Pasión por la montaña y la nieve: el motor que impulsa a trabajar en los centros de esquí
Miles de personas se mudan cada invierno para trabajar en gastronomía, venta y alquiler de ropa e indumentaria adecuada, mantenimiento en los medios de elevación. También, instructores de esquí y patrullas de rescate.
A pesar de las dificultades habitacionales, la pasión por la vida en la montaña y la nieve atrae a los trabajadores de los centros de esquí del país. Estos lugares requieren miles de personas trabajando a diario. La mayor parte viaja desde otros lugares del país, y también desde el exterior, para cubrir los puestos de trabajo que ofrecen los deportes de invierno.
Personal de gastronomía, venta y alquiler de ropa e indumentaria adecuada, mantenimiento para los medios de elevación. La vedette son los instructores y acompañantes de esquí, además de las patrullas de rescate, llamados pisteros socorristas. Gracias a esa mano de obra, que por lo general tiene empleo formal y bien pago, funcionan los centros en la montaña argentina.

Poco alojamiento y caro
Siempre ha sido un problema, pero este año más. En los grandes centros de esquí del país el alojamiento está enfocado en el turismo y queda corto para quienes necesitan alquilar durante tres o cuatros meses, con el fin de trabajar.
En Bariloche la situación es crítica. “Es dificilísimo conseguir un lugar aceptable y que esté a buen precio. Si venís de otro lado te toca habitación en una casa de alguien y te piden fortunas”, cuenta un instructor de esquí. Hace dos años él pagó 60 mil pesos al mes, por una cama, con baño y comedor compartidos. Para esta temporada, en que las personas propietarias prefieren alquilar en dólares vía Airbnb, “no hay referencia, no hay techo” en los precios.
“Hay gente que me ha confirmado que viene a hacer temporada y después se bajó porque no pueden conseguir dónde quedarse”, cuenta Natalia Zabaleta, directora de la escuela de esquí Montain Catedral.
En esa empresa trabajarán este invierno 53 personas, entre instructores de esquí, snowboard y acompañantes. Además de personas de todo el país, “viene un chico de inglés, dos italianas, una suiza, un chico de Portugal, dos españoles y una chica francesa”, cuenta Natalia.
Bruna Codoni, quien trabajó este verano en Colorado, Estados Unidos, dice lo mismo. Le costó mucho conseguir la visa, pero aún más dónde alojarse. “Es muy caro porque es un lugar muy exclusivo, entonces vivir ahí no es barato”.

Algo habitual en los centros de esquí internacionales es que los trabajadores alquilen un departamento en grupo y terminan durmiendo en condiciones de hacinamiento. Hasta 3 ó 4 en una habitación, cuenta Nanika Stahringer, quien hizo cuatro temporadas en las pistas del Cerro Catedral (Río Negro), como ayudante e luego instructor en una escuela de esquí.
En Las Leñas, Mendoza, las mismas empresas suelen encargarse de alojar a sus trabajadores. De otro modo sería difícil tener personal todos los días, ya que este centro de esquí es como una isla en la montaña. Queda a 80 kilómetros del centro urbano de Malargüe y el estado de la ruta en la montaña no favorece el acceso.
Por otra parte, el trabajo en la nieve suele ser duro en plena temporada. Durante las tres semanas de pico, que coinciden con las vacaciones de invierno en Argentina, en las pistas casi nadie tiene franco. Se trabaja de 8.30 a 17, con un solo break para el almuerzo.
Aún así, quienes eligen esa vida dicen que vale la pena el esfuerzo.
Trabajar y viajar
Algo típico para quienes aman la nieve es trabajar en centros de nieve de Estados Unidos cuando sos estudiante universitario. En el país del norte hay 470 puntos oficiales donde practicar esquí y deslizarse con snowboard. Vail, en Colorado, es el más grande.
Cerca de allí estuvo Bruna Codoni este verano. Ella tiene 24 años y estudia medicina en Mendoza. Más que el dinero que ganó, trabajar en Estados Unidos fue la oportunidad de esquiar en una de las mejores pistas de esquí del mundo. Donde la joven estuvo deslizándose el pase para el uso de las pistas costaba 200 dólares por día.
Hasta las cinco de la tarde ella trabajaba, junto con dos amigas de Mendoza, en armado de equipos de esquí y snowboard. Después se dedicaba a hacer lo que ella ama. “Todos los días libres que me daban hacía snowboard”, cuenta.
Lo mismo dice Nanika Stahringer, quien en la primera parte de su carrera logró sumar horas de tablas gracias a un trabajo fijo en Catedral, el centro de esquí más grande de Latinoamérica.
Algunos instructores y socorristas realizan doble temporada en distintos lugares del mundo. Durante el verano argentino viajan a encontrar la nieve en Japón, Andorra, España, Suiza, Italia o Estados Unidos. Durante mucho tiempo eso hizo Natalia Zabaleta.
Amor por la nieve

Natalia trabaja en el Cerro Catedral y vive en Bariloche. Aunque ella nació lejos de la nieve, en Entre Ríos, sus padres la llevaron a esquiar desde niña a la montaña de Mendoza, donde surgió su amor por esa capa blanca que todo lo cubre. Al principio iban a Vallecitos y, cuando faltó nieve, empezaron a vacacionar en Las Leñas.
Mientras estudiaba Administración de Empresas en Buenos Aires, empezó a hacer temporadas de trabajo en Estados Unidos. Se fue a Lake Thoe, California. Allí, alrededor de un lago hay 17 centros de esquí, para todos los gustos.
“Hice 10 temporadas en total allá”, cuenta. Entre tanto comenzó su carrera como instructora en un escuela del Cerro Catedral, donde hoy tiene el incentivo de ser socia minoritaria.
Lo que ella dice sintetiza el sentir de muchos: “Nunca lo sentí como un trabajo, para mí era una manera de estar cerca de la montaña. Ponerme las botas, estar calentita, con tu grupo de amigos”.
Este año los instructores de nivel 1 van a ganar entre 4.500 y 5000 pesos la hora. Pueden trabajar entre cuatro y seis horas por día, de acuerdo con la afluencia de estudiantes. Claro que para ello antes deben invertir en la certificación que otorga Aadidess (Asociación Argentina de Instructores de Esquí, Snowboard e Instructores Socorristas) o estar recibidos de Educación Física en la Universidad del Comahue.
Por encima de todo
Abel Sayegh ha trabajado dos temporadas en Las Leñas. La primera limpiando esquíes y otra, el año pasado, consiguió empleo de mozo en un bar que funciona arriba de las pistas de Minerva.
Bajar cada día esquiando, desde el bar hasta su alojamiento, ha sido para él un pago extra.
En cuanto a dinero, cuenta que ha conseguido traer ahorros y que siempre lo han contratado de manera formal.

Aunque ha trabajado tres meses, de corrido, sin días de franco, este año quiere volver ¿Por qué? “Estar ahí. Disfrutar de la nieve, estar en contacto con la montaña, el paisaje”.
Con 31 años, Abel está a tres materias de recibirse de guía de montaña en el Instituto de Educación Física (IEF) de Mendoza. Su experiencia de trabajo en Las Leñas lo anima a terminar para hacer el curso de instructor y después el de pistero. Se llama pisteros socorristas a quienes cuidan la seguridad en las zonas de esquí, para que no le pase nada a nadie.

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