Indigencia

La "postal" más dura de la crisis que no deja fuera ni a los niños

A la planta de tratamiento de residuos de El Borbollón (Las Heras) llega la basura procedente de los hogares de todo el Gran Mendoza. Allí, decenas de personas viven de la separación de los materiales para subsistir. Entre los "cerros" de desechos se ve a niños realizando esta riesgosa tarea.

Zulema Usach
Zulema Usach domingo, 3 de julio de 2022 · 07:08 hs
La "postal" más dura de la crisis que no deja fuera ni a los niños
En la planta de separación de residuos de El Borbollón (Las Heras), decenas de personas trabajan seleccionando materiales. Los niños no quedan exentos de esa realidad. Foto: ALF PONCE MERCADO / MDZ

Los gavilanes sobrevuelan el lugar en círculo. El sol de media mañana parece abrir paso a una jornada algo más llevadera. A lo lejos, desde la ruta nacional N°40, la inmensidad ofrece un plano de montaña de fondo mientras los camiones van llegando desde todos los rincones del Gran Mendoza. En el entorno hay silencio y el tránsito es escaso. A medida que se avanza hacia el vertedero de residuos sólidos urbanos más grande de la provincia, las secuencias dan cuenta de cómo es el día a día de aquellas personas que hoy subsisten de la separación de la basura.

Ingresar al extenso campo donde llegan los desechos del Área Metropolitana de la provincia para ser tratados bajo el formato de vertedero controlado, implica detener el tiempo en escenas que son la evidencia de la exclusión en la que se ven inmersas miles de familias que hoy no llegan a cubrir sus necesidades básicas.

Hombres, mujeres, niños e incluso, adultos mayores se sumaron a la camada que el jueves revolvía entre los desperdicios y las bolsas con residuos. El objetivo es que el tiempo se optimice, de manera de separar la mayor cantidad de materiales que luego son entregados en la planta para su posterior reutilización. Entre los montículos de basura que se acumula en forma de pequeñas montañas a medida que los camiones descargan las bolsas provenientes de cada comuna de la zona más poblada de la provincia, cada quien se focaliza a cumplir su labor.

La postal de montaña de fondo contrasta con el amplio descampado al que llegan miles de toneladas de basura todos los días. 

Nadie habla en el lugar. Las aves carroñeras, cada tanto, bajan. Son atraídas por los olores fétidos; esos que también son respirados por quienes no detienen su ritmo para separar, con sus propias manos, aquellos materiales que alguien más dejó en un tacho de basura. Allí, en la planta de tratamiento de residuos ubicada en El Borbollón (Las Heras), los cambios en lo que respecta a infraestructura son la prueba de que hubo avances en materia de tratamiento de residuos sólidos urbanos. 

Desde el punto de vista ambiental, el actual vertedero controlado implicó, entre otros aspectos, "tapizar" la tierra y construir celdas donde los desechos se degradan. Sin embargo, la postal que se aprecia en el plano social no cambió en lo profundo, sino más bien, se agravó. En el interior de este terreno y en contra de todas las leyes y convenciones que protegen sus derechos, hay niños realizando el riesgoso trabajo. Se exponen a enfermedades y accidentes de toda índole: desde un corte producido o un golpe; hasta el desarrollo de enfermedades infecciosas derivadas de la exposición a toneladas de basura doméstica.

La planta de residuos sólidos ubicada en El Borbollón (Las Heras) recibe la basura de todo el Gran Mendoza. Allí hay jóvenes, niños y adultos mayores que viven de la separación de los materiales. 

A lo largo y a lo ancho del descampado donde llegan las camionadas de basura proveniente de Capital, Godoy Cruz, Las Heras, Guaymallén, Luján de Cuyo y Maipú, las bolsas negras son arrojadas casi sobre las personas que sin ninguna protección (ni siquiera abrigo) realizan la separación. Respiran de cerca el aire viciado de los desperdicios que a esta altura ya tienen un olor nauseabundo que se entremezcla con el frío aire del invierno. Como guarecidos en el interior de una montaña de desperdicios, dos niños acompañan en su labor a su abuela.

