Opinión

La posverdad en la educación

Los países de la región hace años que comenzaron a mejorar la calidad académica y ya se están viendo los frutos en las pruebas internacionales quedando rankeados en posiciones más altas que nosotros.

Cristián Expósito sábado, 16 de diciembre de 2023 · 07:00 hs
La posverdad en la educación
Estamos planteando la necesidad de recuperar una educación que brinde un conocimiento objetivo de todas las ciencias. Foto: Pexels

Les Luthier presentó en la "Suite de los Noticiarios Cinematográficos" de Johann Sebastián Mastropiero (Vol. 3) una noticia sobre la ficticia República de Feudalia, donde el Presidente de dicho país, Mariscal Manuel Anzábal, tomaba juramento a sus ministros: el General Roberto Frelloni en Salud Pública, el Contraalmirante Esteban Rómulo Capdeville en Agricultura, el Brigadier Jorge McLennon en Vías Navegables, y el Cabo 1º Anastasio López en Educación y Cultura. Evidentemente, la intención era destacar que en Feudalia la educación no era una prioridad.

Este personaje ficticio no difiere mucho de nuestra realidad educativa, ya que muchos “Cabos 1º” han ocupado roles destacados en el Ministerio de Educación, universidades, escuelas y aulas de nuestro país. Además, han promulgado leyes y han influido  ideológicamente en cómo se debe educar, qué se debe enseñar y quién es apto para hacerlo. Las consecuencias de esta desidia política hacia la educación, o la manipulación ideológica que ha tenido lugar a lo largo de varios mandatos gubernamentales, han generado daños difíciles de revertir.

Las consecuencias de esta desidia política hacia la educación, o la manipulación ideológica que ha tenido lugar a lo largo de varios mandatos gubernamentales, han generado daños difíciles de revertir.
Foto: MDZ.

Nos han ido determinando y limitando la capacidad de aprender desde todos los flancos. En primer lugar, se desestima el aprendizaje basado en la memoria: ya no se valora una poesía bien declamada ni el dominio de una tabla de multiplicar o un teorema. Después, se propaga la idea de que las ciencias blandas son más fáciles que las duras, tomando el “arte” como
ejemplo: un esperpento se considera una obra de arte que prescinde de habilidades como el dibujo, la pintura, la escultura o la comprensión de proporciones del cuerpo humano y de la realidad. Tampoco se requiere conocimiento de perspectiva, ya que el arte ha dejado de estar ligado al mundo objetivo para volverse meramente subjetivo.

Este es el mismo proceso que Ockham y Descartes suscitaron en la Filosofía y lo replicaron los existencialistas y deconstructivistas del siglo XX; también los sociólogos posestructuralistas franceses como Foucault o Butler. Este conjunto de próceres de la subjetividad, pusieron en tela de juicio el propio sentido común y la capacidad del hombre para conocer la verdad objetiva. Esta clase de pensadores eran aborrecidos por el gran filósofo antiguo, Aristóteles. En su tratado de lógica, Aristóteles plantea que: si un hombre pregunta si la nieve es blanca o si los dioses son honorables, este hombre no merece respuesta, este hombre merece la muerte porque está atentando contra el sentido de lo obvio o lo que nosotros comúnmente denominamos “sentido común”.

Nos han ido determinando y limitando la capacidad de aprender desde todos los flancos.
Foto: MDZ.

Esta falacia solo afectó en gran medida a las ciencias blandas, porque las duras eran completamente empíricas. Podían cuestionar el concepto de ley de gravedad, pero nadie se atrevió a desafiarla. La pedagogía, como ciencia, se vio envuelta en estos relatos subjetivos. A través del uso de términos, conceptos y palabras rebuscadas, retorcidas y, en muchos casos, inventadas, que aportan poco o nada, la pedagogía fue conducida por el sendero de la posverdad. En lugar de promover la excelencia académica, solo enarbola la bandera de la ignorancia, la discriminación y la violación de los derechos que supuestamente defiende.

Las investigaciones indican que los estudiantes de los profesorados en Argentina ocupan el decil más bajo en los resultados académicos del secundario, también informan que la mayoría de ellos optan por la carrera de pedagogía luego de fracasar en otras carreras. En síntesis, la pedagogía no es una opción atractiva, por lo tanto, no se puede esperar que los docentes en nuestro país sean profesionales competentes, cultos e intelectuales, ya que no tienen las bases necesarias.

Hoy en día, la pedagogía en Argentina está atravesando el camino del relato subjetivo. El pedagogo no presenta datos objetivos en sus investigaciones; en su lugar, de manera romántica, presentan experiencias de prácticas docentes y llenan páginas de anécdotas
particulares e intrascendentes sin un propósito claro para las ciencias de la educación. Las “vedettes” son las metodologías cualitativas, las cuales están pobremente trabajadas y carecen, en su mayoría, de los elementos de rigor propios. Esto se debe, a la simple y poderosa impronta subjetivista tatuada a fuego que reza “es mi verdad” y no me importa lo que la ciencia diga. También existe otra muletilla: No importa que no sea verdad, si es hermoso. No hay que preocuparse tanto por ello; simplemente, hay que disfrutar. La verdad parece ser menos interesante en estos tiempos, ya que cuando aparece, se interrumpe la fiesta justo en su mejor momento y termina por arruinarla.

En líneas generales, estamos planteando la necesidad de recuperar una educación que brinde un conocimiento objetivo de todas las ciencias, dejar de lado el relato que nos ha llevado a creer que somos competentes, pero que las pruebas PISA y Aprender niegan. Estamos tratando de explicar que la calidad educativa es fruto del mérito y que demanda el esfuerzo y dedicación de parte de todo el sistema educativo. Para lograr una mejora empíricamente demostrable en los conocimientos y aprendizajes de nuestros estudiantes y docentes, es imprescindible diseñar políticas públicas a largo plazo que proporcionen un marco de certeza objetiva. 

Cristian Expósito.

* Cristian Expósito, doctor en educación - investigador en Conicet.

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