Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH): ¿sos parte?
Día del TDAH. El Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad es un desorden psicológico que parece estar de moda en los últimos tiempos.

El 13 de julio se conmemora el Día del Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH)
Las conductas de desatención, impulsividad e hiperactividad, antes de los 7 años y que impactan en la vida cotidiana, en la escuela, el hogar, pueden ser indicio de un Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH). En Argentina, el TDAH ronda el 4%, y en el mundo entre el 4% y el 7% en niños, niñas y adolescentes.
Entre el 2% y el 5% de los adultos también pueden presentar esta sintomatología
Su origen es biológico y se relaciona con un desequilibrio en los neurotransmisores que regulan la activación e inhibición de las conexiones neuronales. La investigación científica ha demostrado además la influencia de factores hereditarios, alteraciones en el neurodesarrollo e incluso dificultades en el procesamiento de la información sensorial.
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No se trata de un tema menor. Las personas con TDAH suelen presentar dificultades para establecer vínculos con sus pares y problemas en la regulación emocional, como manejar el enojo, la frustración o el exceso de entusiasmo. También pueden tener problemas para tomar decisiones, debido al escaso control de los impulsos, lo que incrementa el riesgo de involucrarse en situaciones peligrosas.
El TDAH no es una cuestión de actitud ni de crianza
Aunque comparten síntomas, el TDAH se manifiesta de forma distinta en varones y en mujeres. Las niñas, por ejemplo, tienden a ser menos impulsivas, lo que puede retrasar la consulta o el diagnóstico.
En la infancia, el mayor impacto suele observarse en el ámbito escolar, ya que los niños, niñas y adolescentes pasan muchas horas en el colegio, donde los docentes pueden detectar dificultades en la producción académica, los vínculos sociales y la organización de las tareas. En la adolescencia, las complicaciones suelen centrarse en las relaciones interpersonales, la toma de decisiones y la mayor exposición a conductas de riesgo.
Si te estás preguntando qué podés hacer, las guías clínicas recomiendan iniciar una consulta con un pediatra del desarrollo o un neurólogo infantojuvenil. Un diagnóstico temprano y oportuno es siempre un excelente punto de partida. El tratamiento más frecuente es el multimodal e incluye el trabajo con el niño o adolescente, orientación a madres y padres, acompañamiento escolar y, si es necesario, tratamiento farmacológico.
¿Y qué es lo más importante? Fomentar una mirada positiva sobre el niño, niña o adolescente: no centrarse únicamente en los síntomas, sino en su potencial, creatividad y en las múltiples capacidades que pueden desarrollar para llevar una vida plena y satisfactoria.
* María Soledad Piatis, docente en la Licenciatura en Terapia Ocupacional de la Facultad de Psicología y Psicopedagogía de la UCA.