Envejecimiento poblacional: es imperioso un nuevo contrato para que el sistema previsional no termine de colapsar
Caen nacimientos y crecen los mayores: la base contributiva se achica. Sin reformas, previsión y salud colapsan. Urge un nuevo contrato urbano
La población argentina también está envejeciendo, aunque los argentinos no puedan o no quieran percibirlo.
Freepik.Una observación común que realizan los argentinos que visitan las ciudades europeas es la presencia de personas mayores en la vía pública. La vieja Europa padece envejecimiento poblacional, se comenta, no solamente por los siglos de sus civilizaciones sino también por la edad promedio de su población. Si bien esta observación es acertada, hay una realidad oculta detrás de ella.
Esa realidad es que la población argentina también está envejeciendo, aunque los argentinos no puedan o no quieran percibirlo. Cuando pensamos el derecho a la ciudad, entendido como el derecho colectivo a acceder, ocupar, usar y transformar el espacio urbano de manera equitativa, tenemos que tomar conciencia de que en nuestro país ese derecho enfrenta un desafío silencioso y sin precedentes: la bomba demográfica del envejecimiento poblacional.
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Con una caída de la natalidad del 40% y una población mayor de 60 años que pasará del 15% actual al 25% en 2050 según la Cepal, las ciudades argentinas deben reimaginar sus mecanismos de financiamiento y gestión para garantizar el acceso universal a servicios urbanos en un contexto de profunda transformación demográfica.
La tasa de fecundidad ha descendido de 2,4 hijos por mujer en 2010 a 1,5 en 2023, por debajo del ratio de reemplazo generacional de 2,1, lo que implica una contracción futura de la base contributiva que sostiene los servicios urbanos. Esto significa que la situación de los adultos mayores, que ya es crítica, va a tender a empeorar y a expandirse, afectando cada vez más al conjunto de la sociedad en las próximas décadas, a menos que se tomen medidas consistentes y de largo plazo para encarar el problema.
Envejecimiento poblacional, más allá de la estadística
Es una reconfiguración del tejido urbano. Las ciudades argentinas, diseñadas para una pirámide poblacional joven y productiva, enfrentan la necesidad de adaptarse a usuarios con necesidades específicas de movilidad, salud y cuidado. El colapso del sistema contributivo y sanitario.
El modelo de financiamiento previsional basado en la contribución del trabajo formal enfrenta su ocaso. Con un 45% de informalidad laboral y el gasto previsional superando el 9,3% del PBI, el Estado pierde capacidad recaudatoria mientras aumentan las demandas de servicios.
El sistema bismarckiano de seguridad social resulta anacrónico ante las nuevas formas de trabajo: plataformas digitales, trabajo remoto y, principalmente en nuestro país, economía informal. Hoy vemos que el 73% de los jubilados argentinos accedieron a sus haberes mediante moratorias previsionales, evidenciando una población envejecida sin capacidad contributiva plena.
La judicialización creciente—con más de 140.000 causas activas— revela la incapacidad del sistema actual para garantizar el acceso equitativo a servicios esenciales. El fin del viejo modelo de previsión social no es una novedad argentina, es un hecho que se viene constatando en todos los países occidentales durante las últimas décadas. En ningún país desarrollado, sin embargo, se enfrenta una situación tan crítica como la que se ha vuelto cotidiana en nuestro país.
La mayor parte de las sociedades está pensando estrategias para resolver el problema en los próximos años, mientras sus jubilados actuales poseen niveles dignos de poder adquisitivo y condiciones de vida. En Argentina la situación es doblemente inversa, ni el sistema político está pensando el tema ni los jubilados actuales logran tener un ingreso que les garantice un nivel de vida mínimamente digno.
A su vez, más del 37% de la población depende exclusivamente del sistema público de salud, concentrándose en las periferias urbanas donde la infraestructura es más precaria. Ese déficit sanitario no hizo más que agrandarse en las últimas décadas.
Si proyectamos la estimación de envejecimiento poblacional vemos que estamos dirigiéndonos sin escala a una crisis sanitaria de inmensas proporciones en los próximos años. Un sistema de salud que ya está saturado estará recibiendo una demanda cada vez más amplia e intensa de pacientes crónicos, cuyos problemas, por otra parte, tenderán a agravarse como consecuencia del mal funcionamiento del sistema de salud.
Turnos que no llegan o llegan tarde, tratamientos que no se siguen y medicamentos que no se obtienen, entre otras falencias, tienden a aumentar la demanda sobre el sistema, generando una especie de círculo vicioso. La saturación del sistema genera mayor cantidad de población enferma que a su vez van a saturar aún más el sistema. Una nueva cultura. Si bien el problema del envejecimiento poblacional no tiene, en este momento, una solución definitiva, es válido observar qué estrategias están pensando en otros países para empezar a delinear una respuesta propia.
Desde la robótica asistencial y la digitalización sanitaria llevada a cabo en Japón hasta los modelos de co-housing intergeneracional y las redes barriales de contención que se están implementando en algunas sociedades europeas, el abanico de posibilidades es amplio y depende en gran medida de la innovación y la aceptación realista de la situación. El rol del Estado debe ser repensado junto con el sistema de financiamiento. Es necesario, principalmente en un país como el nuestro, pensar un sistema de financiamiento universal de la salud y las jubilaciones que no dependa solamente del empleo registrado.
Asimismo resulta indispensable impulsar un cambio cultural con respecto a la percepción de la vejez. Desarrollar políticas y acciones que promuevan el envejecimiento saludable, la integración de actividad física y los hábitos sanos en la alimentación. Una población más saludable es una población más barata en términos asistenciales.
Hoy en día el político argentino promedio todavía se refiere a la vejez con términos del siglo XX, se habla de “nuestros abuelos” y se repiten los estereotipos edadistas que estigmatizan a la población más añosa. Es imperioso cambiar el modo en que la vejez es percibida para poder enfrentar los desafíos del cambio demográfico.
Hacia dónde vamos
El envejecimiento poblacional argentino representa tanto una crisis como una oportunidad para repensar el derecho a la ciudad y sus mecanismos de financiamiento. La insostenibilidad del modelo actual —evidenciada en el colapso previsional y sanitario— exige innovación normativa e institucional urgente.
El derecho financiero urbanístico debe evolucionar hacia instrumentos que capturen valor de fuentes no tradicionales, reconozcan las economías del cuidado y garanticen la sostenibilidad intergeneracional. Las ciudades del futuro serán ciudades envejecidas, y el derecho a habitarlas dignamente depende de nuestra capacidad actual para diseñar mecanismos de financiamiento equitativos y sostenibles.
La pregunta no es si nuestras ciudades envejecerán, sino si serán capaces de garantizar el derecho a la ciudad para todos sus habitantes, independientemente de su edad o capacidad contributiva.
La respuesta radica en la construcción de un nuevo contrato urbano intergeneracional, sostenido por instrumentos innovadores del derecho financiero urbanístico que reconozcan la complejidad de la transición demográfica y la urgencia de la adaptación institucional
* Dr. Eugenio Semino. Defensor del Pueblo de la Tercera Edad. Presidente Sociedad Iberoamericana de Gerontología y Geriatría.




