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Cómo saber si tenés hígado graso y qué alimentos deberías evitar

Muchas veces pasa desapercibido, pero con algunos hábitos cotidianos es posible prevenir y revertir el hígado graso.

Cómo cuidar tu hígado graso de diferentes alimentos.

Cómo cuidar tu hígado graso de diferentes alimentos.

El hígado graso no alcohólico es más común de lo que parece, pero lo preocupante es que muchas personas lo tienen sin saberlo. No duele, no molesta al principio, y por eso suele detectarse de casualidad. A veces, aparece al hacerse un chequeo general o por estudios pedidos por otros motivos.

Según los Institutos Nacionales de Salud de EE.UU., se trata de una acumulación de grasa en el hígado que no tiene que ver con tomar alcohol, pero sí con otros factores que a menudo se repiten: el sobrepeso, el colesterol alto y la diabetes tipo 2.

Hay dos formas principales de esta enfermedad. Una es el hígado graso simple, donde hay grasa acumulada pero sin daños visibles. La otra, más avanzada, es la esteatosis hepática no alcohólica, en la que ya hay inflamación y deterioro de las células del órgano. Esta última puede escalar a cosas más graves como fibrosis, cirrosis o, en casos extremos, cáncer.

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Las señales que el cuerpo sí da, aunque parezcan menores sobre problemas en el hígado

Aunque muchos no lo noten, el cuerpo a veces avisa. Personas que se sienten constantemente cansadas o que tienen molestias vagas en la parte superior derecha del abdomen podrían estar frente a uno de los pocos indicios tempranos de hígado graso. Esto ocurre sobre todo en quienes tienen factores de riesgo, como antecedentes familiares de diabetes tipo 2, colesterol elevado o un índice de masa corporal alto.

Cuando un médico sospecha de esta afección, lo primero que hace es revisar la historia clínica y realizar un examen físico. Luego puede pedir análisis de sangre para ver cómo están las enzimas hepáticas, imágenes como ecografías o resonancias, e incluso una biopsia si necesita saber hasta qué punto está dañado el hígado.

Lo que comemos puede ayudar… o empeorar el cuadro

La alimentación es una de las claves para frenar y revertir el avance del hígado graso. No hace falta hacer dietas extremas, pero sí es importante volver a lo simple y natural. Frutas, verduras de estación, cereales integrales, legumbres, pescados y grasas son alimentos saludables —como las del aceite de oliva, las nueces o la palta— son aliados fundamentales. No se trata de prohibirse todo, sino de elegir mejor.

Por el contrario, lo que sí conviene evitar son los ultraprocesados, las carnes rojas en exceso, las frituras, los dulces y las gaseosas. Todos estos productos, además de sumar calorías vacías, favorecen la acumulación de grasa en el hígado y alteran la manera en la que el cuerpo procesa la insulina.

Uno de los aspectos esperanzadores de esta enfermedad es que el hígado es un órgano con gran capacidad de regeneración. Por eso, aunque haya un diagnóstico, todavía se está a tiempo de mejorar. Bajar de peso de forma gradual, hacer actividad física con regularidad, dormir bien y reducir el estrés son pasos concretos que ayudan al hígado a recuperarse.

No hace falta correr una maratón ni convertirse en chef saludable: salir a caminar todos los días y cocinar más en casa ya hace una diferencia. Y sobre todo, ser constante. Muchas veces, con solo perder entre un 7 y un 10% del peso corporal, ya se observan mejoras en los análisis clínicos.

Un enemigo invisible que puede prevenirse

El hígado graso no avisa con urgencia, pero tampoco aparece de la nada. Es el resultado de hábitos que se suman con el tiempo. Por eso, llevar una vida más activa, revisar lo que uno come y hacerse controles médicos con regularidad puede evitar que esta enfermedad avance a etapas más graves.

En definitiva, no se trata de vivir con miedo, sino de prestar atención. Si bien puede parecer silencioso, el hígado graso no es inofensivo. Y lo mejor que podemos hacer es cuidarlo antes de que se convierta en un problema mayor. Porque cuando hablamos de salud, lo invisible también cuenta.