Nueve meses gestando un lazo para toda la vida

Ni romantizarlo ni estigmatizarlo, el embarazo es un momento único en la vida de una mujer y de su hijo. Cada vez son más los estudios de memoria perinatal que prueban que cuando una mamá está bien su hijo crece bien y que todo lo que pasa en esos nueve meses imprime huellas únicas en la vida de ambos: mamá y bebé. Mi experiencia en el embarazo fue empoderadora. Y le deseo a todas las mamás que puedan vivirla así. Tomé conciencia de la importancia de cuidar mi cuerpo y entendí que de todo lo
que era capaz, incluso de algo tan espectacular como estar creando vida, cobijando a mi hija durante las 38 semanas que transitamos esta etapa.

Agradecí poder hacerlo acompañada y entendí que difícil es este camino cuando hay soledad. Miro hacia atrás y pienso que mi esposo, mi familia, mis amigos, todos estuvieron cerca. En el programa “Defensores de Mamás” del que participé durante años en Frente Joven siempre decimos que “cuando una mamá cuida de su hijo también necesita que cuidemos de ella”. Entendí en carne propia lo que eso significa. Un mensajito. Un vasito de agua. Un abrazo. Así funciona una red de contención. Entendí que sentía cada una de esas mamás a las que durante años acompañé y validé en mi propio corazón tantas caras llenas de emoción cuando les preguntaba cómo estaban, cómo había sido su semana, cómo había ido todo con el obstetra y cuando junto a todos los
voluntarios conocíamos a sus bebés. Es todo tan necesario. Gestar es abrirse a recibir todo lo bueno de la vida para poder darlo a nuestros hijos. Cuánto mejor estamos, mejor están. Es así.

Le agradezco a Dios por haber vivido así esos nueve meses: desde que contamos la noticia en nuestra fiesta de casamiento que habíamos tenido que posponer por la pandemia, hasta poder tener a mi bebé en un entorno respetuoso y con mis pilares cerca, mi esposo, y mi mamá, que estuvo ahí en ese momento y hoy me acompaña desde el cielo. Pero este relato comenzó con una premisa en la que quisiera detenerme: las embarazadas muchas veces enfrentan escenarios difíciles, hostiles y momentos no tan cómodos, ni tan lindos. Por eso, la sociedad debe trabajar para poder abrazarlas, incluirlas y alentarlas. Ni romantizar esta etapa nos ayuda porque las circunstancias pueden ser las mejores pero cada embarazo es un mundo. Y las mamás también tenemos miedo. Son meses de espera. Muchas veces de incertidumbres.

Y, por otro lado, tampoco es bueno el estigma que hoy cargamos las mamás. Más aún, las que viven en situación de vulnerabilidad: las trabas o falta de acceso al sistema de salud, la falta de formación, y la falta de contención hacen muchas veces más heroico transitar estos nueve meses. Considero que como sociedad debemos dejar de estigmatizar la maternidad. Aun hoy, las mujeres con vocación de madre debemos escuchar: “Mirá que se te termina la carrera, eh”; “No es momento en esta oficina para licencias por maternidad, chicas”; “¿Tantos hijos vas a tener?”, entre algunas de las frases canceladoras y desalentadoras más escuchadas.

Gestar es un verbo fuerte. Es intenso. Es único. Deseo que en Argentina podamos ser cada vez más abrazadas. Porque el abrazo a una mamá es el abrazo a la vida. Análogamente con un proverbio conocido, creo firmemente que el grado de civilización de una sociedad se mide por la forma en que trata y en el lugar al que ubica a las mujeres embarazadas. Generar redes de contención es  abrazar la vida. Deseo que esas redes se expandan en el país y que alcancen a cada mujer que hoy lleva vida en su vientre.

* Ana Marmora, abogada, periodista, especialista en DDHH por la Universidad Austral.