La inesperada receta para salir de la grieta
En nuestro país se está viviendo un clima de grieta entre los tres poderes del estado, entre los espacios políticos, entre los políticos y gran parte de la sociedad. Desde su columna semanal de Entremedios, Damián Fernández Pedemonte analiza este tema en MDZ.
El escritor argentino Ricardo Piglia sostenía que el discurso literario es todo lo apuesto al político. El primero es gratuito, polisémico, creativo, mientras que el segundo es impositivo, unívoco, en blanco y negro. Parte del problema que padecemos actualmente en la Argentina radica en haber olvidado en lo que tenemos en común, en la capacidad de comprender al otro. Otra parte es que nuestras adscripciones ideológicas no tienen que ver con la búsqueda de la solución más razonable a los problemas comunes más urgentes sino con la fidelidad a las convicciones de grupo, con frecuencia poco ponderadas y consideradas como irreconciliables con las del resto.
El martes 9 de mayo asistí al Summit de Amcham (Cámara de comercio de Estados Unidos). Uno de los expositores centrales fue el presidente de la Corte, Horacio Rosatti. Fue de los escuchados con más expectativas por el contexto de extrema tirantez entre el gobierno de Alberto Fernández y la Corte Suprema de la Justica de la Nación. Explicó que la Corte debería concentrarse en velar por el respeto de las garantías constitucionales y no ser el tribunal de última instancia para tantos casos que no son fundamentales y pueden quedar resueltos en la instancia previa. En Estados Unidos, graficó, la Corte Suprema trata unos cien casos por año, en Argentina no menos de 15000. Algunos casos se elevan a la Corte sabiendo cuál va a ser la sentencia de esta, sólo para ganar tiempo. Esto lo dijo horas antes de que se diera a conocer la resolución de la Corte de suspender las elecciones que iban a tener lugar este domingo en Tucumán y San juan. Más allá del aspecto técnico jurídico, la oportunidad y forma de la resolución de la Corte tiene evidente contenido político en un momento en que recibe de parte del Presidente y del kirchnerismo todo tipo de presiones y admoniciones.
En otro panel de la misma cumbre empresaria conversaron las diputadas y diputados Graciela Camaño (Consenso Federal), Emilio Monzó (JxC), Silvia Lospennato (JxC) y el senador Alfredo Cornejo (UCR). No había representante del Frente de Todos, pero hubo coincidencia sobre la parálisis del Congreso: la existencia de posiciones irreconciliables lleva a no sesionar y a no avanzar siquiera con los proyectos de ley impulsados por la oposición, para no parecer colaboracionista con el gobierno. Quien expresó de manera más clara esta supresión del diálogo en el Congreso fue Lospennato. Opinó que no saldremos de esta parálisis de cooperación hasta tanto no se cambie “la política de que vamos a eliminar al otro (que para unos es la casta, para otros el kirchnerismo, para unos el peronismo y para otros la derecha)”. El cambio de mentalidad no se dará si no “empezamos por respetar que el que está sentado del otro lado del recinto también representa una parte de la argentina. Y empezamos a desafiarnos a nosotros mismos para que nos importen menos las redes y nos sentamos juntos a trabajar por mejorar las leyes”.
En este clima de grieta entre los poderes del Estado y dentro de ellos, que se suma a la grieta entre los espacios políticos y entre los políticos y gran parte de la sociedad, asistí al final de la semana a una conferencia de la filóloga y escritora española Irene Vallejo en la Feria del Libro. Esta exquisita aragonesa ha hecho de un libro sobre historia de los libros un best seller mundial. En El infinito en un junco, construyó con la historia de la escritura, un fascinante relato de intrigas y de aventuras, en donde los héroes son todos los aquellos que como los escritores, los copistas, los bibliotecarios, los impresores hicieron posible que el libro naciera,
creciera y llegara hasta nosotros, salvándolo de peligros como incendios, saqueos o prohibiciones, a los que se enfrentó a lo largo de su historia, que es la historia de nuestra evolución cultural. Unas trescientas personas se apiñaron en torno a esta encantadora
intelectual cuyo libro tiene marcas de relato oral (en homenaje, como contó, al íntimo ritual de su madre contándoles cuentos por las noches cuando era niña). Es que es una gran oradora y una defensora del poder de la palabra bien escogida para embellecer las relaciones humanas.
En un momento la periodista Flavia Pitella le preguntó por el valor de los clásicos. Vallejo respondió que hay que mandar a leerlos sino simplemente advertir de lo que se pierden a quienes no los leen porque los consideran difíciles. Y compartió su experiencia al leer a Safo de Lesbos, una poetisa griega del siglo VI AC y constatar con asombro que desde esa época arcaica le llegan versos reveladores sobre el amor, el deseo y las inquietudes más íntimas perfectamente comprensibles y relevantes para ella en la actualidad. Si podemos comprender a una autora tan lejana en el tiempo, ¿cómo no nos podremos entender con nuestros contemporáneos? Los clásicos, toda la literatura, nos llevan en dirección opuesta al conflicto agresivo, a las divisiones inconciliables. Nos hablan también del malentendido, tan propio de la comunicación humana, pero sobre todo de nuestra idéntica condición humana, de nuestra íntima solidaridad pese a todo.
Octavio Paz fue el escritor que quizás llevó más lejos la idea de que la literatura puede contribuir a alimentar la imaginación política. En la Otra voz, propone a la poesía como un cantero para aprender de la trama de las palabras, de esa reconciliación entre opuestos que son las imágenes literarias, la fórmula de la fraternidad política, la conciliación de lo diverso, la unión en la diferencia
¿No será que los políticos leen poca literatura? ¿No será que, por haber dejado de leer todos nosotros por placer, instalándonos en esos mundos posibles, sin pedir nada a cambio, dejan de comparecer ideas que nos permitan superar los tópicos, los prejuicios, los lugares comunes, la agresividad que hoy colonizan las ideas políticas en boga y también las nuestras?
* Damián Fernández Pedemonte (Director de la Escuela de Posgrados en Comunicación de la Universidad Austral).