Presenta:

Programar jugando: una propuesta educativa que impulsa inteligencia artificial, lógica y trabajo en equipo

Pixelitos desde diciembre, enseña programación con proyectos y juegos a niños de Mendoza, promueve habilidades y usa inteligencia artificial con mirada crítica.

Pixelitos tiene sedes en Guaymallén, Godoy, Carrodilla y  Rodeo del medio.

Pixelitos tiene sedes en Guaymallén, Godoy, Carrodilla y  Rodeo del medio.

Pixelitos

Pixelitos nació en diciembre de 2024 con una idea clara: que las infancias de Mendoza se acerquen a la programación de forma sencilla, lúdica y muy concreta utilizando la Inteligencia Artificial. La propuesta apunta a niñas y niños de 6 a 12 años y funciona en varias sedes.

Cada estudiante llega con su computadora; en Rivadavia, trabajan con los equipos de la UTN. "Lo que se busca no es solo aprender a 'mover bloques', sino entrenar la cabeza para pensar en algoritmos, ordenar pasos y resolver. Es lógica al servicio de la creatividad. Y, sobre todo, es trabajo en equipo", comenzó diciendo una de las directoras, Laura Zeier, licenciada y profesora en Comunicación Social y programadora Full Stack.

Aprender haciendo: proyectos y juego

Pixelitos clase con robótica

Pixelitos clase con robótica

Además, Laura Zeier, agregó que: "La escuela organiza los grupos por niveles. Avanzan de manera cíclica y progresiva. Primero con lenguajes visuales por bloques y, más adelante, con un pseudocódigo en español (PSeInt). El método se apoya en dos pilares. Aprendizaje Basado en Proyectos (ABP), para construir algo real desde el día uno. Y Aprendizaje Basado en Gamificación (ABG), que transforma el aula en un laboratorio de juego: se testean prototipos, se opinan mejoras, se define la 'lógica de negocio' de cada idea y, recién entonces, se programa".

El resultado es concreto. Cada alumno desarrolla su propio videojuego y aprende a pensar como desarrollador: probar, fallar, ajustar y volver a probar.

La Inteligencia Artificial como una herramienta indispensable para el futuro

La Inteligencia Artificial no aparece como una moda. Se integra con sentido. Las y los chicos crean imágenes, recortan fondos y aprenden a escribir prompts claros para obtener resultados útiles. "El objetivo no es solo dominar la herramienta. También importa formar criterio. Se conversa sobre usos responsables, sesgos y límites. La consigna es simple: pasar de consumidores pasivos a productores conscientes del contenido que circula en pantalla", mencionó la Directora de Pixelitos. Ese cambio de rol sube la autoestima. Reconocen su propio avance, celebran lo que logra el compañero y aprenden a recibir críticas sin miedo.

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Directoras de Pixelitos Laura Zeier, licenciada y profesora en Comunicación Social y programadora Full Stack y Paula Almiron, licenciada y profesora en Comunicación Social con certificación en Programación Infantil.

Directoras de Pixelitos Laura Zeier, licenciada y profesora en Comunicación Social y programadora Full Stack y Paula Almiron, licenciada y profesora en Comunicación Social con certificación en Programación Infantil.

La propuesta ya reúne más de 100 estudiantes. El dato no mide solo cantidad. Habla de constancia y de entusiasmo. En clase se ven niños que se animan a proponer, que piden la palabra para defender una idea y que aceptan cambios si mejoran la experiencia de juego. Las directoras resumen el espíritu en una frase que atraviesa el aula: dejar de ser usuarios para convertirse en creadores.

Ese salto ordena todo lo demás. Se programa para resolver, para comunicar y para construir en equipo. Lo técnico importa, sí. Pero vale lo mismo el modo en que se escucha, se reparte el trabajo y se celebra un logro.

Una semilla para el futuro digital de Mendoza

Pixelitos clase Inteligencia Artificial

Pixelitos tiene clases donde se aprende a utilizar la Inteligencia Artificial.

Pixelitos no busca reemplazar a la escuela tradicional. La complementa. Abre una puerta que hoy es estratégica: entender el lenguaje de las tecnologías sin perder la perspectiva humana. Lo hace con herramientas abiertas, con prácticas escalables y con una pedagogía que baja la ansiedad: metas cortas, prototipos frecuentes y feedback honesto. El cierre de cada ciclo trae algo más que un videojuego terminado. Trae confianza. Una voz interna que dice “puedo”. Y ese capital, a los 8, 10 o 12 años, vale tanto como cualquier línea de código bien escrita.

En tiempos en que todo cambia rápido, contar con espacios que formen criterio y habilidades blandas es clave. Pixelitos eligió ese camino. Enseña a pensar, a crear y a compartir. Y, de paso, confirma una intuición que muchas familias ya tenían: aprender a programar no es asunto de elites ni de adolescentes tardíos. Puede empezar temprano, con juego, con comunidad y con objetivos claros. Ese es el verdadero motor de esta escuela mendocina que, paso a paso, está formando a las y los productores digitales del futuro.