Citas fallidas después de los 40: los testimonios de quienes vivieron encuentros bochornosos
Encontrar pareja después de los 40 no siempre es sencillo. Muchos llegan a una cita cargados de expectativas, buscando un vínculo que les devuelva ilusión o estabilidad.

Conocer a una persona después de los 40 años y tratar de tener una cita romántica puede ser una odisea para algunos.
FreepikCuando alguien acepta una cita, la expectativa suele ser clara: pasar un buen momento, disfrutar de una charla interesante y, con suerte, encontrar un vínculo que pueda transformarse en algo más. Sin embargo, muchas personas mayores de 40 años descubren que el mundo de las citas -ya sea a través de aplicaciones, redes sociales o contactos de amigos- está lleno de escenas tan absurdas como frustrantes.
Ocho mendocinos compartieron con MDZ Estilo sus experiencias, tan reales como bochornosas, que parecen sacadas de un guion de comedia romántica fallida. Y, al mismo tiempo, especialistas en Pisología y Sexualidad explican por qué congeniar después de los 40 puede convertirse en un verdadero desafío.
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Cuando la cita se transforma en terapia
María Ana, de 42 años, todavía se ríe -con cierto fastidio- de lo que vivió. Se entusiasmó al saber que su cita de 45 era con un terapeuta, pero el encuentro derivó en un análisis improvisado. “Me preguntaba por qué me vestí así, si tenía problemas de autoestima, incluso me indagó sobre mi infancia. Me sentí en un consultorio, no en una cena como lo imaginé ni de casualidad”, contó.
La psicóloga española Patricia Ramírez sostiene que en la madurez “las personas saben lo que quieren y lo que no, pero también se vuelven menos tolerantes”. En algunos casos, esa franqueza se desborda y transforma una velada íntima en un examen psicológico no solicitado.
Comentarios fuera de lugar
Roxana, 43, creyó haber encontrado a alguien interesante en una app: un profesor de Educación Física, simpático y atractivo. En la segunda cita, tras intimar, recibió un comentario que la dejó helada: “Deberías entrenar más tu abdomen para tener mejores movimientos pélvicos”. Ella reaccionó de inmediato: “Me vestí y me fui. Nunca más lo vi”.
Gabriela, 45, vivió una experiencia similar. Un hombre con el que había conectado virtualmente le soltó, en plena cena: “En las fotos te veías más flaca”. La situación se volvió aún más incómoda cuando ella le dijo que estaba conforme con su cuerpo y que los comentarios de cuerpo ajenos ya no estaban bien vistos. Entonces, el hombre, lejos de retractarse, casi rompió en llanto en el restaurante alegando que lo estaba tratando de “machirulo”. “Fue surrealista porque nunca le dije eso y fue él quien lanzó el primer comentario que me hizo sentir muy mal”, resumió.
Estos comentarios, aseguran algunos psicólogos, reflejan cómo las citas online potencian la superficialidad. La exposición de fotos y perfiles lleva a algunos a sentir que pueden opinar sin filtros sobre el físico ajeno.
El fantasma de las ex parejas
Celeste, 40, decidió darle una oportunidad a un conocido tras su separación. Sin embargo, pasó la cena escuchando historias de la ex de su acompañante. “En un momento me dijo que le hacía acordar a ella, solo que yo era más rellenita. Me cayó pésimo”, relató.
En la misma línea, Hernán, 49, quedó atónito cuando una mujer le confesó, en el primer encuentro, que buscaba alguien que la atendiera como una princesa y pagara todas los gastos cuando salieran juntos e incluso que le gustaba que el hombre le regale la ropa que usaría en sus encuentros.
Los especialistas remarcan que tras los 40 el pasado pesa: divorcios, rupturas e hijos de relaciones anteriores condicionan el presente. Si esas heridas no están elaboradas, emergen en las primeras citas, con consecuencias desastrosas.
Expectativas desmedidas
Para algunos, lo bochornoso no fue un comentario hiriente, sino la rapidez con la que la cita se transformó en una entrevista patrimonial. Martín, 44, lo vivió en carne propia: “A los diez minutos me preguntó cuánto ganaba, si tenía casa propia y auto. Dijo que no estaba para perder tiempo. Ahí mismo pedí la cuenta”.
Alejandro, 41, atravesó una escena igual de absurda. Su cita sacó su celular con una lista de requisitos. “Cuando dije que no tenía auto, cambió su rostro por completo. No la vi más”, dijo.
El psicólogo Carlos Sirvent -en un artículo de La Vanguardia- advirtió que en la madurez “hay más claridad sobre lo que se busca, pero también más rigidez”, lo que deriva en criterios tan estrictos que anulan cualquier margen de espontaneidad.
Entre la frustración y el humor
Belén, 46, docente, aún recuerda la incomodidad que sintió cuando su cita le sugirió borrar sus tatuajes porque la hacían ver “como una adolescente villera”. Juan, 40, se topó con otra clase de portazo: “Cuando le conté que era separado y tenía una hija, me dijo que no quería criar hijos ajenos y que no la volviera a llamar”.
La mirada de los especialistas
Estos relatos, aunque insólitos, no son aislados. La psicóloga Patricia Ramírez explicó a La Vanguardia que, a medida que pasan los años, las personas se vuelven más exigentes: “Después de los 40 se sabe mejor lo que se quiere y lo que no, pero esa claridad reduce el margen de tolerancia y dificulta las conexiones espontáneas”.
Los expertos también destacan el peso de la historia personal. Rupturas, divorcios o experiencias previas influyen en cómo se encara una nueva relación. Tal como señalan artículos especializados, muchas personas llegan a una cita con expectativas demasiado altas o con heridas emocionales aún abiertas, lo que hace más difícil generar un clima distendido.
La sexóloga española Nayara Malnero subrayó al sitio Estetic un aspecto clave: la comunicación. “El deseo sexual no desaparece después de los 40, pero si la comunicación falla, es muy difícil construir un vínculo satisfactorio. Los malentendidos o comentarios fuera de lugar son mucho más determinantes en esta etapa”, dijo la especialista.
A esto se suma el contexto de las aplicaciones de citas: la inmediatez, la exposición y la superficialidad pueden potenciar actitudes insólitas, como comentarios despectivos sobre el físico o la situación económica.