Guía de los volcanes activos en Argentina: cuántos hay y qué señales anticipan una erupción
Muchas veces, los volcanes son parte del paisaje turístico o cultural de una región, y su peligrosidad suele subestimarse.

El volcán Tromen es un estratovolcán de edad Holocena. Se encuentra en Neuquén.
OAVVAunque parezca lejano o propio de otros continentes, Argentina forma parte del reducido grupo de países con mayor cantidad de volcanes activos del planeta. Ante un eventual proceso eruptivo, contar con información clara y científica puede marcar la diferencia entre la calma y el caos.
MDZ Estilo dialogó con Sebastián García, director del Observatorio Argentino de Vigilancia Volcánica (OAVV), dependiente del Servicio Geológico Minero Argentino (SEGEMAR), y uno de los máximos referentes en monitoreo volcánico del país. Licenciado en Ciencias Geológicas por la Universidad de Buenos Aires, García se especializó en geofísica aplicada y se formó en reconocidos centros de vigilancia volcánica internacionales, como el observatorio de Hawaii.
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García ofreció una guía completa sobre la actividad volcánica en el país: cuántos volcanes activos existen, cómo se identifican, qué señales pueden anticipar una erupción y cómo se monitorean desde el territorio nacional.
Argentina, un país con decenas de volcanes activos
Argentina se encuentra entre los diez países con mayor cantidad de volcanes activos del mundo. En territorio continental, hay 38 volcanes considerados activos o potencialmente activos, según el último Ranking de Riesgo Volcánico para la República Argentina elaborado por el SEGEMAR y el Servicio Meteorológico Nacional (SMN). A esa cifra se suman más de 25 volcanes activos en territorios insulares o submarinos, en las áreas reclamadas por Argentina en la Antártida y las Islas Sandwich del Sur.
García explicó que los volcanes han formado históricamente parte del paisaje y del desarrollo de muchas comunidades que se instalaron a su alrededor por la fertilidad del suelo, la disponibilidad de recursos y, en años recientes, por el atractivo turístico de estos escenarios naturales. “En muchos casos, evocan un sentido de pertenencia en las comunidades, formando parte de su historia, religión y cultura”, destacó.
Y señaló que el país tiene volcanes de características muy diversas. Por ejemplo:
- El Ojos del Salado, considerado el volcán más alto del mundo, con 6.879 metros sobre el nivel del mar.
- El Copahue, en Neuquén, que posee lagunas ácidas de alta temperatura.
- El Tupungatito, en Mendoza, también activo y de interés geotérmico.
- El icónico Lanín, en Neuquén, un estratovolcán que representa la provincia en su escudo y da nombre a uno de los parques nacionales más antiguos del país.
- El Payún Matrú, un extenso volcán en escudo ubicado en el sur de Mendoza.
Los volcanes más peligrosos del país, uno por uno
De los 38 volcanes activos o potencialmente activos ubicados en el territorio continental argentino, 10 se consideran de riesgo muy alto o alto, según el Ranking de Riesgo Volcánico. Esta clasificación toma en cuenta no solo la actividad eruptiva, sino también el contexto social, económico y geográfico en el que se encuentran, como la cercanía a poblaciones, infraestructura crítica o corredores turísticos.
Encabezando la lista se encuentra el volcán Copahue, ubicado en Neuquén, en la frontera con Chile. Este volcán ha mostrado actividad frecuente en los últimos años y está permanentemente monitoreado por el OAVV. Le sigue el Planchón-Peteroa, en Mendoza, también compartido con Chile, donde se han registrado emisiones de gases y ceniza en la última década.
En el tercer puesto aparece el volcán Lanín, otro emblemático de la Patagonia neuquina que, si bien no ha registrado erupciones recientes, se encuentra dentro de los estratovolcanes activos por su historia geológica y su potencial de reactivación.
