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Más allá de los libros: los docentes moldean el carácter

Para que los docentes desempeñen efectivamente su papel en la formación del carácter, es imprescindible brindarles recursos y capacitación específica.

La educación del carácter demanda ser intencional en las acciones cotidianas, reconociendo que “no podemos simplemente enseñar hechos.

La educación del carácter demanda ser intencional en las acciones cotidianas, reconociendo que “no podemos simplemente enseñar hechos.

Archivo MDZ

La discusión sobre la calidad de la educación parece estar centrada en aspectos muy concretos: la incorporación de nuevas tecnologías, las metodologías pedagógicas innovadoras, el fortalecimiento del currículo, la evaluación del rendimiento y las calificaciones. En medio de estos debates, se pasa por alto un elemento esencial que determina el impacto duradero de la educación: la formación del carácter.

La pregunta que todos deberíamos hacernos es: ¿Qué es lo que realmente deja una huella indeleble en los estudiantes? La respuesta está en cómo los docentes, con su ejemplo y dedicación, moldean no solo las mentes, sino también los corazones y las actitudes de quienes están en sus aulas.

En este artículo pretendo aproximarlos a esta temática, explorando cómo los maestros, más allá de transmitir conocimientos, desempeñan un papel clave en la formación ética, moral y social de sus alumnos. Nos adentraremos en la importancia de la educación en valores, de la coherencia entre las acciones y las palabras del docente, de la creación de ambientes propicios para el desarrollo del carácter y de las estrategias concretas que se pueden aplicar para convertir las aulas en espacios donde "florezca" el carácter.

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Los docentes, con su ejemplo y dedicación, moldean no solo las mentes, sino también los corazones y las actitudes de quienes están en sus aulas.

Los docentes, con su ejemplo y dedicación, moldean no solo las mentes, sino también los corazones y las actitudes de quienes están en sus aulas.

El aula: un crisol de carácter

"No solo estamos llenando la mente de conocimientos sino el corazón de actitudes para el futuro", afirmaba una maestra en una ocasión, una reflexión que captura la esencia del rol del docente más allá del contenido académico. Los estudios científicos avalan esta visión. Investigaciones recientes, como la publicada en el "Journal of Educational Psychology", indican que los estudiantes que perciben a sus maestros como empáticos y solidarios tienen mayores probabilidades de desarrollar actitudes prosociales y filantrópicas. Esta conexión no ocurre por casualidad. La enseñanza del carácter se produce en las acciones concretas, en la forma en que los docentes encarnan los valores en su día a día.

Una maestra de primaria destacaba en una charla de recreo que "los niños son increíblemente observadores". La manera en que gestionan el estrés, tratan a sus compañeros, afrontan sus propios errores, son lecciones que aprenden principalmente al observar a sus maestros. Se trata, en definitiva, de un modelo vivo que trasciende las palabras y se refleja en cada acto cotidiano.

¿Por qué la educación para el carácter importa, más que nunca?

En una era de cambios acelerados, desafíos globales y bombardeo constante de información, la importancia del carácter adquiere una relevancia primordial. Un fuerte sentido ético y moral es la brújula que ayuda a los jóvenes a decidir qué camino seguir en dilemas complejos y en situaciones ambiguas.

Además, la formación en resiliencia, parte esencial del carácter, dota a los estudiantes de la fortaleza interior para superar obstáculos y recuperarse de los fracasos. En un mundo laboral cada vez más volátil y exigente, esa resistencia interna es un activo invaluable. La capacidad de adaptarse, perseverar y aprender de las dificultades son rasgos que comienzan a forjarse en la escuela y en la enseñanza cotidiana.

No menos importante es la responsabilidad social y cívica que debe inculcarse. El futuro de nuestras comunidades depende de generaciones comprometidas con la honestidad, la empatía y el respeto. El aula, como espacio formador, tiene en sus manos la tarea de sembrar esos valores en cada estudiante, valores que, en última instancia, se encarnaran en habilidades blandas tan valoradas en el futuro próximo.

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La formación en resiliencia, parte esencial del carácter, dota a los estudiantes de la fortaleza interior para superar obstáculos.