 

Las montañas de basura son tratadas mediante un relleno sanitario en la planta de El Borbollón

"Yo tengo once años", dice entre risas y con algo de timidez Damián (nombre ficticio a fin de reservar su identidad) mientras la mujer no deja ni por un segundo de romper bolsas y separar toda clase de materiales: por un lado los vidrios, por el otro el plástico, el papel y los cartones. Todo en definitiva, puede implicar algunos centavos antes de que termine la jornada. Hablar de sus necesidades, historias e inquietudes no son en este momento la prioridad para las decenas de personas que además, prefieren no hablar. "Qué quiere que le cuente. Esto es lo que hacemos. No queda otra", expresa a lo lejos un hombre mientras separa la basura. 

Derechos de la infancia, vulnerados

Lejos de los preceptos enunciados en la Ley de Protección Integral de Niños, Niñas y Adolescentes de Argentina (N° 26061) como así también en las normas internacionales establecidas por la Convención Internacional de del Derechos del Niño y la Organización Internacional del Trabajo (OIT), una gran parte de la infancia en Mendoza está sumida en el abandono, la pobreza extrema, la exclusión y la exposición a los riesgos constantes provocados por trabajos de tipo riesgoso, como lo es, la separación de la basura. 

El hambre y la imposibilidad de asistir a una escuela en las condiciones mínimas que se requieren para el aprendizaje, se plantean con este panorama como las problemáticas que atentan contra las futuras posibilidades de desarrollo para miles de niños y niñas que como Damián no tienen otro horizonte que más que el presente que se les ofrece en manos de políticas que en lugar de bregar por su desarrollo pleno, parecen socavar sus posibilidades.

En las calles de Mendoza un niño traslada un pesado carro con residuos a lo largo de kilómetros.

 

En las calles y también en los barrios, ya es casi una secuencia común ver a los niños y grupos de ellos cargando bolsas, empujando pesados carros con basura o trasladando materiales a bordo de carros en los que sus padres trasladan los desechos sólidos que van recolectando de los domicilios. "Estamos atravesando un momento crítico y desgraciado en Argentina. No hay una política pública de fondo que ayude a poner fin a esta compleja trama que atenta contra todos los derechos de la infancia", reflexiona Nora Schulman, quien preside la Comisión Argentina de Seguimiento y Aplicación de Convención de los Derechos del Niño (Casacidn). 

Marginalidad que crece

Desde el análisis de Schulman, hoy la mirada debe estar puesta en resolver cómo se atienden las necesidades de los niños y niñas más pobres. Explica que la marginalidad ha llegado a un extremo y que se profundizó con la pandemia y se agudizó con actual crisis socioeconómica por la que atraviesa el país. "Vemos a familias enteras viviendo en la calle, comen mal y viven en muy malas condiciones y no se ve que haya una salida concreta", analiza Schulman al advertir sobre el "círculo vicioso" que genera a mediano y largo plazo este acrecentamiento de la brecha de acceso a las condiciones básicas de subsistencia para las generaciones más jóvenes; justamente, las que hoy deberían estar protegidas y no revolviendo entre los desechos de otros para poder comer.

"La realidad es que esos chicos deben estar en la escuela y sus padres deben tener un trabajo que los dignifique, que les permita tener un techo y comida", reflexiona Schulman y alerta que los Estados provinciales también son responsables de garantizar a la niñez todas las condiciones necesarias para el cumplimiento pleno de sus derechos como niño o niña. "Estos problemas son urgentes; están sucediendo ahora y de no tomarse las medidas necesarias, ni el presente ni el futuro serán óptimos", advierte la presidenta de Casacidn.

 

 

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