Por qué están cazando judíos en Europa
El ataque antisemita en Ámsterdam solo es otro capítulo de una serie que comenzó el 7 de octubre de 2023, pero que viene dándose desde hace décadas: el fracaso de la utopía multicultural de Occidente.
La ciudad de los tulipanes, los canales, las bicicletas y los coffee shops están volviendo a parecerse a la ciudad de Anna Frank. En Ámsterdam hay hoy muchos judíos con miedo a salir a la calle. No se irán a vivir a un refugio como lo hacía Anna hace 82 años, pero sí están adaptando su vida cotidiana a una nueva realidad hostil, en la que pueden ser agredidos en cualquier momento.
Las últimas escenas ocurrieron anoche cuando un grupo de jóvenes, muchos de ellos hijos de inmigrantes de distintos países del norte de África y de Oriente Medio, enojados por las detenciones de algunos de los suyos en los incidentes de los últimos días, atacaron un tranvía. Mientras destruían la formación, gritaban la consigna: “No a los judíos del cáncer”. Como para dejar en claro que no se trataba de antisemitas que se camuflan bajo el paraguas del “antisionismo”, sino de antisemitas de pura cepa.
La cacería
La semana pasada hubo una auténtica cacería en Ámsterdam. Hinchas israelíes del equipo Maccabi Tel Aviv, de visita para jugar un partido de la Europa League contra el Ajax, fueron emboscados por algunos de esos jóvenes islamistas que son cada vez más fuertes en Europa.
Los corrieron, los patearon, los escupieron, los tiraron a los canales, y a algunos directamente los atropellaron. A otros los obligaban a gritar “Palestina Libre” para dejarlos ir. Los videos de los ataques fueron grabados y difundidos por los propios agresores en las redes sociales. Lo mismo habían hecho los terroristas de Hamas que arrasaron Israel el 7 de octubre de 2023 y que con orgullo enviaban imágenes a sus familiares en Gaza para mostrarles que tenían sangre judía en las manos.
Los paralelismos son cada vez más estremecedores. Como el que muchos empiezan a trazar entre esta Europa y la de los años 30. Este fin de semana hubo cientos de detenidos en Ámsterdam, Estocolmo y en otras ciudades por protestas antiisraelíes realizadas contra la conmemoración de un nuevo aniversario de la Kristallnacht, la “Noche de los cristales rotos”, cuando miles de judíos fueron linchados por los nazis en 1938.
Quien expresó la comparación con elocuencia fue el rey Guillermo Alejandro de los Países Bajos: “Le fallamos a la comunidad judía durante la Segunda Guerra Mundial, y ahora fallamos de nuevo”. Pero esa claridad no se condice con las medidas que toman las autoridades políticas, que en muchos casos parecen resignadas a esta nueva realidad.
Previendo como inevitables los incidentes por el recuerdo de la Kristallnacht, la alcaldía de Ámsterdam optó por prohibir todas las manifestaciones. Eso motivó la actuación de una policía que también está en la mira. Según el testimonio de muchos de los israelíes agredidos, muchos oficiales actuaron con llamativa animadversión contra ellos y dentro de algunos patrulleros había pegatinas antiisraelíes. El problema es más profundo de lo que todos parecen dispuestos a admitir.
Algunas cifras
Estos no son hechos aislados. Un informe de la Liga Antidifamación (ADL) destaca que, tras el 7 de octubre, los incidentes antisemitas en los Países Bajos aumentaron 818% en comparación con el promedio de los tres años anteriores. Los actos incluyen vandalismo, abuso verbal y físico, intimidación y acoso.
La violencia se incrementó en toda Europa. Según la Agencia de Derechos Fundamentales de la Unión Europea, el 96% de los judíos experimentaron o fueron testigos de actos antisemitas. En Francia, los incidentes aumentaron 1.000% en los meses posteriores al 7 de octubre, superando el número de incidentes de los tres años anteriores combinados. En Reino Unido, hubo un incremento del 589% en comparación con el mismo período del año anterior.
Los judíos europeos sienten cada vez más miedo de vivir su identidad en público. En Oxford, un profesor que vive allí hace más de dos décadas me confesó que ahora recomienda a sus estudiantes judíos que no lleven la kipá en la calle. Los actos de hostigamiento son tan habituales que muchos judíos han optado por usar kipás hechas con pelo, en un intento por camuflar su identidad religiosa.
Las cifras de Londres son aún peores: la Policía informó un aumento del 1.353% en los delitos antisemitas en octubre de 2024. La situación llegó al punto de que el alcalde Sadiq Khan inauguró una línea de colectivos que conecta dos barrios judíos, para que los pasajeros no tengan que cambiar de línea en estaciones peligrosas donde suelen sufrir ataques.
