Salud

¿Y si los llevamos a un hogar de ancianos?

No podemos con los cuidados. ¿Qué hacemos? Lo llevamos a un geriátrico ¿Se sentirá abandonado/a? ¿Lo/a tratarán bien? ¿Se olvidará de nosotros? ¿Extrañará?

martes, 23 de julio de 2019 · 11:00 hs

Personalmente, creo que no hay decisiones buenas ni malas, hay decisiones que nos resultan más funcionales que otras. Porque, en definitiva, en ciertos temas, y sin intención de caer en un debate filosófico, ¿quién decide qué es lo bueno o lo malo?

Y, la cultura se lleva una responsabilidad bastante importante en esto. Durante años nos educaron y prepararon, sobre todo a las mujeres, para hacernos cargo de los cuidados dentro de la especie. Primero, de los hijos y de la pareja, luego, cuando la vida nos impone una devolución de favores, de los padres.

Terrible topetazo es este que recibimos, porque supone volvernos padres de los padres. ¿Cómo mutamos y nos vestimos de autoridad para enfrentar a la autoridad que nos dio la vida? ¿Cómo negociamos con nuestra conciencia y miramos a nuestros padres como si fueran nuestros hijos?

Sin dudas, es un momento de crisis, porque, necesariamente, nos enfrenta con el desafío de aceptar que aquellas figuras importantes de nuestras vidas, son vulnerables y que ahora nos necesitan para subsistir. Nos impone la necesidad de hacer un duelo que, si no se resuelve adecuadamente, nos hará trastabillar a la hora de tomar decisiones importantes.

Y una decisión vital es la internación en un hogar de ancianos o geriátrico. Yo utilizo la siguiente analogía con los hijos de mis pacientes: si a sus padres/madres les da un infarto, o se deshidratan, los internan, ¿no? Y ¿por qué los internan, si el hospital no es un lugar que nos guste? Las respuestas son variadas, pero versan más o menos sobre: “porque es necesario, su salud corre riesgo”, “porque en el hospital saben tratarlo y estará mejor cuidado”, “porque es el lugar donde deben ir en ese momento”, ante sus miradas atónitas, yo les respondo que por las mismas razones se recomienda un geriátrico.

La mayoría de las veces, desde nuestro rol de hijos, sobrinos, nietos, etc., desconocemos ciertas acciones necesarias para garantizar un cuidado óptimo de los adultos. Por otro lado, nuestra realidad nos obliga a trabajar gran parte del día, por lo que, tampoco podemos pasar mucho tiempo con ellos.

La internación no es deseada, pero debe ocurrir cuando el adulto mayor se torna dependiente y el grupo familiar siente que ya no da más y no puede hacerse cargo de los cuidados.

El primer punto importante, es no engañar a nuestro ser querido. Entonces, resulta fundamental que este tema esté hablado y consensuado desde antes, desde siempre. Inclusive, llegado el momento, y si nuestro familiar está lúcido, es conveniente que él visite los lugares posibles y participe de la elección de cuál será su hogar en adelante.

¿Y cómo empezamos la búsqueda? En primer lugar, es necesario asesorarse en cuanto a los requisitos de habilitación que debe cumplimentar un hogar de ancianos. De acuerdo a la legislación vigente en nuestra provincia, la ley 5532 decreto 3016/1992, estipula las condiciones edilicias, materiales, de higiene y mantenimiento con las que debe cumplirse para obtener la habilitación, que, dicho sea de paso, deberá renovarse cada tres años.

La ley prevee, y este es un dato sumamente importante a la hora de la elección, que los geriátricos deben contar con, mínimo, un terapista ocupacional, una nutricionista, una mucama cada 8 salas, un programa escrito de actividades recreativas y de rehabilitación psicosocial, ficha e historia clínica actualizada semanalmente. Por otro lado, el régimen de salidas y visitas deber ser amplio e irrestricto, con activa participación de la familia. Esto significa que NO existe una situación de aislamiento. Muy por el contrario, se alimenta el espíritu inclusivo del grupo afectivo significativo de los pacientes.

Nunca debemos elegir una residencia sin haberla visitado varias veces y en distintos momentos del día. Es útil chequear qué ocurre en momentos importantes como las comidas, la hora de acostarse y de levantarse. Resulta positivo observar cómo se comporta el personal en estos momentos.

Tengamos en cuenta que todo lo que nos rodea habla de cómo se trabaja en el lugar, entonces, la limpieza, los olores, la decoración, la iluminación, cómo está vestido el personal, si nos saluda cuando entramos, todo es información útil para que tengamos en cuenta. Hay que prestar atención a cuán transparentes son las personas al mostrarnos las instalaciones, si se toman su tiempo para responder a nuestras preguntas, si están abiertas a mostrar todas las instalaciones, la cocina y lavandería inclusive.

Es útil averiguar sobre las visitas, los horarios, las salidas, etc. No hay que ahorrar en preguntas y dudas. No olvidemos que será el lugar en el que vivirá nuestro ser querido.

Hay que tener en claro que a los adultos les gusta tener el control, entonces, reafirmarle que si no le gusta el lugar, puede elegir otro, que si sus compañeros de habitación no le caen bien puede pedir que le den otra, les va a dar la sensación de que aún pueden tener decisión sobre los aspectos importantes que atañen a sus vidas.

La institucionalización conlleva cambios a nivel biológico, psicológico y social, así, es usual que las personas experimenten, alteraciones del sueño, del apetito, del humor (irritabilidad, tristeza, labilidad afectiva, ansiedad, quejas somáticas, apatía e indiferencia) y cognitivas (desorientación temporo – espacial, dificultad en la atención y memoria, enlentecimiento).

Sí, es esperable que nuestro ser querido extrañe sus espacios, sus rutinas, sus cosas, sus afectos. En los primeros meses de la internación, debe darse todo el tiempo que sea necesario, para que nuestro familiar se adapte a las nuevas rutinas, horarios, personas, etc. No esperemos que todo eso pase inmediatamente.

También es lógico que experimentemos culpa, ambivalencia e inseguridad. Todos los sentimientos y emociones son gestionables si sabemos que la decisión que hemos tomado es la mejor para todos. Es importante que el grupo familiar se reorganice y se redistribuyan roles para garantizar una asistencia frecuente.

Internación en geriátrico no es sinónimo de abandono. Quitándole el peso social, un hogar de ancianos no sólo alivia la carga de cuidados, sino que, además, garantiza sociabilización, alimentación equilibrada, estimulación, asistencia y cuidados físicos necesarios.

No es para lo que nos prepararon, pero aporta soluciones. Quizás el mayor desafío es quitar andamios en nuestra forma de pensar y armar formas más flexibles de construir la realidad. Así, vivimos más libres.

Lic. Cecilia C. Ortiz /mat.: 1296 / licceciortizm@gmail.com