Dolor, daños y solidaridad: lo que la tormenta dejó alrededor de Valencia
Un joven mendocino cuenta cómo están los pueblos afectados por la dana y cómo los pobladores se ayudan entre sí. Dolor y muestras de solidaridad.
Viernes 1 de noviembre, día de todos Los Santos en España. Los santos son los miles de voluntarios llegan a las zonas afectadas por la dana, la tormenta que dejó un desastre e los alrededores de Velencia, en bus, caminando, en moto y hasta en bicicletas. Llevan agua, elementos de limpieza, comida y herramientas improvisadas para ayudar.
Dicen que el pueblo valenciano es “duro” y que “ama la terreta”. Creo que tienen razón. Mientras caminaba entre la multitud, sentía emociones entremezcladas: miedo de no saber qué iba a ver, adrenalina de querer ayudar, pena de lo que empezaba a encontrarme. Crucé la pasarela que le dicen “el puente de la solidaridad” que une Valencia con los pueblos afectados: La Torre, Paiporta, Alfafar y muchos más. Entramos por La Torre, que devolvía una imagen dantesca. Muchísimo barro, agua, autos apilados, muebles de casas tirados y comercios en ruinas.
La tormenta dejó reventados todos los pueblos alrededor de Valencia. Se había empezado a movilizar y a difundir todo entre los grupos de WhatsApp para ayudar. Había un montón de gente organizándose para ayudar con alimentos, agua, palas. La Torre es el primer pueblo y parecía una guerra: autos dados vuelta, las cosas afuera de las casas y hasta botes. Había mucha gente llorando, sacando las cosas de sus casas sin entender. En las casas había barro hasta el techo.
Caminamos unos 40 minutos hasta Alfafar, donde el barro llegaba a las canillas. Llevaba 6 botellas de agua y al verme, una familia de un “bajo” (planta baja de un edificio) me pidió que les convidara. Me acerqué y repartí las botellas. Al ver la entrada al edificio en donde el agua había llegado a más de 3 metros, entré a ayudar.
La casa de Paquita, la jefa del hogar, ya no era su casa. Era un conjunto de muebles, platos, electrodomésticos y mantas cubiertas por el barro. Se veía en el techo hasta dónde había llegado el agua. Guantes, una pala y a sacar barro. La gente entraba y salía entre llantos y abrazos, muchos de los voluntarios con los ojos llenos de lágrimas en la inútil tarea de rescatar algo. “Paquita, esto lo tiramos” y solo lágrimas de respuesta. A las 15:30 ya estaba casi toda la “casa” de Paquita vacía, solo quedaba barro. Ese barro no se puede secar. Paquita estaba destuida. entre llanto y shock. No puedo explicarlo bien. En ese momento solo quedaba abrazarla y llorar con ella.