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Didier Drogba: cuando el fútbol unió lo que la política había dividido

Didier Drogba trascendió las fronteras del fútbol. El rol clave que tuvo en su país y su lucha por la paz.

Drogba, el crack del Chelsea. Foto: EFE
Drogba, el crack del Chelsea. Foto: EFE

A pesar que de los contradictorios y difusos momentos que empañan el fútbol argentino, nos pareció oportuno recordar un hecho estimulante que nos devuelve la esperanza de seguir convencidos que el deporte es (y será siempre) una buena lección para la vida.

Como apasionados del fútbol podemos deshacernos en elogios hacia un excelente exjugador internacional como fue Didier “el elefante” Drogba. El planteo de si es o no, el mejor futbolista africano de la historia aun es un tema que genera debate. Probablemente se disputa ese primer puesto con otros grandes como son el egipcio Mohamed Salah, Samuel Eto'o (Camerún), George Weah (Liberia), Jay-Jay Okocha (Nigeria) o Roger Milla (Camerún), por nombrar solo algunos maestros africanos del fútbol.

Lo cierto e innegable es que la increíble trayectoria de Drogba, también apodado "Didi", dentro del campo es intachable. Conocido como aquel hombre que "desafió a Dios" en aquella final de Champions League 2011/12.

La historia nos cuenta que su Chelsea perdía 1-0 ante el Bayern Múnich de Heynckes, y en un córner a favor de los "Blues” londinenses, el marfileño aguardó un momento para pensar en voz alta y decir: "Dios, si realmente existes, demuéstramelo". Acto seguido, el español Juan Mata envió un centro certero a la cabeza de Drogba, para que éste tras un fuerte “testazo” venciera a Neuer, uno de los mejores arqueros de la historia del fútbol, poniendo la paridad. Luego el encuentro lo ganaría el Chelsea por la vía del penal con una recordada buena actuación del arquero checo, Petr Cech, aquel famoso guardameta que usaba un casquete protector en su cabeza.

El inigualable Drogba

Mucho más podríamos agregar de “Didi”, por ejemplo, su extenso palmarés colectivo habiendo ganado, la ya mencionada, Champions League; cuatro Premier League; cuatro FA Cup; tres Copa de la Liga Inglesa, entre otros títulos. Así como también sus logros individuales al ser elegido tres veces jugador del año en África y máximo goleador de la liga inglesa en dos ocasiones.

Sin embargo, poco sabrán que Didier Drogba también tuvo sus buenas obras fuera de las canchas como activo luchador contra la violencia, el mal trato infantil, la discriminación y la defensa de los derechos de la mujer. La más recordada de todas esas luchas sociales fue cuando ayudó a frenar una guerra civil en su Costa de Marfil natal.

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Contextualizando, expondremos que Costa de Marfil, una de las fuentes de esclavos más importante de las potencias coloniales europeas por siglos y que recién se independizó en 1960, fue durante décadas cercanas uno de los países más estables de la África Occidental, ganándose el mote de "La Isla de la Paz". Poseía buena economía basada en la producción de café y cacao, un sistema político relativamente estable, inmigración constante desde países vecinos (Burkina Faso, Malí, Guinea) y buena convivencia entre religiones opuestas como son los cristianos y los musulmanes, más allá de sus deslumbrantes playas que lo convirtieron en un anhelado destino turístico.

"La ivorité" tan esencial como polémica

Pero no todo fue color de rosas, pues debajo de esa paz surgieron algunos problemas étnicos y políticos que fueron en crecimiento. Para darnos una idea, en los años 90' apareció un concepto muy polémico: ivoirité ("marfileñidad"). El objetivo era comenzar a forjar una identidad y definir lo "que es ser marfileño verdaderamente". Dicho concepto arrasaba con muchas cosas que funcionaban correctamente e irrumpía plenamente el orden que estaba establecido.

Así fue como comenzaron a excluir a ciudadanos del norte (en su mayoría musulmanes) y dejar afuera a hijos de inmigrantes sin importar que hubieran nacido en Costa de Marfil. Estos sectores eran considerados polémicamente como menos patriotas ("menos marfileños") que el resto.

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Esto generó una grieta en el país, teniendo al norte marfileño empobrecido y marginado, poblado mayoritariamente por habitantes musulmanes; mientras que el sur presentaba una posición más favorable, convirtiéndose en cada vez más rico y empoderado desde el punto de vista político, contando con mayoría de personas de la religión cristiana como estandarte del sector dirigente dominante. A tal punto llegó el enfrentamiento que las tensiones explotaron en 2002, estallando una guerra civil cruel y sangrienta. Tras un intento de golpe militar el país quedo dividido en dos partes.

