La tumba ubicada en Mendoza a la que las personas van a pedir favores
Está en el cementerio de Rivadavia. Son muchos los relatos que afirman que sus pedidos fueron cumplidos. Creer o reventar

Una tumba en un cementerio de la Zona Este es muy visitada por mendocinos y turistas que van a pedir ayuda.
CanvaEn el cementerio de Rivadavia, un mausoleo de mármol negro guarda uno de los relatos más enigmáticos de Mendoza. No hay efectos especiales, ni sombras fugaces ni voces del más allá. Pero hay algo que impacta más: la historia es real. Su protagonista se llamó Diógenes Recuero, fue un hombre educado, pionero, con un pasado sofisticado y una muerte rodeada de rumores. La leyenda comenzó cuando, al exhumar su cuerpo, lo encontraron erguido, como si la muerte no hubiera querido acostarlo. Desde entonces, se lo conoce como el Ánima Parada y son muchos los que aseguran que cumple favores, milagros y promesas.
Una vida de época y una muerte inesperada
Diógenes Recuero nació en 1861. Vivió un tiempo en Buenos Aires, se codeó con las elites de la época y hasta incursionó en el deporte y la aviación, pero con el tiempo, y según se cuenta, tras algunas desilusiones amorosas y fracasos comerciales, regresó a Mendoza. Se casó con Fabiana Gatica, una mujer de raíces tradicionales del distrito La Reducción, en Rivadavia.
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Murió joven, a los 42 años. Fue enterrado en el antiguo cementerio municipal de la calle Brandsen. Hasta ahí, su historia no parecía distinta de otras. Pero en 1914, cuando se ordenó el traslado de los restos al nuevo cementerio departamental, algo desconcertante ocurrió.
El cuerpo de pie en la tumba y el comienzo del mito
Al no haber familiares directos que reclamaran sus restos, empleados municipales se encargaron de abrir el ataúd. Lo que encontraron sorprendió a todos: el cuerpo de Recuero mostraba un estado de conservación poco común, casi intacto, a pesar de que habían pasado más de ocho años desde su muerte.
Hay quienes afirman que la causa pudo haber sido un envenenamiento con sustancias como bismuto o mercurio, usadas entonces como tratamiento para enfermedades venéreas como la sífilis. Otros, directamente, hablaron de una señal sobrenatural. Según el relato oral que aún circula entre los vecinos, cuando lo intentaron mover, el cuerpo cayó parado, contra una de las paredes de la fosa común. Nadie pudo -o quiso - recostarlo otra vez. Así nació el nombre con el que hoy se lo conoce: el Ánima Parada.
Promesas, pedidos y una tumba de mármol negro
Lo que siguió después es el tipo de relato que crece con el boca en boca. Algunos dijeron que Recuero había sido un curandero. Otros, que ayudaba tanto a personas como a animales y que sus manos sanaban. Lo cierto es que con el tiempo, su tumba se convirtió en lugar de culto. Quienes se acercaban a pedir algo -trabajo, salud, un examen aprobado, un problema familiar - regresaban luego a agradecerle, porque su favor se había cumplido.
Uno de los episodios más conocidos en torno a su devoción ocurrió en 1963. Un hombre llamado Carlos Di Fabio, rivadaviense residente en San Rafael, prometió que si ganaba el primer premio de la Lotería de Mendoza, donaría parte del dinero para construirle una tumba digna al Ánima Parada. Y así fue. El 31 de octubre de ese año, cumplió su promesa y erigió el mausoleo de mármol negro que hoy distingue el lugar
Fe popular y ciencia: ¿por qué creemos en lo inexplicable?
Desde la Neurociencia, hay estudios que explican por qué este tipo de creencias generan bienestar. Según investigaciones en neuroimagen, cuando una persona reza o pide con fe, se activan áreas cerebrales asociadas a la empatía, la recompensa y la confianza. Es similar a lo que ocurre cuando hablamos con alguien que nos comprende. No importa si la respuesta es inmediata o real, el solo hecho de pedir activa un sistema de calma emocional, explican los especialistas
En otras palabras: la experiencia de pedir un favor y agradecerlo después produce alivio, sentido y pertenencia, incluso si el “milagro” no se puede probar.