Santoral

La iglesia más antigua de Buenos Aires se viste de fiesta

El templo católico más antiguo de la ciudad de Buenos Aires celebra 400 años de la canonización de su santo patrono.

Gonzalo Barrera domingo, 31 de julio de 2022 · 07:06 hs
La iglesia más antigua de Buenos Aires se viste de fiesta
Aún conserva su color blanco y los dinteles que decoran puertas y ventanas, signos característicos de los templos jesuíticos Foto: Gonzalo Barrera

Buenos Aires es una mezcla de historia y modernidad interminable. Siempre queda algún recoveco por conocer, una fachada con historia, la esquina de algún tango famoso o una leyenda incomprobable que alimenta la mística de la Ciudad.

Entre todos los hitos, se encuentra casi escondida y olvidada en el centro porteño la Iglesia de San Ignacio de Loyola, la más antigua de todas las de Buenos Aires. Rodeada por edificios y en medio del trajín diario del corazón de la Ciudad queda en ella el recuerdo de la antigua colonia.

El templo primitivo se emplazaba junto al edificio donde funcionaba el Cabildo de los tiempos fundacionales de la Ciudad de la Santísima Trinidad. Aquella construcción de adobe y juncos fue reemplazada a los pocos años por el actual templo que se erige en la Manzana de las Luces.

San Ignacio de Loyola
El altar principal de la iglesia cuenta con, en lugar de la cruz en el lugar central, exposición permanente para quien quiera rezar. (Foto: Gonzalo Barrera)

Aquella vieja iglesia de Nuestra Señora de Loreto (cambió de nombre con la canonización de San Ignacio en 1622) que construyeron los primeros jesuitas incluía también un colegio. El mismo fue mudado con el templo a la manzana actual por una Orden Real de mejorar las defensas de la ciudad en la Plaza Mayor.

En 1661 comenzó la construcción de adobe y madera para el nuevo templo que luego tendría ladrillos a partir de 1675, cuando se instaló el primer horno en Buenos Aires.

El templo, tal cual se lo conoce, fue parte de la construcción de la “Manzana Jesuítica”. La obra fue supervisada por Jan Kraus, superior de la compañía desde 1714 hasta 1726. Kraus había supervisado también las construcciones de las reducciones guaraníes en Paraguay y el Noreste.

San Ignacio de Loyola
El retablo de Santiago Apóstol, signo claro de la colonia española original, se encuentra en la nave sur del templo (Foto: Gonzalo Barrera)

La obra de Kraus la continuaron distintos jesuitas con especializaciones en carpintería, herrería y arquitectura. La obra, finalmente, culminó en 1734 y fue consagrada por el obispo de Asunción, Fray José Palos.

Treinta y tres años más tarde, los jesuitas fueron expulsados de los territorios reales y todas las construcciones y misiones de la Compañía de Jesús fueron encomendadas a los franciscanos.

En 1955, durante los incendios y ataques a iglesias católicas realizados por grupos del movimiento justicialista, el templo sufrió graves daños que pudieron ser recuperados por la feligresía. También, a lo largo de toda su historia, junto con la Catedral Metropolitana, ha sido uno de los principales objetivos de los ataques a iglesias.

San Ignacio de Loyola
Los decorados coloridos y dorados reflejan un paradigma estético de siglos anteriores que buscaban representar la Gloria y la idea de belleza a través del arte (Foto: Gonzalo Barrera)

Tras muchísimos años de abandono y deterioro por falta de mantenimiento, desde 1993, este templo ingresó a un proyecto integral de recuperación del patrimonio histórico de la Ciudad de Buenos Aires. Esa puesta en valor ha reubicado a la Iglesia de San Ignacio como uno de los puntos turísticos más importantes del casco histórico.

Este domingo a las 1, la parroquia de San Ignacio de Loyola, celebra los 400 años de la canonización del santo. La celebración será presidida por el monseñor Joaquín Sucunza y se espera la presencia de representantes del distintas organizaciones culturales vascas y del Ejército Argentino.

¿Quién fue San Ignacio de Loyola?

Nacido de familia noble el 23 de octubre de 1491 como Iñigo López de Loyola, formó parte del ejército en la Guerra de las Comunidades de Castilla y, luego de quedar herido en combate, comenzó su camino religioso.

San Ignacio de Loyola se instaló en Barcelona y después en Manresa, donde nacieron los Ejercicios Espirituales que propagó en París, cuando fue a estudiar teología a la universidad de la capital francesa.

San Ignacio de Loyola
La Compañía utiliza la sigla IHS, Jesucristo Salvador de los Hombres en latín, como insignia representativa de su obra (Foto: Gonzalo Barrera)

El trabajo central de su vida fue el de cambiar el ideal del peregrino solitario por el de trabajar en bien de las almas, con compañeros que quisiesen seguirle en su camino. Así, con el tiempo formó junto a sus allegados la Compañía de Jesús.

La Iglesia del Gesú, casa central de la Compañía, fue la última residencia de San Ignacio de Loyola. Allí lo alcanzó la muerte el 31 de julio de 1556, con 64 años. Fue beatificado en 1609 por Paulo V y canonizado (nombrado santo) el 12 de marzo de 1622 por Gregorio XV.

Una historia de misión y persecución

El desembarco de los jesuitas en Buenos Aires fue uno de los primeros pasos para una misión mucho más grande que llevaron adelante en todo el territorio del virreinato. Aunque Misiones y Córdoba recogen la mayor fama, la tarea jesuítica fue profunda en otros grandes lugares de aquellos tiempos virreinales.

Mas allá de que su tarea fue muy grande, las disputas de la Compañía de Jesús con las coronas europeas derivaron en la expulsión de sus territorios y su reclusión al Imperio Ruso, donde la casa imperial los protegió de las persecuciones.

A mediados del siglo XIX, fueron restaurados por decisión del papa Pio VII, como respuesta a los dos grandes movimientos anticlericales: la masonería y los liberales. Con esta restauración de sus relaciones con la Iglesia, el zarismo los expulsó de su imperio. Durante el mismo tiempo, sufrieron la expulsión de Italia y Alemania durante sus procesos de unificación. Así, comenzaron su misión en el interior de Estados Unidos.

San Ignacio de Loyola
La luz natural ilumina cada día la nave central desde la zona del altar. Las naves laterales permanecen oscuras si no usan la artificial (Foto: Gonzalo Barrera)

Así nace una relación de los jesuitas con los sectores más poderosos y conservadores de la Iglesia hasta el Concilio Vaticano II de 1962.

Durante los últimos tiempos de aquella estrecha relación de la Compañía con el poder, ingresó al noviciado Jorge Mario Bergoglio, el sacerdote porteño que terminaría por convertirse en el primer papa “negro”, en referencia a la vestimenta habitual de los jesuitas.

Desde el inicio de su papado, Francisco ha tenido una formidable aplicación de varios puntos de la teología jesuita; principalmente el lugar preferencial de los pobres y la búsqueda constante de los más alejados de la Iglesia.

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