La formación en resiliencia, parte esencial del carácter, dota a los estudiantes de la fortaleza interior para superar obstáculos.

Virtudes en acción: Lecciones del mundo real

¿Cómo pueden los maestros integrar el desarrollo del carácter en su rutina diaria? Aquí algunos ejemplos prácticos que ilustran esta misión:

  • Demostrar cuidado genuino: cuando un estudiante atraviesa un duelo, en lugar de limitarse a ofrecer condolencias, un docente puede crear un espacio seguro y cuidado para que el alumno comparta su dolor, acompañándolo sin patologizar su sufrimiento. Esa empatía sincera enseña más que cualquier clase.
  • Modelar responsabilidad: transformar las tareas escolares en responsabilidades compartidas ayuda a fomentar un sentido de pertenencia y compromiso. El profesor que asigna roles en el aula y enseña a responsabilizarse de las acciones, constituye un ejemplo tangible de responsabilidad.
  • Inspira esperanza: en momentos de bajos resultados académicos o dificultades, el docente puede compartir narrativas de superación y resiliencia, alentando así la perseverancia y mostrando que la adversidad puede ser enfrentada y vencida.

Estos ejemplos evidencian que enseñar carácter no requiere fórmulas mágicas, sino una actitud constante, auténtica y deliberada. La educación del carácter demanda ser intencional en las acciones cotidianas, reconociendo que “no podemos simplemente enseñar hechos; tenemos que enseñar humanidad”, como señalaba un profesor de secundaria que conocí tiempo atrás.

El camino futuro: Formación y recursos para los docentes

Algunas instituciones ya experimentan con enfoques innovadores, como programas de atención plena (mindfulness), proyectos de aprendizaje-servicio, educación por proyectos y tutorías centradas en valores. El desarrollo profesional en estas áreas no solo enriquece la práctica docente, sino que también fortalece su capacidad para ser modelos coherentes con los valores que desean transmitir. La integración de estos enfoques en la formación inicial y continua puede marcar la diferencia en la calidad de la educación en cuanto a formación ética y moral.

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Un docente puede crear un espacio seguro y cuidado para que el alumno comparta su dolor, acompañándolo sin patologizar su sufrimiento.

Un docente puede crear un espacio seguro y cuidado para que el alumno comparta su dolor, acompañándolo sin patologizar su sufrimiento.

La relevancia del carácter para la educación en valores

La formación en valores, en particular en virtudes como la honestidad, la solidaridad, la justicia, la empatía y la responsabilidad, se vuelve imprescindible en un contexto donde las redes sociales, la polarización y la rápida difusión de información falsa amplifican los riesgos éticos y morales. La educación en carácter ayuda a los jóvenes a discernir qué es correcto y a actuar con integridad, incluso cuando no existe una supervisión directa. No porque tenga internalizada una norma, sino la capacidad para discernir de manera situada y en distintas contingencias.

Por otra parte, la resiliencia —la capacidad de sobreponerse a las dificultades, aprender de los fracasos y seguir adelante— es otra virtud central en la formación del carácter. En una sociedad donde el cambio constante y la incertidumbre son la norma, la resiliencia actúa como un escudo contra la desesperanza y la desesperación, fortaleciendo la salud mental y la estabilidad emocional. La escuela, en este contexto, debe ofrecer experiencias que enseñen a los estudiantes a gestionar sus emociones, a aceptar los errores como parte del aprendizaje y a cultivar una actitud positiva ante las adversidades.

Asimismo, la responsabilidad social y cívica que promueve una ciudadanía ética se encuentra en la base de una comunidad sana y cohesionada. La formación en responsabilidad, respeto por los derechos de los demás y cuidado del medio ambiente comienza desde el aula.

La educación para el carácter, lejos de ser conductista, es profundamente constructivista y anclada en una pedagogía activa donde el alumno es protagonista de su aprendizaje, asimilándolo y aprehendiéndolo integralmente, involucrando mente y corazón. Recordemos una frase de Albert Einstein: "El conocimiento no es algo que simplemente se recibe, sino algo que se vive y se experimenta".

* Mg. Juan Manuel Ribeiro, Especialista en Educación.