"La grieta de los elefantes"

El favorecido sur se encontraba controlado por el presidente Laurent Gbagdo, quien pretendía sostener a toda costa esa "marfileñidad". En tanto, el rebelde norte marfileño(“las fuerzas nuevas”), protestaba contra años de discriminación, reclamando derechos políticos, ciudadanía plena y elecciones justas; contando paralelamente con el apoyo de sectores musulmanes y jóvenes desplazados.

Lo más trágico era la vida cotidiana del pueblo marfileño. Familias divididas, carreteras cortadas y, sobre todo, puestos militares y barreras que dividían el norte del sur.

La guerra civil hizo que las escuelas se cerraran dejando a miles de chicos sin clases. En lo económico, la producción de cacao cayó rotundamente, produciendo una alta inflación, desempleo y fuga de empresas. Ni hablar de los abusos que cometieron tanto rebeldes como el gobierno, provocando desde saqueos hasta ejecuciones y persecuciones a grupos étnicos.

La pelota no se mancha

En medio de ese clima hostil apareció el fútbol como única esperanza de unir al pueblo postergando las diferencias, al menos por un momento. Pues cabe destacar que Costa de Marfil atravesaba probablemente la mejor era futbolística de su historia. Nombres como el renombrado Drogba, pero además Kolo Touré (ex Barcelona y Manchester City), Yaya Touré (Liverpool, Arsenal y Barcelona), Salomon Kalou (Chelsea), Gilles Yapi Yapo (Nantes), Bonaventure Kalou (Feyenoord y Paris Saint Germain) y Emmanuel Eboué (Arsenal) daban motivos para ilusionar al conjunto dirigido por el francés Henri Michel, que soñaba con participar en su primera Copa del Mundo.

Durante el 2005, las tensiones no habían cesado ni por asomo, pero una esperanzadora Costa de Marfil se jugaba el pasaje al Mundial 2006 ante Sudán. Fue victoria 3-1 para "los elefantes marfileños" con goles de Kanga Akalé y Aruna Dindane por duplicado.

Fue en ese preciso instante luego de la histórica clasificación mundialista, que Didier Drogba tomó las riendas de todo un país desmembrado, (un país al que recientemente Naciones Unidas había enviado tropas para evitar un genocidio y en el que los civiles vivían con un miedo constante) para unirlos, aunque sea por un tiempo.

El ídolo marfileño miró a las cámaras, se arrodilló junto con sus compañeros y resumidamente, en un inesperado discurso, Drogba dijo: "Perdonen. Dejen las armas. Queremos un país unido". Un mensaje tan emotivo, como conmovedor y contundente, con un único propósito: unión para los 26 millones de marfileños.

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Posteriormente al “llamado de paz” del único líder aun respetado y querido en la tierra de los elefantes, hubo un acuerdo de alto al fuego entre los líderes de ambos bandos. Y como si eso fuera poco, en 2007 todavía con tensión política, Drogba pidió a la federación de fútbol de su país jugar un partido en Bouaké, la capital rebelde durante la guerra, algo plenamente impensado hasta un tiempo atrás.

Con todo el riesgo que eso implicaba, los líderes marfileños aceptaron, desarrollándose un partido de fútbol que en fondo se convirtió en un acto de paz y unión con repercusión mundial.

El estadio estuvo repleto. Personas de ambos bandos unidos exclusivamente por amor a la camiseta nacional. Bajo una misma bandera, “la naranja, blanca y verde”. Y para mejor, la selección local ganó 5-0 con un gol de Drogba.

En resumen, si bien la prédica de "Didi" no terminó la guerra totalmente, fue un símbolo de unidad nacional y su mensaje ayudó a destrabar negociaciones que antes parecían impensadas.

Así, ese gesto, en medio de una sangrienta división permitió que las diferencias se acercaran, tendiendo un puente que permitió que al menos por unas horas, una nación volviera a pensarse como una unidad. Ese ejemplo de Didier Yves Drogba Tébily (Didí) nos enseñó que siempre se puede unir las diferencias y elegir el camino de paz, a tal punto que el crack marfileño fue propuesto como posible candidato para conseguir el Premio Nobel de la Paz. Porque como ayer, y como siempre, cuando los intereses nobles son los primordiales, el fútbol en particular, y el deporte en general, siguen siendo una extraordinaria herramienta para lograr un sentimiento nacional de unidad propositiva. Se pudo en Costa de Marfil, en medio de una guerra, ¿tanto cuesta lograrlo en nuestra Argentina? Ayer cinco millones de personas se convocaron voluntariamente movilizados solamente por una satisfacción genuina, empujados exclusivamente por el amor a una camiseta; por favor no permitamos que ningún interés mezquino ensucie lo mejor de nosotros: la pasión y el talento.