Rodrigo Kohn: “El vino no es una bebida cualquiera”

Hace algunos años, hablar de los sommeliers en la Argentina parecía muy sofisticado, muy elevado, como perteneciente a una elite de gustos mayores. Por suerte, con el avance que ha tenido la industria del vino en el país eso cambió y hoy está mucho más naturalizado la presencia de estos trabajadores del vino.
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Desde esos comienzos está trabajando en la sommelerie argentina Rodrigo Kohn, uno de sus mayores exponentes y primera camada de la Escuela Argentina de Sommeliers.
Con una importante formación tanto dentro del país como fuera, es un experto en el servicio de vinos y otras bebidas, pero así también en entender los momentos por lo que atraviesa el consumidor y es especialista en dar en el tecla sobre gustos, en cómo llegar a ellos, con las diferentes opciones que maneja.
Aquí podés ver la nota completa junto a Rodrigo Kohn:
Y a continuación un extracto de lo que se dijo en la entrevista:
Hay una baja en el consumo, ¿los sommeliers pueden contribuir a que la gente se vuelva a tomar más al vino?
Lo más importante es la educación. Yo siento que a través del conocimiento, con conceptos bien claros, y con ejercicios bien simples, se puede. Si por ejemplo das la oportunidad de conocer cuatro copas diferentes y que esas cuatro copas digan algo diferente porque son varietales o estilos distintos, podés interesar y enamorar al consumidor.
Siento que muchos consumidores piensan que el vino no es para ellos porque no encuentran aromas, sabores... de esos que los sommeliers juran que deben sentir. Por eso se retraen y ponen una barrera hacia el consumo.
Están las nuevas generaciones, que son a las que debemos conquistar, y es el gran trabajo que tenemos que hacer nosotros sommeliers como comunicadores. De manera muy sencilla, muy descontracturada, sin tanto elitismo y esnobismo, mostrar este mundo. Debemos ser abiertos, porque tus hábitos de consumo no son los mismos que los míos y eso es fundamental.
¿Y cómo definís el vino argentino hoy?
Me encanta explicarlo con analogías. Esto es como una playlist en Spotify. En esta playlist vos tenés estilos diferentes de música, desde Rihanna a Wos. Eso mismo pasa en el vino argentino. Gracias a Dios que es así. Antes teníamos muy pocos estilos o todos seguían a uno. No sé, ponele, era la moda del tango y todos cantaban tango. En el 2000, cuando uno salía a ferias internacionales, volvía a Argentina, Chile y Uruguay y era todo lineal, donde el protagonista era la barrica. Era un estilo y me encanta. Me encanta escuchar un tanguito. Pero bueno, también existen otros tipos y estilos de música. E incluso hoy existe la mezcla de estilos.
Todos los hijos de grandes enólogos -me refiero a los que les siguen, a sus alumnos- tuvieron la suerte y también la voluntad, de salir a recorrer el mundo, hacer vendimia en Francia, España, Italia y han traído todo ese material de conocimiento para aplicarlo acá. Si hacen vinos en Francia, cerca del mar o en Nueva Zelanda, ¿por qué no lo podemos hacer acá?
Bueno, en Argentina ya hay unas regiones muy interesantes que están vinificando y ya llegaron los vinos argentinos desde el mar. De Alemania, que es muy frío, es el Riesling. Por suerte ya hubo gente que se preguntó... ¿por qué no podemos hacer acá uno? Bueno, ya hay zonas en el sur de Argentina con unas variedades blancas increíbles.
Es tan grande esta Argentina, tan diversa, tan maravillosa en cuanto a suelos, a fauna, a climas, a biodiversidad... que podemos representar estilos sin parecernos a nadie, cada uno con su esencia.
¿El vino es parte de la cultura, no?
Correcto. Mi mamá siempre me cuenta cosas interesantes. La historia de mi abuelo Nazareno. Él tenía bodegas en Italia, en Ancona, y tenía bodega acá en Rodeo de la Cruz. Era un gran conocedor de vinos y venía de ocho generaciones haciendo vino en Italia.
Los italianos que venían de la posguerra dejando todo, teniendo riquezas y un montón de cosas allá, llegaban acá y empezaban de cero. Y muchos hacían vinos. Cuando llegaba ese vino a la mesa era traer su pedazo de su tierra natal a ese momento. Se llama anclaje emocional y hoy en la época de la inteligencia artificial, tener un poco de inteligencia emocional es increíble.
El vino es un alimento, es eso mismo que te seduce o que te llama la atención cuando un gran chef hace una preparación y te trae el recuerdo de lo que hacía tu abuela o de un viaje que hiciste con alguien muy querido. El vino tiene la capacidad de llegar a un lugar en nuestra cabeza que son las reminiscencias y son los recuerdos emotivos que te hacen caer una lágrima. Hay algo que conecta y eso es maravilloso. El vino lo hace siempre. Por eso, no es una bebida cualquiera.