Brenda Tróccoli: "La subrogación de vientre roza la mercantilización de la vida"
Recibimos en MDZ a Brenda Tróccoli, especialista en crianza respetuosa, para hablar sobre el tema de la a subrogación de vientre, un tema que deja opiniones encontradas.

Brenda Tróccoli, especialista en crianza.
Agustín Tubio / MDZEn la República Argentina, la legislación sobre la subrogación de vientre es un tema que ha generado debate y controversia en los últimos años. Si bien en algunos países esta práctica es legal y regulada, en Argentina la situación es distinta. Hasta el momento, la legislación argentina prohíbe expresamente el alquiler de vientres, considerándolo una práctica ilegal y contraria a los derechos humanos.
En entrevista con MDZ, Brenda Tróccoli, mamá de dos hijos, puericultora, especialista en crianza y, particularmente, en crianza respetuosa, dio detalles de este fenómeno que es cada vez más popular, pero también cuestionado: la subrogación de vientres.
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-Empezamos con uno de los últimos reels que vimos en tus redes; el tema de la maternidad subrogada o subrogación de vientre. Explícanos un poquito esto, Brenda.
-Bueno, evidentemente es un tema muy sensible porque abre como un debate moral y ético. Incluso está prohibido en muchos países. No está legislado, así que toca fibras muy sensibles y por un lado tenemos a la mamá que va a alquilar su cuerpo para esta tarea. Por el otro lado tenemos a la pareja que va a contratar este servicio, pero muy pocas veces se habla del bebé. ¿Qué pasa con ese bebé? Porque siempre que se entra en este debate de la subrogación de vientre entramos en esto. ¿Es justo o no es justo para la mujer que está poniendo su cuerpo al servicio? Roza la mercantilización de la vida. ¿Lo hace por necesidad o lo hace realmente por deseo? Entonces se empiezan a abrir un montón de cuestiones que ameritan un debate y que es muy válido también, lo mismo que en el caso de las parejas o las personas que con mucho amor y un deseo muy genuino deciden contratar ese servicio. Y no cabe dudas que realmente tienen muchas ganas de formar una familia. Entonces, acá lo que se puede empezar a pensar es hasta dónde el deseo de formar una familia y de convertirse en mamás o en papás puede pasar por sobre el derecho de ese bebé que es encontrarse con su mamá, que es la persona que lo llevó en su vientre durante estos nueve meses de gestación. Y ese derecho le es arrebatado porque así lo dicta ese contrato que se firma o ese acuerdo que se firma previamente, con todas las implicancias que esto tiene. O sea, hay mucha evidencia y muy robusta de lo importante que es para el bebé estar en contacto directo con su mamá ni bien nace, gozar de la lactancia materna, gozar de ese primer contacto piel a piel con todos los beneficios que tiene a nivel inmunológico, a nivel emocional. Y acá empezamos a hablar un poco de cuál es la herida que queda desde el momento en que ese bebé es arrancado de los brazos de su mamá. Entonces, desde mi mirada, estoy abogando por los derechos de los niños, porque acá la única parte que no tiene voz es ese bebé que está naciendo, ese bebé no está eligiendo. En el caso de la mujer que pone su cuerpo al servicio, seguramente está muy condicionada por un entorno económico social. Y ahí hay un tema enorme que tenemos que revisar de manera urgente. Pero es un adulto, ¿no? Y en el caso del bebé, el bebé simplemente nace y le es arrebatada la posibilidad de fundirse con la persona con la que está esperando fundirse, que es su mamá. Mientras estamos en el cuerpo de nuestras mamás, en el vientre, tenemos una expectativa neuronal que es encontrarnos con ella. Así como el cuerpo de la mamá se prepara durante todo el embarazo, físicamente, hormonalmente cambia nuestro cerebro para recibir a este bebé y poder cuidarlo, se agudizan nuestros sentidos. Hay una parte de nuestro cerebro que se llama amígdala, que se vuelve mucho más sensible en el embarazo, justamente para detectar el peligro en el ambiente y poder cuidar a la cría. Así sobrevivimos, así llegamos hasta donde estamos hoy. Así como la mujer se prepara, el bebé también se está preparando dentro del útero de su mamá para encontrarse con ella. Ella conoce su voz, conoce sus emociones, su sistema nervioso se está formando en relación a cómo vive esa mamá el embarazo y esto deja implicancias. Hay que saber que cuando uno tiene un bebé por maternidad subrogada o por vientre subrogado, ese bebé está atravesando un vacío emocional que es muy importante nombrar, porque el otro condimento es que en general el otro derecho que se está arrebatando es el derecho a la identidad. ¿Qué pasa con la historia? ¿Se cuenta o se cuenta? Se abre una brecha enorme y muy pocas veces se habla del derecho de este niño, de cómo este impacto emocional, este vacío, va a quedar presente, porque mamá y bebé son una unidad psíquica a lo largo de la gestación y del primer año de vida como mínimo. Entonces, cuando eso se rompe por algún motivo, (puede ser también que la mamá tenga un accidente en el parto o que haya una separación por una enfermedad grave). O sea, hay muchas circunstancias que presentan una separación mamá bebé. Lo que pasa es que en este caso eso es premeditado, es acordado y generalmente de una manera comercial. Lo que nos invita a charlar de este tema y hasta qué punto lo que puede ser legal en muchos países, es ético y abarca los derechos de este bebé, de este niño.
