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Así se celebraba el Día de los Muertos en la Mendoza de antaño

En el siglo pasado, la población mendocina celebraba cada 2 de noviembre el Día de los Muertos.

Cada 2 de noviembre se conmemora el Día de los Muertos. Foto: ALF PONCE MERCADO / MDZ

Cada 2 de noviembre se conmemora el Día de los Muertos. Foto: ALF PONCE MERCADO / MDZ

Durante fines del siglo XIX y principios del XX, cada 2 de noviembre Mendoza vivía una de sus tradiciones más arraigadas: el Día de los Muertos. En esa jornada, los cementerios se llenaban de vida y devoción, transformándose en verdaderas romerías donde familiares y amigos acudían a rendir homenaje a sus difuntos.

Según una investigación realizada por Rosana Aguerregaray Castiglione, becaria doctoral del CONICET en el Instituto de Ciencias Humanas, Sociales y Ambientales (INCIHUSA), el ritual de aquellos años combinaba religiosidad, solemnidad y un profundo sentido comunitario.

cementerio de rivadavia

El Día de los Muertos entre fines del siglo XIX y principios del XX

Las mujeres, vestidas rigurosamente de negro y cubiertas con la tradicional “alfombrita”, se acercaban a las tumbas para recitar plegarias a la luz temblorosa de las bujías. Llevaban coronas y ramos confeccionados con flores naturales o artificiales, que simbolizaban el amor y la esperanza de descanso eterno para las almas de los seres queridos.

Los sacerdotes también tenían un rol protagónico: recorrían los cementerios recitando responsos, oraciones compuestas por secuencias de Padre Nuestro y Ave María. A cambio de unos centavos, los fieles pedían por la reducción de la estancia de sus difuntos en el Purgatorio. Se celebraban además misas cantadas en capillas improvisadas y funerales solemnes que se extendían por varios días, tanto en la Ciudad como en los departamentos rurales.

El modo de ornamentar las tumbas reflejaba las diferencias sociales de la época. Los sectores más humildes decoraban con pensamientos morados o rosas blancas, mientras que las familias más adineradas levantaban verdaderas capillas ardientes, cubiertas de coronas de flores, cruces y cirios colocados en candeleros de cristal o metal. Las tumbas de los niños, llamados “angelitos”, se adornaban con flores blancas, símbolo de pureza e inocencia.

Recorridas en el cementerio de Capital. Foto: Gonzalo Bravo / MDZ
Foto: Gonzalo Bravo / MDZ

Foto: Gonzalo Bravo / MDZ

El luto, un conjunto de normas de conducta

El luto, por su parte, implicaba más que un atuendo: era un conjunto de normas de conducta que incluía el recogimiento y ciertas privaciones. Estas prácticas, señala Aguerregaray Castiglione, no solo buscaban mantener viva la memoria de los fallecidos, sino también acelerar su tránsito hacia el Paraíso, de acuerdo con las creencias religiosas de la época.

Con el paso de los años, muchas de estas costumbres se fueron perdiendo. Hoy, las visitas al cementerio son más breves y discretas; los ramos reemplazan a las fastuosas coronas, y el silencio sustituyó las largas plegarias. Sin embargo, cada 2 de noviembre, Mendoza sigue recordando a sus muertos, aunque de una forma más íntima y sencilla que la de aquel tiempo en que la ciudad entera se vestía de duelo para acompañar a los que ya no estaban.