¿Estamos entendiendo lo que esto implica? ¿Qué tan lejos está Europa de establecer guetos judíos en nombre de garantizar su seguridad?
El fracaso de la utopía multicultural en Occidente
Desde el 7 de octubre de 2023, estamos presenciando de forma dramáticamente acelerada el colapso del proyecto multicultural al que se abrazaron con entusiasmo las élites culturales, intelectuales y políticas de Occidente a finales del siglo pasado.
Este proyecto se basaba en la idea de que Occidente debía dejar de defender sus propios valores y su cultura frente a otras culturas que, además, están ganando cada vez más peso en la escena internacional. En su lugar, se promovió la idea de que Occidente debía ser una especie de hogar donde todas las culturas del mundo pudieran convivir en paz y armonía, expresando sus propios puntos de vista y viviendo de acuerdo con sus ideas y preceptos morales, sin que Occidente defendiera activamente sus propios principios ni su visión del mundo.
El resultado de ese proyecto es lo que vemos hoy: una situación en la que, lamentablemente, una parte importante de aquellos que residen en sociedades occidentales no viven, ni están dispuestos a vivir, según los códigos culturales de Occidente. No se trata de emitir juicios sobre si unos valores son mejores que otros; se trata de reconocer que hay culturas con valores contrapuestos e incompatibles.
El valor del individuo, los derechos humanos y el imperio de la ley son nociones incompatibles con el islam entendido como guía de la vida social, política y legal de un país. Sin embargo, son cada vez más las personas provenientes de países musulmanes que aspiran a remodelar las sociedades europeas según sus valores. No hay nada reprochable en eso. Pero es incompatible con los valores occidentales. No reconocerlo es lo que llevó a Europa a esta crisis, que se va a agravar cada vez más.
En Países Bajos, por ejemplo, el 13,5% de la población es inmigrante según los últimos datos disponibles. Y el peso de quienes provienen de África y Oriente Medio no para de crecer.
Lo mismo se ve en todos los países grandes de Europa. En Reino Unido los inmigrantes superaron ya el 14% de la población. En Francia son el 10%, pero si se consideran los descendientes directos de inmigrantes la cifra asciende al 22 por ciento. Y según las proyecciones demográficas, se estima que para 2050 aproximadamente el 30 % de la población en Francia será de origen inmigrante.
La política: entre la negación, el miedo y la hipérbole
Frente a esta situación, la reacción del establishment político oscila entre negar el fenómeno o simplificar la realidad. Un ejemplo claro se vio en Reino Unido con el primer ministro Keir Starmer. Tras el estallido social provocado en julio por el asesinato de tres niñas en Southport a manos de un adolescente británico de origen ruandés, optó por reducir el problema a la xenofobia y el racismo. En lugar de abordar la complejidad del asunto, se limitó a proponer como solución penalizar y castigar a quienes, en muchos casos de manera violenta, manifestaron su descontento con el statu quo.
Otra de las respuestas del establishment político europeo es tomar medidas superficiales o cautelosas. Es el modelo que siguió Emmanuel Macron, quien se ha limitado a prohibir el uso del velo islámico y de otros símbolos religiosos en escuelas e instituciones públicas. Por otro lado, Macron asistirá el jueves al partido que disputarán las selecciones de Francia e Israel en París, un evento que requerirá un despliegue de seguridad equivalente al de una final del mundo, con cerca de 5.000 efectivos destinados a contener a manifestantes propalestinos.
Estas medidas revelan el temor que sienten los gobiernos ante un sector de la población que, aún siendo minoritario, posee la capacidad de tomar las calles, provocar disturbios y desestabilizar a cualquier país. No debe sorprender, entonces, que surja una reacción política virulenta. Es lo que expresa el triunfo de líderes políticos con ideas radicales como Geert Wilders, que ganó las últimas elecciones neerlandesas y que lidera la principal fuerza en el Parlamento.
Sus detractores lo acusan de xenófobo y racista por decir que la propagación del islam es un peligro para Europa. Él jura que no tiene nada en contra de que haya extranjeros en los Países Bajos, pero sostiene que hay una incompatibilidad entre los valores europeos y las ideas que promueve el islam radical que profesan muchos jóvenes de origen migrante. La división política que genera su figura es tan grande que, a pesar de haber ganado, tuvo que renunciar a ser primer ministro para formar una coalición de gobierno que impuso en julio al técnico a Dick Schoof como premier.
Pero si todo sigue igual en Países Bajos y en el resto de Europa, ¿cómo creen que van a salir las próximas elecciones?