensiones en el Medio Oriente. 

Esta nueva impronta en la política exterior estadounidense la adelantó el líder del movimiento MAGA en su discurso tras ganar las elecciones: «Dicen que quiero empezar guerras, no es verdad, quiero detener las guerras… No empezaré una guerra, la detendré… Queremos un ejército fuerte y poderoso. Y lo ideal sería que no tuviéramos que usarlo. Ya sabes, no tuvimos guerras en cuatro años”.

A la luz de estos hechos, surgen preguntas inevitables: ¿La industria armamentística está acelerando el conflicto en Ucrania antes de la salida de Biden para que Trump herede un problema casi irresoluble? ¿Es posible que estos actores hayan encontrado en el veterano dirigente de 82 años una figura receptiva a sus intereses, utilizando su administración para escalar el conflicto y, eventualmente, luego desecharlo de su puesto de manera precipitada?

Por otro lado, las evidentes divisiones internas en el Partido Demócrata reflejan un caos palpable. Desde las críticas de Simmons hasta los rumores sobre la salida de Sotomayor y el debate sobre quién asumirá el liderazgo en el futuro, las tensiones parecen haberse intensificado tras la derrota electoral. La incertidumbre sobre quién dirigirá al partido en este contexto tan volátil plantea serias dudas sobre su capacidad para reagruparse antes de las elecciones de 2028.

Aunque la idea de que Biden renuncie antes de que Trump asuma la presidencia pueda parecer extravagante, los eventos recientes sugieren que no es tan descabellada. Las presiones internas en el Partido Demócrata, el rol de la industria militar y las críticas republicanas configuran un escenario que podría forzar decisiones inesperadas.

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