Cómo celebrar o por qué el fin de año no es el fin de un año
La llegada y los festejos del fin de año, conocida también como Año Nuevo, tiene una gran historia de muchas y varias celebraciones.
La fecha en la que comienza y termina un año no tiene su base en la ciencia, sino que es una convención, o sea un sistema "inventado": Asumir que el año finaliza a la medianoche del 31 de diciembre y el 1 de enero empieza otro, es una construcción social, una definición que se hizo en un momento de la historia. Celebramos entonces con nuestros seres queridos o solos (depende del momento de nuestra vida) ese sentimiento que se relaciona con volver a empezar, con la esperanza de lo mejor por-venir. Cada uno experimenta las celebraciones de modo único y por ello es importante priorizar el bienestar y salud mental durante estas ocasiones.
La celebración del fin de año, conocida como Año Nuevo, tiene sus raíces en antiguas culturas y tradiciones. En la antigua civilización egipcia lo celebraban en Julio, cuando el rio Nilo desbordaba su cauce y fertilizaba la tierra, de este modo marcaba un nuevo ciclo agrícola. En el Imperio Romano se celebraba el 1 de marzo pero a partir del 153 antes de Cristo, modificaron la fecha al 1 de enero en honor al dios Jano quien tenía dos caras. Con una veía el pasado, con la otra al futuro.

Aquellas celebraciones que se repiten año tras año, tienen un impacto significativo en la salud mental de las personas. Pueden ser de carácter positivo o negativo.
Positivos:
- Alegría y bienestar: los festejos generan sentimientos de felicidad, de conexión, de pertenencia grupal.
- Tradiciones: crean a partir de los recuerdos, rituales que crean sentido de continuidad y arraigo.
- Conexión social: fortalecen lazos familiares, de amistad, laborales.
Negativos:
- Estrés y ansiedad: toda la planificación del festejo genera tensión.
- Recuerdos dolorosos: pérdidas y peleas se encuentran en esta variable. Entre familiares cercanos existen arrepentimientos posteriores, porque el tiempo que pasa es de carácter irrecuperable y la mayoría de las peleas pueden evitarse si la palabra circula. Si no hay palabra por el enojo, se profundiza una herida difícil de remontar.
- Presión financiera: con los tiempos que corren, el gasto asociado con las celebraciones genera estrés financiero y ansiedad.

¿Qué hacer con todo esto? Hay algunas soluciones posibles sobre todo si las celebraciones generan malestar en vez de alegría. Se debe considerar crear festejos que se adapten a nuestras necesidades y preferencias. A veces compartir con amigos lo que nos ocurre es imprescindible o consultar un profesional de la salud mental si necesita apoyo.
Otra cuestión es establecer límites: decir “No” establece una adecuación al agobio del conflicto puesto se debe dar importancia a nuestras propias consideraciones. Tenga en cuenta que esa negativa deberá aclararse para más adelante. No se trata de un No en silencio.
En caso que por cualquier motivo debamos festejar solos, reflexionemos sobre el año que pasó. Veamos logros, desafíos, momentos destacados del año que finaliza. Piense en lo que le gustaría lograr el próximo año. Cocine su plato favorito y brinde por Ud. mismo. Recuerde que estar solo no significa que no pueda tener una noche especial de introspección. Eso sí: aleje ese hábito de repetir más vale sólo que mal acompañado. En sus argumentos incluya nuevos planes para otros festejos con la consigna que una fiesta es para disfrutar, no para sufrir y recuerdo que quien celebra, no pelea.
A todos los lectores de la columna les deseo un feliz y próspero 2025
¡Brindemos!

* Carlos Gustavo Motta es psicoanalista y cineasta.

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