-Clarísimo. Y al presentarte mencionábamos y lo relaciono con los derechos del bebé; el resto de los derechos, crianza respetuosa .Y respetuosa suena a que quizás no hay que poner tanto límite. ¿Cómo es este tema?
-Bueno, es una muy buena pregunta y creo que vale mucho la aclaración, porque la crianza respetuosa no tiene nada que ver con la falta de límites. Esto sería la antítesis a la crianza respetuosa. Fíjate que le tuvimos que adjetivar el “respetuoso” porque venimos de modelos de crianza muy irrespetuosos con los niños. Venimos de utilizar los castigos, los gritos, los golpes, aleccionándolos con tal de conseguir obediencia. Y es un método, un sistema de vinculación que no concebimos en ninguna otra relación. Si nuestro marido nos maltrata, estamos ante violencia de género. Si nuestro jefe nos maltrata es violencia laboral. Pero en el caso de la crianza eso está completamente legitimado y llamado educación. La crianza respetuosa lo que viene a decirnos es que frenemos porque este chiquitito tiene sus derechos y esto es algo muy nuevo en relación a las prácticas que venimos recibiendo nosotros. Yo soy de una generación anterior, he recibido gritos, he recibido el chancletazo, las amenazas Imagínense nuestros padres y nuestros abuelos donde vienen de crianzas muy autoritarias, con mucho castigo físico y lamentablemente esto sigue pasando. Muchísimos niños hoy en día son víctimas de violencia y de maltrato, que no solo es la violencia física, también a un niño se lo puede humillar y eso es un maltrato muy grande que deja una secuela emocional para el resto de la vida. Se lo puede dejar a un lado o dejarlo solo con sus emociones: “Cuando termines y se te pase esa locura, recién ahí vamos a hablar”. Y los niños necesitan contención. Entonces, la crianza respetuosa viene a decirnos que nuestros hijos nos necesitan, sus emociones son valiosas y yo como adulto tengo que habitar este lugar de autoridad y poner límites, pero sin autoritarismo, con la autoridad que nos confiere el ser mayores, el haber nacido primero, el que ellos todo el tiempo nos están mirando para tomarnos de referencia y de modelo, pero eso no nos habilita a ser violentos con ellos. Y lo que se estuvo viendo en los últimos en los últimos años y por eso la crianza respetuosa empezó a tomar un poco más de protagonismo, es que el maltrato hace daño a nivel cerebral, corta las rutas neuronales. Los niños que tienen altos niveles de cortisol, que es la hormona del estrés que se dan justamente cuando hay este tipo de interacciones violentas con los padres, detienen su crecimiento y están en estado de alerta y de hipervigilancia. Y ahora que estamos hablando tanto del cortisol, de la hipervigilancia y de todo lo que está pasando en la adolescencia, también podemos entender qué relación directa tiene esto con la infancia, cuando de repente vemos las problemáticas que estamos viendo. Y con la adolescencia. Un adolescente no nace ni a los 13, ni a los 15 y tiene esos problemas. Viene de todo un constructo donde estamos acostumbrados a criar por fuera de lo emocional, porque ser emocionales nos parece ser blanditos, no que no vamos a poner límites. Y en realidad la crianza respetuosa y todo tipo de crianza tiene que llevar límites. Es muy importante. Los chicos necesitan los límites para saber hasta dónde pueden llegar; qué está bien; qué está mal y esa es una donación que les hacemos los padres. Pero, por supuesto que esto lleva cuerpo, lleva presencia y lleva paciencia. En un mundo donde todo va a mil, entonces supone un desafío frenar con todas las exigencias del mundo para poder explicarles a nuestros hijos los límites de una manera clara y haciendo que los cumplan también con nuestro cuerpo presente.