El listado continúa con la Laguna del Maule, una compleja zona volcánica en la región cordillerana entre Mendoza y Neuquén, que presenta una notable deformación del terreno según datos geodésicos y satelitales, lo que exige una vigilancia continua. Luego, el Cerro Blanco, en la provincia de Catamarca.
Otro caso relevante es el Tupungatito, un volcán mendocino cuya actividad hidrotermal y sismicidad constante lo mantiene bajo observación. A estos se suman el Maipo (Mendoza), el San José (Mendoza) y el Socompa (Salta), ubicados en la frontera con Chile, cuyas características geológicas los colocan en una categoría de riesgo alto. Finalmente, el listado se completa con el Tromen, en el norte neuquino.
¿Cuándo se considera un volcán activo?
Según explicó García, para los geólogos un volcán es activo si tuvo al menos una erupción en el período Holoceno (los últimos 11.700 años aproximadamente). Pero también se incluyen aquellos que, sin registro eruptivo reciente, presentan actividad interna: desgasificación, sismos o deformaciones detectadas instrumentalmente.
¿Cómo se vigilan los volcanes en Argentina?
En Argentina, el monitoreo volcánico lo realiza el SEGEMAR a través del OAVV. Este trabajo se complementa con el del SMN, que se encarga de monitorear y pronosticar la dispersión de cenizas en la atmósfera. Además, Chile y Argentina comparten 21 volcanes, lo que llevó a firmar acuerdos de cooperación binacional para el control conjunto de estos sistemas volcánicos, especialmente en la región cordillerana.
El OAVV realiza un monitoreo 24/7, mediante sismología, geodesia, geoquímica, observación visual y sensores remotos. Con esos datos emite alertas técnicas y reportes oficiales según un semáforo de colores que indica el nivel de actividad de cada volcán. Estas alertas son difundidas a través del sitio oficial del OAVV y del Sistema Nacional de Alerta y Monitoreo de Emergencias (SINAME).
¿Qué señales anuncian una posible erupción?
García explicó que las erupciones suelen estar precedidas por “señales de intranquilidad” que pueden detectarse mediante redes de monitoreo instrumental. Estas señales incluyen:
- Sismos volcánicos: vibraciones producidas por el ascenso del magma o fracturas internas.
- Deformación del edificio volcánico: pequeños cambios en la estructura del volcán, detectados con GPS de alta precisión o técnicas de radar.
- Cambios en la actividad superficial: emisión de gases, calor o cenizas.
- Alteraciones en los sistemas hidrotermales: variaciones en la temperatura, color o composición química de manantiales y fumarolas.
El monitoreo se realiza tanto en terreno -instalando instrumental, recolectando muestras de gases o cenizas, midiendo aguas termales- como de forma remota, gracias a sensores y satélites. El uso de imágenes ópticas, térmicas y radar ha permitido seguir la evolución de los volcanes incluso en zonas de difícil acceso.
La técnica más utilizada en todo el mundo para anticipar erupciones es la sismología. Las señales sismovolcánicas pueden surgir del fracturamiento de rocas, la inyección de magma en la cámara magmática o su ascenso hacia la superficie. Cada volcán tiene “firmas sísmicas” características, y su identificación permite saber si hay una reactivación en curso.
Otras herramientas clave son:
- Geodesia volcánica, que detecta movimientos del terreno a través de inclinómetros y receptores GNSS.
- Monitoreo geoquímico, que analiza gases como el SO y el CO para entender lo que ocurre en el interior del sistema volcánico.
- Análisis espectral remoto, como el DOAS (Differential Optical Absorption Spectroscopy), que detecta la composición de gases volcánicos desde grandes distancias.
- Cámaras visuales y térmicas, que permiten hacer un seguimiento continuo de la actividad superficial.
García subrayó que, a diferencia de los terremotos, los volcanes sí pueden mostrar signos claros antes de una erupción y si se cuenta con monitoreo adecuado, es posible emitir alertas tempranas que salven vidas y reduzcan daños.