Experiencia MDZ

Un viaje a la absurda actividad que atrapa en un paraíso de la Patagonia

La pesca con mosca es una actividad que parece absurda; que hace difícil lo que parece fácil. La mímesis que ocurre dentro del río Chimehuín, en Junín de los Andes y un artesano que nos guía.

Pablo Icardi
Pablo Icardi sábado, 1 de abril de 2023 · 10:04 hs
Un viaje a la absurda actividad que atrapa en un paraíso de la Patagonia
Mario Leyva, guía y amante de la pesca con mosca. Foto: Pablo Icardi
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No está claro si es un río rodeado de árboles, o árboles que tienen un río; sauces enormes que se comieron a ese curso de agua y lo administran a gusto. Ese bosque parece impenetrable y bajo sus ramas, se supone, que hay una vida por descubrir en el Chimehuín, en Junín de los Andes, en Neuquén.

Se ve el fondo y el agua, cristalina y suave, avanza de manera coreográfica. No está helada. Los que saben, cuentan que la temperatura ha cambiado como ha cambiado el clima. Incluso, como ocurre en varios ríos de la Patagonia, comenzaron a aparecer especies de peces, algas e insectos que antes era impensado tan al sur.

Los árboles "se comieron" al río Chimehuín.

La belleza del lugar genera alguna ansiedad antes de que ocurra la metamorfosis de la que inevitablemente uno es parte cuando practica esta absurda actividad: la pesca con mosca. Cuando era niño era un deseo. Con mi hermano leíamos y releíamos "hablemos de truchas", una historia relacionada con ese anhelo que parecía inalcanzable; dar el salto de ser un sacador de pescados para practicar ese arte. 

Mario Leyva es guía de pesca y la pesca es su vida. Recorre el río con naturalidad. Lee las aguas, esquiva obstáculos, entiende lo que pasa bajo la superficie y arriba también.  Ha trabajado todo el día, pero ahora es su momento, al atardecer. Se mete, sigiloso. Mira, espera y descubre unos insectos amarillos que brincan e intentan salvarse sobre el agua.: "es ahora", dice. Mueve la caña como un esgrimista, como un espadachín que hace sombras. Lanza la línea y el insecto artificial que usa de señuelo se posa sobre el río, mimetizado. Me indica cómo hacerlo para que  ese pedazo de pluma que ahora parece un insecto llegue lejos y de repente, un salto; un tirón en la caña, que se dobla y forma una parábola, y el corazón se acelera.

Sí, parece estúpido desde afuera. Parece estúpido para quien no ha estado metido adentro de un río, en la Patagonia, sin ruidos más que el correr del agua y sin preocupación mayor que intentar ubicar la mosca en un lugar lejano. La caña se dobla y empieza una lucha. Saltos, tirones bajo un pozón, una corredera, la fuerza que se multiplica. Ambos estamos por darnos por vencidos. El pez no se deja atrapar. Se desengancha, y vuelve a su río.

Máquina de Golbert

No debe haber actividad más rara. Engañar de manera artificial a peces en un ambiente natural extraordinario. Existe

 

una paradoja casi existencial. Pescar es una actividad que acompaña al hombre desde que tiene hambre; saca aún hoy su lado más primitivo. Pero los pescadores con mosca lo hacen de manera extravagante. No habrá carnada fresca, lombrices, nada de carne, cebos para sacar peces. En cambio se usan plumas, hilos, pelos y lo que sirva para camuflar.  Es algo retorcido, esa idea de complejizar lo que parece fácil. Como una máquina de Golbert en la que la preparación puede ser más importante que la ejecución. Se elige el camino largo de intentar imitar artificialmente a la naturaleza para, ahora sí, ejecutar un rasgo bien humano: el arte de la seducción y el engaño para capturarlos. En el río hay varias metamorfosis y probablemente de eso se trata esta actividad; de cambios, de mímesis y adaptación.

La mesa de trabajo de Mario, donde imita a la naturaleza con la destreza de un artesano. 

Junín de los Andes es la capital de la pesca con mosca. Es el portal de ríos y lagos y mantiene vida de pueblo. A la gente le gusta festejar. Hay muchas fiestas, como la Fiesta Nacional del Puestero o la Fiesta Nacional de la Trucha. Pero como se les hacía poco, inventaron las “pre fiestas”, para duplicar las oportunidades de encontrarse. Es común ver muchos juninenses nacidos y por adopción, junto con “gringos”. Pescadores de truchas que viajan desde Estados Unidos y Europa para buscar los peces de la Patagonia que fueron introducidos para ese mismo fin a principios del siglo XX. Una curiosidad: los “gringos” vienen a pescar los peces inmigrantes que al parecer dan más pelea que en sus cómodos ríos originarios.

Mario es patagónico por donde se lo mire. Nació en San Martín de los Andes y se arraigó a Junín con su familia. Lo primero que hace, ante cualquier duda, es abrir la puerta de su casa que, como ocurre en gran parte del pueblo, no tiene trabas, rejas ni alarma.

La morsa donde se gestan los insectos. 

Hay una mesa en un rincón de la casa que tiene morsas, tijeras, púas: hilos, plumas, pequeñas pelotitas. Cueros, telas, retazos. Es el lugar de trabajo de un artesano. Mario juega a imitar a la naturaleza. Antes, estudió a los bichos que viven en el río. Las ninfas bajo el agua; los insectos alados luego de la eclosión; los pequeños peces y crustáceos. Como todo en este micromundo, parece extraño. Ahora, por ejemplo, quiere emular a un chiloporter, un insecto amarillo que eclosiona antes del anochecer, en el crepúsculo, sobre las aguas del chimehuín. Es un insecto hermoso, alado y que brinca sobre el agua para salvarse en su estado natural. Mario hace movimiento sigilosos sobre la morsa, teje; sabe que necesita un material que flote, pero puede hundirse en una parte.

Media hora después, está todo listo.

Antes de entrar al río, la cabeza da vueltas. Pagos por hacer, trabajo por cerrar; algún problema familiar que merodea. Al pisar el agua el fresco y las cosquillas que genera la correntada recorre el cuerpo. Pisar suave sobre las piedras; mirar los bichos, elegir una mosca; atarla al “típet”. De a poco, el enfoque cambia. Ahora por la cabeza pasa la compleja preocupación de imitar a la naturaleza; de mover la caña y lanzar la línea a un lugar elegido. El anzuelo se engancha a la rama de un árbol, en una piedra y hasta en la ropa. Pequeñas frustraciones. Se imaginan piques que rara vez ocurren. La pesca es un deseo más que una realidad en el medio del río. Hay  tropezones. Se siente el aire fresco, el cantar de los sauces. La mente se despeja; el ambiente abre sus puertas. La metamorfosis ha ocurrido.

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