Indumentaria y textiles: una industria atomizada que se recuperó y tiene todo para crecer
La fabricación de telas y de ropa son dos industrias que caminan juntas, pero muy diferentes entre sí. El lugar que ocupa Argentina en la región, principales desafíos y dudas frente a lo que vendrá.
Una vez que pasaron los meses más complejos de la pandemia y hasta este año, la indumentaria fue noticia en varias oportunidades por los aumentos registrados por encima de la inflación. En 2023, esta situación se revirtió debido –en parte- a la recuperación del sector y -en parte- a las dificultades económicas generalizadas que obligan a postergar la compra de ropa.
Con la incertidumbre de cara al balotaje de la que nadie escapa por estos días debido a los distintos modelos económicos y de país que se enfrentan, la industria textil y la de indumentaria están en una suerte de punto medio. Por un lado, el rubro logró recuperarse de una importante caída vivida en la crisis de 2018/19 y profundizada durante la pandemia.
Por el otro, en los últimos seis meses el derrumbe en el consumo general la ha golpeado fuerte y hay temor por lo que pueda suceder. Como otras industrias nacionales, las áreas con componentes importados también se han visto resentidas por la falta de dólares. Sin embargo, desde el sector coinciden en que el rubro está mucho mejor ahora que cinco años atrás, cuando se produjo una destrucción de la industria y de su mano de obra.
En la región, Argentina se destaca tanto por la calidad de sus telas -en donde Brasil también juega fuerte- como por la de sus diseños, pero el grueso de la producción se destina al mercado interno. La industria textil y la de indumentaria locales -sectorizada en Buenos Aires y algunas provincias del Norte- se caracteriza por estar altamente atomizada. Es decir que en general no hay grandes jugadores monopólicos sino muchas pymes.
Se calcula que sólo en el rubro textil hay más de 5.000 empresas en la cadena de valor. En este marco, tanto la calidad como los valores son variables y hay una convivencia armónica entre ropa de marca y el resto. “Hoy un jean puede costar $8.000 o más de $30.000 según la marca o el lugar donde se compre y esa variedad es saludable para la industria y los consumidores”, expresó Damián Regalini, dirigente industrial del sector textil.
Lo que hay en juego
Los desafíos a futuro son diversos y dependerán del grado de protección que establezca el próximo gobierno. No se trata de una suerte de Estado bobo sino de iguales condiciones al momento de competir debido a las exigencias a las empresas locales son más altas que a las que ingresan ropa barata a bajo precio. Hoy Bangladesh es uno de esos sitios por excelencia, según las fuentes del sector.
En palabras de Marcos Meloni, un empresario textil con 40 años en el sector, el problema no es la ropa que ingresa desde afuera sino que la que llega a valores demasiado económicos se realiza con trabajo esclavo y normas de producción, ambientales y sociales que no están permitidas por las normas argentinas. Esa desigualdad llevó, en palabras de los dirigentes, a la destrucción de la industria en 2018/19 y que comenzara a recuperarse luego de la pandemia por diversos cambios en la política económica y un crecimiento del PBI.
Sobre esto, Luciano Galfione, empresario del sector de la indumentaria y presidente de la Fundación Protejer, remarcó que la liberalización de las importaciones puede hacer bajar el precio por el exceso de oferta. Y aclaró: “Esto sucede hasta que la industria nacional desaparece y el mercado es de los importadores que, sin competencia y automáticamente, comienzan a subir los precios”.
Desafíos de crecimiento
La industria textil y la de indumentaria tienen dinámicas diferentes y, mientras la primera es de tecnología intensiva, la segunda lo es en mano de obra. De acuerdo con Meloni entre 2021 y 2022 hubo récord histórico en inversiones por lo que la Argentina posee un “parque productivo de clase mundial”. Esta mejora tuvo un freno en 2023 por las restricciones al ingreso de insumos así como de telas que viene desde afuera ya que más del 50% de esta industria tiene un componente importado.
En tanto, Argentina es fuerte en la producción de indumentaria y se destaca con diseños y modelos, área en donde no se precisa tanta tecnología pero sí mano de obra. Son trabajadores calificados que en su momento dejaron la industria y que no solo hubo que recuperar sino también volver a formar. “Lo que se destruye en poco tiempo, cuesta muchos años volver a poner en pie”, subrayó Galfione.
Ahora, el desafío principal pasa por recuperar la caída del mercado interno que este año se sintió en distintos sectores. Es que la gente de la indumentaria sabe que si a la economía le va bien, al rubro también y que –de lo contrario- las personas postergan compras o achican regalos a favor del alimento y en detrimento de la ropa.
Con el desafío de poder exportar hacia adelante, los dirigentes tienen claras sus prioridades. “Esta industria es mercado internista y las perspectivas de crecimiento van a tener que ver con lo que suceda con la economía local”, subrayó Regalini. La apuesta es no perder lo ganado en los últimos años ni las inversiones de capital realizadas para poder ir con más cuando la economía repunte.