exposición

José Bermúdez: gracia, frescura, alegría

Con una selección a cargo de su hija, en la Bolsa de Comercio de Mendoza se exhiben pinturas y dibujos de uno de los referentes de la plástica local. "Un universo construido con rigor estético y dentro de un expresionismo 'sui generis', que se vale tanto de la figura humana como de la geometría", sintetiza su arte el crítico y periodista Andrés Cáceres.

lunes, 20 de mayo de 2019 · 17:47 hs

En la Bolsa de Comercio, José Bermúdez exhibe una muestra de pinturas y dibujos, en una selección que hizo su hija Liliana de la gran producción del artista, uno de los consagrados de la provincia, a quien se reconoce de inmediato por su estilo, la frescura, la gracia y la alegría de sus personajes.

Pintura, dibujo, grabado y bocetos conforman un trabajo armónico, fruto de un espíritu que hace de la coherencia y del espíritu positivo un modo de vida. Modesto, ordenado, culto, prolífico, mantiene viva a sus 90 años su capacidad creadora.

“Mi interés particular por la plástica -dice- no corta mi vinculación con el ser social que soy. Por lo tanto, la vida en general es para mí una constante preocupación. Sin hacer literatura con el tema, pretendo hacer de mis imágenes una expresión viva, que resulte, en lo posible, una afirmación de la vida y que, con esa premisa, los espectadores se acerquen a la belleza”.

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Se define como un pintor figurativo, que pretende crear un mundo tan convincente como la realidad misma, para respaldar la vida. “Quiero que mi obra testimonie al ser humano, que lo muestre en dignidad. La figura humana para mí, entonces, es el tema de los temas. Cualquier tema es bueno para pintar. Todo se puede pintar. Depende de cómo. Un simple cacharro puede ser tema. Pero el pintor elige, y yo he preferido la figura humana”, dice el maestro.

En su libro La Ley Primera, entre otros conceptos, señala: “La realidad es mi punto de partida, pero no mi punto de llegada, porque entre uno y otro estoy yo". Esto viene a cuenta de su estilo, figurativo y discursivo pero no realista, que ama la vida y tiene hondas preocupaciones sociales y, a la hora de pintar, elige la fase sonriente de la existencia.

He seguido su trayectoria durante décadas y he encontrado en él una coherencia que supera a las instancias teóricas de un estilo o una corriente pictórica. Se trata de una filosofía de vida que consiste en situarse en perspectiva y mirar el mundo desde un sitio más alto, más abarcativo y, por lo tanto, alejado de contingencias vulgares.

No significa tal cosa que se despreocupe del quehacer cotidiano y de los sentimientos: todo lo contrario. Lo que deja de lado es el caos social, el canibalismo político y la usura económica y se vuelca a crear una sociedad ideal, despreocupada, donde el individuo se muestra y explaya, justamente, en el ámbito íntimo, donde lo que cuenta es lo hogareño, las relaciones sentimentales, el amor, el coqueteo, los celos, la picardía cordial, la travesura inocente, la mirada de reojo o el pudor del qué dirán. Es, dicho en síntesis, la expresión del verbo estar de un ser humano edénico.

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Hay una intencionalidad optimista, una preferencia marcada en su temática que no es discriminación ideológica, sino el encuentro del artista con su propia utopía.

La gracia, la frescura y la dignidad de sus figuras nos admira y emociona y, si vamos a ellas sin prejuicios, nos abstraerá un momento de nuestras preocupaciones, de nuestro agobio y nos hará olvidar, un tanto, este enredado avispero, donde la premisa básica parece estribar en sacarle los ojos al otro.

Para Bermúdez, ser artista significa tener un grado de autonomía, dejar de estar afuera y atender al modo particular de ver el mundo. "Si a esa autonomía -dice- se le suma trabajo, técnica, entrega y amor, se es un artista".

Como él lo es, encuentra los temas en lo más simple, como una señora horneando pan, un cosechador en la viña, una adolescente frente al espejo, una mujer tocando la guitarra o un hombre pintando a su modelo.

El talento aparece, más allá de su técnica, en el espíritu que ilumina a su vasta galería de personajes. Ese espíritu es el espíritu de la verdad y la belleza imaginadas por un pincel inspirado, que nos esta diciendo que la vida es una fiesta. Y que es corta.

No dejemos que el Fondo Monetario Internacional o la deshonestidad de gobernantes, periodistas, jueces y empresarios, nos impidan gozarla. No perdamos esta posibilidad.

Vivamos un momento esa inocencia, ese dulce recato, esa elegante naturalidad, esa diafanidad interior de sus criaturas.