Los días más oscuros de Messi: las inyecciones, el desarraigo y la profecía de su médico

Sobre la infancia de Lionel Messi se sabe lo justo y necesario. Que era bajito y que tenía problemas de crecimiento son argumentos suficientes para describir su vida como una épica. Pero se desconoce, tal vez, cómo fue el tratamiento al que debió someterse; cuánto lo ayudó el Barcelona realmente y cuánto la obra social; qué proyecciones imaginó su médico Diego Schwarzstein y la influencia de la crisis del 2001 en su futuro profesional. Una adolescencia distinta, expuesta a situaciones que, aunque la familia Messi las atravesaba con algo de angustia, irían forjando a uno de los mejores deportistas de la historia.
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Lionel Messi era el mejor de todos con la pelota en los pies. Al menos, de las inferiores de Newell’s Old Boys de Rosario. Pero es cierto que era particularmente bajito y no por nada lo llamaban “La pulga”. Como tenía el sueño de ser futbolista (y las condiciones), desde la Lepra lo derivaron con el doctor Diego Schwarzstein, especialista en Endocrinología, Diabetes y Metabolismo, y a quien le confiaban sus mejores talentos. Messi llegó con 9 años y 1,27 metros al consultorio de Schwarzstein el 31 de enero de 1998 y luego de varias consultas, estudios y análisis, se llegó al siguiente diagnóstico: que el chico tenía un déficit de hormonas de crecimiento.
La solución fue un tratamiento que consistía de dos inyecciones diarias de 75 ug de Levotiroxina en las piernas del pequeño zurdo habilidoso. Primero, se las propinaban sus padres. Mas el chico aprendió y se hizo cargo de las agujas. “Una vez por noche. Primero una, después otra. No me impresionaba, al principio me la ponía mi mamá, mi papá. Hasta que aprendí y lo fui haciendo solo. Era una aguja muy chiquita, te metías y cargabas la cantidad que tenía que pincharme. No me dolía, ya era algo rutinario”, le explicó a Luis Majul en La Cornisa, seis años atrás. Su doctor explicó en qué consistía el tratamiento: “Se llama sustitutivo. Reemplazamos el déficit de hormona de crecimiento agregando la hormona que falta y esto no le genera ninguna ventaja sobre su entorno. Normaliza la hormona en déficit y hace que tenga la misma cantidad que cualquier chico que está al lado de ellos”.
Durante casi tres años, las inyecciones fueron financiadas por el seguro médico de Jorge Messi, su padre, que trabajaba en Acindar. Pero el gran problema llegó en 2001, de la mano de la crisis económica que tenía en vilo a Argentina, y cuando el Ministerio de Salud empezó “le soltó” la mano a los Messi… “Mirá, hace seis meses que el Ministerio no nos hace el reintegro y a nosotros nos cuesta proveerte el medicamento porque lo estamos absorbiendo nosotros”, fue la contundente explicación que recibió Jorge Messi, que debió salir desesperadamente a buscar soluciones. Y, entonces, apareció en escena el fútbol. Había que hallar un club que sí lo proveyera. Pero no tuvieron suerte enseguida. Newell’s les hizo saber que no podía hacerse cargo de los costos y la misma respuesta les dio River, luego de que la Pulga se fuera a probar a Nuñez.
Según Schwarzstein, el tratamiento costaba “lo que hoy serían 1.000 o 1.200 dólares por mes”. Una cifra muy elevada para un chico que entonces tenía 13 años. Solo Europa podría hacerse cargo. Y fue entonces cuando los Messi decidieron ir a probar suerte a Barcelona. Leo realizó una prueba en el conjunto culé en 2001 y enamoró al entrenador Charly Rexach en 90 segundos, que fue el que presionó para que el Barcelona lo fichara y se hiciera cargo de sus medicaciones. Después, vino el recordado contrato en una servilleta y lo por demás conocido. Pero cabe marcar que el Barça financió el tratamiento de Messi “solo” los últimos ocho meses… por un aproximado de 10.000 dólares. En realidad, el costo grueso de los últimos tres años lo había cubierto la obra social, hasta una crisis política y económica.
En Barcelona, más allá de la ayuda, tampoco todo fue color de rosas enseguida. La familia tenía problemas para adaptarse y según el propio Leo sus hermanos más grandes fueron regresando de a poco a Argentina. Y luego los siguió María Sol, la más pequeña, que con 8 años no pudo adaptarse al colegio y regresó a Rosario con su mamá. Eso sí: Leo era el más acomodado en el nuevo hogar y tenía inamovible el sueño de ser futbolista. De ahí su tenacidad. Contó hace tiempo un diálogo con su padre en ese inestable momento en Cataluña: “Nos quedamos solo con mi papá y me preguntó: `¿Qué hacemos? Vos tenés la decisión. Lo que vos quieras… yo vuelvo allá y seguimos como estábamos´. Y yo le dije: `No, no, me quiero quedar; estoy convencido´”. Lionel Messi lo olía, lo intuía. Podía triunfar de verdad con una pelota de cuero y dos botines de terciopelo. “Más allá de lo difícil que era, sabía que la posibilidad era real”. Vaya si lo era.
El doctor Schwarzstein contó muchísimos años después cómo fue aquella primera visita del chico de 9 años a su consultorio. Y reveló la profética frase que le dijo, sin tener idea de cómo se resignificaría. “Él me dijo que lo que quería era jugar al fútbol y lo único que le interesaba era saber si iba a crecer para poder jugar. Y yo le dije: `Quedate tranquilo, que vas a ser más alto que Maradona (1,67 m). No sé si vas a ser mejor, pero vas a ser más alto´. Que la historia juzgue la veracidad de la sentencia. Pero la frase no puede ser pasada por alto. Schwarzstein estima que, de no haber sido por el tratamiento, Messi habría medido entre 1,55 y 1,60. No hay forma de comprobarlo. Porque lo único que mostró la realidad es que alcanzó los 170 centímetros. Y la cima del fútbol mundial.