-Involucrar la emoción no significa que podés hacer todo el berrinche que quieras, que yo voy a estar aplaudiendo, ¿no?
-Yo siempre tengo una frase que me parece que es muy gráfica, que es que nosotros podemos limitar la expresión emocional. No podés gritar y patalear en el medio de esta sala de espera porque hay gente que está enferma. Por ejemplo, si estamos en una sala de un médico. Pero sí podés estar enojado y sí podés estar triste; pero hay un lugar para cada cosa, entonces no limitamos la emoción porque yo no puedo digitar cómo se siente mi hijo. Y si yo en ese momento le digo “cállate que no pasa nada”, lo que estoy haciendo es que se guarde esa emoción y nosotros que somos adultos sabemos que cuando guardamos nuestras emociones y las reprimimos a lo largo de los años, eso tiene sus consecuencias y después tenemos muy poca gestión emocional porque no hemos pasado por esas pequeñas frustraciones, esos pequeños enojos de la infancia y no nos han acompañado. Todo lo que es una emoción incómoda “cállate, no llores, no grites” y solo nos admitían las emociones más fáciles de llevar. Entonces llegamos a la adultez con muy poca gestión emocional. Y ese justamente es también el desafío que tenemos los padres hoy de gestionar nuestras propias emociones, de aprender nosotros sobre nuestros enojos, sobre nuestros berrinches, que los tenemos, para poder ayudar a nuestros hijos desde un lugar real. No es "vos tenés que hacer esto", es yo cómo gestiono mi enojo porque ellos están aprendiendo todo el tiempo de nosotros. Entonces, abrir el mundo emocional es una ganancia para toda la familia y para toda la sociedad.
Necesitamos emocionarnos de manera correcta y dejar de demonizar el enojo
NI tampoco a la angustia, la ira que son emociones tan necesarias como la alegría, la gratitud y esas emociones que nos hacen sentir bien. Necesitamos que nuestros hijos pasen por esos estados emocionales justamente para que aprendan a gestionarlos, pero en compañía.
-¿Y la relación con la llamada "generación de cristal"?
-Sí, bueno, la "generación de cristal" que está muy mal relacionada con la crianza respetuosa. Muchas veces estos dos conceptos se entremezclan mucho y yo digo que es todo lo contrario. Lo que deberíamos preguntarnos es cómo se forma la generación de cristal. Porque es verdad que la generación de cristal existe. Se trata de niños, adolescentes y jóvenes que no saben, justamente, gestionar sus emociones; que le huyen a cualquier situación incómoda. Y esto tiene un origen y te podría decir muy claramente y con mucha evidencia que no es la crianza respetuosa. Hay dos patrones que hacen que la generación de cristal sea más frecuente. El primero es la falta de límites y el segundo, la sobreprotección. En este paradigma nos fuimos al otro extremo, si veníamos de crianzas autoritarias y de que nuestros padres nos gritaban y nos castigaban, y a nuestros abuelos les hacían cosas terribles. Hoy, la tendencia es hacia el otro lado. "No, pobrecito, que no llore, no pobrecito, que no se frustre." Y eso, lamentablemente les hace daño a nuestros hijos porque no les permite pasar por estas experiencias y practicar en casa, en este lugar seguro cómo es sentirse de esa manera. Entonces los padres están poniendo algodones alrededor de ese niño para que no se lastime, para que no llore, para que no sufra. Y estamos en la cultura de la inmediatez, donde todo se soluciona con una pantalla, con una golosina y eso hace la generación de cristal, la sobreprotección y la falta de límites. Y por el otro lado, este modelo autoritario que hablábamos antes, los gritos, los castigos, la indiferencia emocional, el estar alejados de nuestros hijos emocionalmente, de repente hay chicos que llegan a las casas y ni conversan con sus papás. Toda esta distancia y el autoritarismo a la hora de poner castigos también forman una generación de cristal, porque estos chicos se van quedando sin resto emocional. Nuestra casa, nuestra familia, debería ser ese lugar seguro a donde nosotros podemos volver a recargarnos emocionalmente. Y cuando vengan las adversidades de la vida, que las va a ver inequívocamente, tener ese tanque emocional nutrido para decir “yo puedo con esto”. Y en estos dos modelos de crianza eso no está pasando. La crianza respetuosa justamente viene a tomar estos dos extremos y equilibrarlos en “valoro tus emociones, te veo, pero esto es hasta acá y yo te voy a enseñar cómo cumplir este límite”.
