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El fracaso no es de River ni de Boca: de una ilusión irracional a la previsible decepción

River y Boca quedaron eliminados muy rápido en el Mundial de Clubes. ¿Bajo que argumento alguien se atrevió a pensar que podían hacer un mejor papel?

River y Boca no pasaron de la fase de grupos en el Mundial de Clubes. 

River y Boca no pasaron de la fase de grupos en el Mundial de Clubes. 

EFE

Argentina es, sin duda, uno de los países más futboleros del mundo. Quizás, junto a Brasil, los primeros en la lista. Es la fábrica más grande de futbolistas criados a base de potrero, con habilidades innatas para jugar a la pelota. A un niño en la Argentina se le compra una pelota de fútbol, siempre. Nace pateando un fútbol y empieza a desarrollar habilidades para jugar casi al mismo tiempo en el que aprende a caminar.

Al mismo tiempo, el fútbol argentino, entendido como deporte profesional, aparece como uno de los más devaluados en el último tiempo y está muy lejos de las ligas top del mundo. Le pese a quien le pese.

Parece contradictorio, pero es así por muchos factores. Principalmente por la decadencia económica del país y por el desastre organizativo de un fútbol que atenta contra sí mismo. Los buenos huyen. Se escapan buscando un futuro mejor. Económico y deportivo. Y es lógico. Y ocurre cada vez a más temprana edad.

Los buenos no están acá, ni siquiera en dos instituciones gigantes como River Plate y Boca Juniors. Los dos clubes más grandes del país ya no pueden sostener a sus figuras. No pueden tentarlos con dinero y, mucho menos, con un proyecto deportivo. Cualquier liga de Europa los seduce y chau, desaparecen.

Por eso también es lógico y entendible que los futbolistas de la Selección argentina, la campeona del mundo, jueguen todos en el exterior, a pesar de quienes siguen insistiendo en una oportunidad para los que participan de la liga local, que ya ni siquiera es liga.

En ese contexto, River y Boca viajaron a Estados Unidos a disputar el Mundial de Clubes. Y así les fue. Más allá de algunas sensaciones positivas, ambos ya deben pegar la vuelta tras quedar eliminados en fase de grupos.

El fuego sagrado del futbolista argentino los mantuvo con vida hasta la última jornada, e incluso, los dejó en partido ante potencias como el Bayern Munich o el Inter de Milán. Pero sólo por eso el papelón no fue mayúsculo. Porque desde lo futbolístico no hay un sólo argumento para pensar en que podían competir de igual a igual. Siendo racional, no había forma de pensar en que River y Boca podían tener un mejor Mundial de Clubes.

Pasó lo que todos sabíamos que iba a pasar. Pasó eso que nos negamos a aceptar en la previa. Primero, porque es fútbol y todo puede pasar. Las ganas, el atrevimiento, la motivación, el esfuerzo, la entrega, en este deporte pueden hacerte competir hasta con el mejor de todos, aunque a veces no alcanza. Y segundo, porque el futbolista argentino, aún en contextos adversos, no se achica e intenta competir hasta el final. En este caso no fue suficiente.

¿Fracasaron River y Boca? Creo que no. Se fracasa cuando hay expectativas y no se cumplen. Se fracasa cuando se proponen objetivos alcanzables y no se logran. River y Boca no estaban a la altura y ocurrió lo esperable, lo lógico.

Sí fracasó y fracasa día a día el fútbol argentino todo. Fracasó un sistema, una estructura, un fútbol que a pesar de tener a los mejores los espanta. Un fútbol que nos decepciona permanentemente, un fútbol que experimenta una caída libre que parece no tener fin, mientras otros siguen tomando vuelo.