Hacia una nueva guerra fría
Al cumplirse un año de la guerra en Ucrania podemos hacer un análisis más profundo, no tanto de sus causas como de sus consecuencias. Ambos bandos nos han explicado sus causas. Simón Bestani es licenciado en Ciencias Políticas y analiza en MDZ este año de conflicto armado.
Por un lado, Rusia citando la historia en el sentido de ser una nación en tres pueblos: rusos, belorusos y ucranianos, que más del 30 por ciento de los ucranianos son rusos, o sea, tienen al ruso como lengua materna, que los acuerdos de Minsk garantizaban la autonomía del Donbas (donde murieron 13.000 pobladores en manos de los nacionalistas ucranianos desde 2014), que EE.UU. comprometió la neutralidad ucraniana y su no incorporación a la OTAN, que además se comprometió a no expandir la alianza a los
antiguos estados vasallos de la URSS (cosa que no cumplió, hoy todo el expacto de Varsovia está en la OTAN, menos la exURSS), etc.
Por otro lado, EE.UU. y la OTAN, no así Europa, aseguran que Vladimir Putin quiere recrear el imperio ruso y, de ser posible, la zona de influencia de la URSS. Que Putin es un nuevo Hitler a quien hay que detener en su aventura militarista antes de que sea tarde, que Ucrania representa todos los valores occidentales por los cuales se peleó y murió en la II Guerra Mundial, etc.
Y así, mientras estamos todos aturdidos por la escalada de dichos y hechos, se va gestando un nuevo orden mundial. Dentro de las consecuencias que trae esta guerra salta a la vista el fracaso de la geopolitica alemana de los últimos 50 años, a saber: la creación de una Europa económica y, sobre todo, políticamente unida bajo la hegemonía alemana.
Esto era imposible solo con el eje franco-alemán, por ser una estructura anglosajona dependiente. Había que desactivar la amenaza rusa para que, incorporándola a Europa, realmente se pudiese pensar en desalojar la presencia anglosajona en el continente.
Con Rusia incorporada al Consejo europeo de cooperación y seguridad, con las inversiones europeas en Rusia y viceversa y, sobre todo, con la apertura del mercado europeo a la energía rusa, Alemania fue tejiendo un nuevo eje complementario al francés.
Esta alianza, absolutamente favorable a la independencia alemana, y por lo tanto europea, del poder americano, saltó a la vista y se volvió evidente con la creación del gasoducto Nord Stream II, y con la actitud remolona de Alemania respecto de la OTAN.
Cuando la energía rusa fluía a Europa vía países como Ucrania, Polonia, Hungría, Bulgaria o Turquía, los americanos mantenían capacidad de presión sobre la relación Rusia-Europa.
Cuando Alemania decidió que la energía pasase mayormente por su territorio, para ser ella la que proveyese a Europa, todas las alarmas sonaron en Washington. No solo Alemania era la locomotora europea, sino que además se transformaría en la fuente primaria de energía para todo el continente; más poder imposible.
A un año de la invasión rusa a Ucrania, vemos una Alemania disminuida en su fuerza económica, industrial y aun militar. Ucrania, Polonia, y en menor medida Gran Bretaña, se encargaron de acusarla de apoyar a Rusia por negarle armas a Ucrania, por dudar en los embargos (lo que le costó los dos Nord Stream).
Polonia, a semanas de desatada la guerra le exige, no sin el visto bueno de Washington, una indemnización de 1.5 trillones de euros por la II Guerra Mundial y acuerda con Noruega que el gas llegará a Europa saltando a Alemania. En fin, no solo Zelensky le negó la entrada al presidente alemán cuando todos los estadistas lo visitaban, sino que además Francia le negó el permiso a España para enviar por su territorio gas a Alemania en tuberías.
Es muy difícil hacer prospectiva, pero podemos describir lo que vemos. Hoy, el mundo está yendo a un nuevo orden mundial cuya forma más probable es una nueva guerra fría. De un lado occident,e es decir, EE.UU., el mundo anglosajón, Europa, Japón y Corea del Sur, y del otro China y Rusia como centro.
Además, hay una alta probabilidad de que con la degradación del estado de bienestar por los aumentos de los gastos militares y la inflación generada por la ineficiente desglobalización de bienes y servicios, se degrade la Unión Europea pasando de unión política a sólo unión económica (como lo fue previamente).
Estos nuevos escenarios nos deben despertar a los latinoamericanos, africanos y asiáticos recordando que cuando la guerra fue fría en el centro, devino caliente en la periferia (como en los años 60' y 70').
* Simón Bestani. Licenciado en Ciencias Políticas (UCA) y presidente Honorario de la Fundación Contemporánea.