-Y mencionaste las pantallas. Así que vamos de lleno al punto. El tema del juego, el juego real y el juego virtual, digital, con dispositivos. Las diferencias las vemos claramente, pero ¿por qué uno u otro? ¿Y qué pasa con las pantallas?
-Esto es muy importante, que no dejemos el juego real y que no dejemos que el juego digital reemplace el juego real. Históricamente, cuando hablamos de juego era "no está haciendo nada, está jugando". ¡Y está haciendo todo ese niño; en el juego está haciendo todo! ¿Qué se pone en juego, justamente, en el juego? Primero, el mundo emocional. Los chicos tramitan todo aquello que no pudieron terminar de gestionar, en el juego; el mundo simbólico. Cuando juegan a la mamá, cuando juegan al papá o cuando juegan a los bomberos. Ensayar escenas de la vida real. Esto de poder compartir con otros.
A medida que los chicos van creciendo, el juego deja de ser individual y empieza a ser compartido
Entonces me tengo que enfrentar también con que el otro quiere otra cosa distinta que yo, con los tiempos de espera, con tolerar la frustración. (Esta habilidad que están perdiendo tanto los chicos). Entonces, el juego es lo mejor que le puede pasar a nuestros hijos. Dejemos que nuestros hijos se aburran, necesitamos ese vacío, necesitamos que no tengan nada para hacer, porque ahí surge su creatividad y surge su verdadero ser esencial. Juegan a lo que les nace del corazón, que es muy distinto a cuando viene una pantalla que ya nos presenta una propuesta. Y ni hablar de lo que pasa a nivel neuroquímico. Todas las hormonas que se ponen en juego cuando los chicos tienen una pantalla en frente, que principalmente están relacionadas con la dopamina, que lamentablemente la escuchamos todo el tiempo porque está muy presente. La dopamina es esta hormona que está muy relacionada con el principio de placer, con sentirnos bien, con querer más y en sí misma la dopamina no es mala, es mala cuando está en exceso, es mala cuando está todo el tiempo y en una edad tan temprana de desarrollo, donde los chicos necesitan pequeñas dosis de dopamina que vengan de su propia gestión, de hacer ejercicio, de bailar una canción con mis hermanos, de crear un juego que me encante, de abrazar a mi mamá. La dopamina real, esta dopamina ficticia lo que va haciendo es que los chicos necesiten cada vez más estímulos para sentirse completos. Y en este vacío existencial vienen todas las cosas que aparecen después en la adolescencia, los vicios, las apuestas, el juego online. Entonces sí hay un límite con el que yo le digo a las familias vale más que nunca que seamos firmes con las pantallas. Las pantallas están haciendo un daño tremendo. La última recomendación de la Asociación de Pediatría Española es no pantalla hasta los seis años, porque ya directamente fue tanto lo que se abrió este campo que no se puede controlar. Entonces las familias me dicen: “pero ¿nada, ni un poquito? Ahora, sí es un chico que va al colegio, que come con su familia, que juega con sus hermanos, que hace un deporte y le querés poner media hora mientras vos cocinás. Esto es tratar de utilizar el sentido común, pero tener en cuenta que las pantallas les hacen muy mal, que los chicos no tienen que tener redes sociales ni grupos de WhatsApp, por lo menos hasta la adolescencia. Y acá el planteo es “pero se queda afuera de todo”. Y nosotros, que trabajamos con las familias y empezamos a conversar con los padres y la gracia es que todos los padres dicen lo mismo. “Yo se lo di porque todos lo tienen”, pero ningún padre se lo quería dar. Entonces necesitamos, Marisa, volver a ser tribu y volver a ser red, comunicarnos entre los padres y tener presente que esto que le estamos ofreciendo a nuestros chicos es de un deterioro cognitivo enorme y está afectando fuertemente su salud mental. Es muy importante que pongamos un freno y entendamos que lo que está en juego es la salud de nuestros hijos.
