Mil y un relatos

Las emociones en movimiento que gobiernan nuestros días

Solemos transitar sin saber ponerle un nombre a nuestras emociones. Ni a las que nos gustan ni a las que no. Por eso, un primer paso es poner palabras a lo que sentimos para empezar a darnos cuenta de lo que nos contamos para dispararnos algunos sentimientos.

Diana Chiani
Diana Chiani sábado, 28 de agosto de 2021 · 08:20 hs
Las emociones en movimiento que gobiernan nuestros días

Para mí los días nublados tienen ese “qué se yo…”. Me resisto a ponerles una etiqueta e intento mirarlos con cariño, pero lo cierto es que de algún modo me llevan a la melancolía, la lentitud y la falta de algo que no se bien qué es, además del sol.

Las emociones son anteojos desde los que miramos el mundo y aunque es claro que no vemos lo mismo desde el enojo que desde la alegría, el enamoramiento o la frustración, solemos olvidar cómo esas emociones inciden en el modo en que nos tomamos las cosas y –sobre todo- en las palabras que empezamos a encadenar en función de las mismas.

A veces pasa que los lunes arrancamos con conversaciones de culpa por los excesos del fin de semana (¿por qué nos quedamos hasta las 3 de la madrugada enganchados a esa serie?), de lo difícil que será nuestro día o de que los lunes deberían abolirse del calendario oficial. Esto último es algo que muchas veces he pensado hasta que caigo en la cuenta de que no hay diferencia “real” entre un lunes, un martes o un miércoles.

Las emociones gobiernan nuestros días. 

Sin embargo, los días de la semana (las épocas del año, los lugares, las familias, los días sin sol, etc.) suelen tener emociones características que asociamos con sus respectivas conversaciones privadas y diversos impactos corporales. Porque aunque a veces intentemos ignorarlas, todas las emociones se sienten en alguna parte del cuerpo, nos modifican y son contagiosas.

¿Es posible evitar esto? Por supuesto que no. Las emociones “nos suceden” cuando hacemos una interpretación de algo que pasa (el sonido del teléfono, el encuentro con alguien, la lluvia) y, por caso, nos enojamos si nos tocan bocina en la calle. Pero la molestia no es por el sonido sino por el significado que le atribuimos: falta de respeto, la vida en riesgo, agresión, etc. La emoción llega en milésimas de segundo y, casi sin quererlo, aparece el grito, el gesto de ira y un millón de palabras que se agolpan y encadenan en mares plagados de razones sentirnos así.

No hay emociones “positivas” o “negativas”.  La tristeza puede servir para pedir ayuda, la envidia para descubrir anhelos olvidados y la alegría no es la mejor consejera para cerrar un contrato.

Tampoco podemos evitar emocionar como nos sale, pero sí es posible decidir cuánto tiempo quedarnos ahí… furiosos por el bocinazo. No es sencillo cortar las conversaciones que nos invaden y el primer paso es hacernos la pregunta qué ganamos al rumiar emociones que nos hacen mal u obstaculizan nuestros deseos.

No hablo aquí de emociones que pueden convertirse en estados de ánimo (más estables en el tiempo) y que precisen de tratamiento terapéutico (aunque pedir ayuda también es una decisión), sino de empezar a tomar consciencia de las que atravesamos a diario y su impacto.

Porque, para ser honestos, ¿cuántas veces preferimos –“sin querer queriendo”- el resentimiento antes que admitir que el tener “toda la razón del mundo” no nos dará la tranquilidad que precisamos? Porque no podemos cambiar los hechos del pasado o a otras personas, pero sí modificar lo que pensamos de eso y permitirnos alivianar las cargas. Es en esa modificación donde reside, aunque lleve tiempo, el verdadero poder personal.

Es que muchas veces transitamos sin saber ponerle un nombre a nuestras emociones. Ni a las que nos gustan ni a las que no. Se trata de conocer las palabras nos llevan a las distintas emociones para, así, empezar a decirnos más las que construyen caminos de bienestar y dejar de repetirnos las que nos dejan sin salida.

Por Diana Chiani. Comunicadora, editora y Coach Ontológico Profesional . IG: @milyunrelatos. Correo: escribime@milyunrelatos.com

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