-Voy a aprovechar, así relaciono la pregunta siguiente con esto de ser un poco punta de lanza. Alguien tiene que plantarse, decir esto les hace mal. La escuela está siendo un poco esa punta de lanza, justamente porque en pandemia fue el único mecanismo, se usaron los dispositivos para seguir conectada la familia con la escuela. Y pasada esa etapa se fue viendo parte de este daño, parte muy chiquita. Es tremendo el daño. Y ahora, en 2025, se dijo "bueno, en la escuela el dispositivo no va más, excepto una actividad puntual". Y está costando muchísimo, pero es una forma de revincular familia y escuela, rearmar esta confianza.
-Sí, por suerte esta es una medida que se implementó el año pasado, por lo menos en Ciudad de Buenos Aires, esperando que sea modelo para el resto de las provincias, justamente porque se ve cómo afecta no solo el desarrollo cognitivo sino también lo social. En muchas escuelas decían que se escucharon a los chicos de nuevo reír en los recreos, porque de repente se empiezan a vincular, empiezan a jugar. Y acá esta unión que decís entre la familia y la escuela es fundamental porque somos dos instituciones (la familiar y la escolar), que estamos velando por el mejor desarrollo de nuestros hijos. Y a veces parece que hay una pelea. La escuela también le está dando una gran importancia a lo emocional, porque nos estamos dando cuenta que lo que piden los chicos hoy son herramientas para gestionar sus emociones, porque realmente ellos están sobrepasados y esto se está viendo más en adolescentes. Entonces, unirnos con la escuela, unirnos entre mamás, entre papás, en ese ratito que teníamos para buscar a los chicos que a veces, ahora, no lo tenemos porque se van en combis escolares o porque los va a buscar un familiar. Tenemos que volver a generar esos encuentros y aprovechar la escuela que reúne a todas las familias para proponer también. Yo siempre les digo a las familias propongan también ustedes, porque hay muchas escuelas que también están muy sobrepasadas con todas las nuevas modalidades que estamos reaprendiendo a criar y educar. Tenemos variables totalmente diferentes a las de hace diez años. Cambió muchísimo todo. La pandemia fue un punto de quiebre y de inflexión para un montón de cosas y la educación no quedó afuera. Tenemos que volver de nuevo al equilibrio. ¿Pantalla sí? ¿Para qué?
Unir la fuerza de las familias y de las escuelas para la crianza de nuestros chicos
Lo que más necesitan los chicos hoy es contención. Es sentir que están seguros. Y los adultos necesitamos tomar ese lugar de autoridad para brindarles esos bastiones donde ellos pueden caminar por este sendero que nosotros ya hemos supervisado por ellos. Es una tarea también de los adultos, pero los chicos lo piden un montón y por eso muchas veces los chicos están "terribles" porque están pidiendo presencia. Yo creo que lo que más necesitan hoy los chicos es presencia y lo que más necesitamos las familias también es darnos ese ratito para conectarnos familiarmente. La familia es este eje central que es la base de cualquier sociedad, más allá de los lazos de sangre. La familia es nuestra primera sociedad y es ahí desde donde se construye todo.
-Estamos llegando al final de esta conversación, pero antes, una palabrita de la Brenda Tróccolli autora.
-Muy contenta, muy feliz. Estoy escribiendo mi primer libro con editorial Planeta. Justamente vamos a tratar muchos temas de crianza. Va a hablar mucho también sobre nosotros, los adultos. Es un libro que nos invita a revisarnos profundamente, porque desde mi mirada, el único lugar real donde podemos cambiar la crianza es cambiando nuestra forma de ser y de estar con nuestros hijos. Hay una modificación que es urgente en cómo nosotros transitamos y gestionamos las emociones y desde ahí poder hacer cambios verdaderos sin exigirles a nuestros hijos conquistas que nosotros todavía no hemos atravesado. Así que en eso estamos y espero, cuando salga, poder traérselos y hablar nuevamente de este tema.