Salud

El dolor de los marginados del NOA: “Hubo más casos de dengue que de covid"

En el día internacional contra el dengue vale recordar cómo esta enfermedad, desplazada de la agenda pública a causa del coronavirus, impacta en las comunidades del norte. Los rincones más pobres del país debieron enfrentarse a ambos virus y así se vive la lucha en primera persona.

Nicolás Hornos jueves, 26 de agosto de 2021 · 10:39 hs
El dolor de los marginados del NOA: “Hubo más casos de dengue que de covid"
Localidad de Aguaray, Salta. Foto: Martín Caserta

Martin Caserta es nacido y criado en Buenos Aires. Hace ya 21 años que es sacerdote franciscano y hace 8 años lo trasladaron a vivir al norte en Salta, donde se encuentra viviendo en un humilde pueblo ubicado en la localidad de Aguaray y dedica su tiempo trabajando con las comunidades del norte salteño. ¿A qué problemáticas les hacen frente las comunidades del norte argentino?

“Una de las falencias más grandes que tenemos en la zona es la falta de agua. Es una zona desértica pero a la vez es subtropical, entonces tenemos prácticamente seis meses de sequía y seis meses de lluvia. En esos meses de lluvia se inunda todo y la gente no se puede ni mover por la zona. Y por estos seis meses de sequía que ahora se extendieron, muchas comunidades no tienen acceso al agua”, comenta Martín para MDZ. Gracias a su vocación por ayudar en los rincones más humildes del país, pudo conseguir un camión cisterna para llevar agua a estas comunidades.

Martín tiene una terea relacionada a su credo, pero en la comunidad se encuentra con otras prioridades. “Son aproximadamente unas 15 las comunidades a las que llevamos agua. Cuando una familia me dice que hace 3 días no tiene agua se detiene la conversación, no le voy a hablar de Dios a una familia en esa situación, es inimaginable pasar 3 días sin agua”, expresó dolido el sacerdote que se encuentra con el gobierno y otras ayudas internacionales para poder hacer algunas obras hídricas. Las inundaciones son una gran problemática para estas comunidades que impactan en su movilidad y generan focos de infección para los virus dengue, zika y fiebre chikungunya.

Estas comunidades sufren la falta de agua, pero en los meses estivales termina siendo un problema el agua de lluvia porque atraen a todos los mosquitos.

Martín Caserta dedica su tiempo a la humanización de los jóvenes y comunidades del norte argentino.

Medidas de prevención ante la llegada de los mosquitos

“Los que podemos acceder a repelente, usamos eso. Quienes no pueden queman un maple de huevos, por ejemplo, y lo usan como una especie de espiral. Algunos con un palo santo ahúman todo. La realidad es que no hay una prevención. Sí hay todos los años un tiempo 'pre-estival' cuando empieza la lluvia que se llama 'descacharrado', donde la municipalidad y la gente se organiza y 'descacharra', es decir, saca todas las cosas viejas de las casas para que cuando llueva no se acumule el agua. Entonces se descacharra y eso ayuda pero una vez que llueve y empiezan a vivir los mosquitos es un gran problema”.

Martín tuvo dengue en el año 2018. “Creo yo que fue en una de las procesiones que hacíamos en la comunidad. Había llovido así que había mosquitos por todos lados. La verdad que uno a veces subestima al mosquito, dice no pasa nada, pero en una de esas no me puse repelente y salí a caminar por la comunidad. Cuando llegué a casa a las 11 de la noche fui a dormir con un dolor de cabeza fuertísimo. Fue un dolor de cabeza tan intenso que parece que se te explota el cerebro, tenés ganas de hacer un agujero para que drene del dolor de cabeza y el dolor físico que te invade”, describe. “Tampoco tenés ganas de nada, no tenés ganas ni para comer, no tenés fuerza para levantarte. Tuve algo de diarrea con un fuerte malestar como de hígado. De hecho el olor a comida ya me causaba rechazo, sentía como que el hígado estaba muy delicado”, detalla Martín, a quien le dieron una semana de reposo, paracetamol para bajar la fiebre y mantenerse hidratado.

Baldes y bidones de la comunidad para administrar el agua.

El acceso a la salud es muy complicado para estas comunidades. Deben hacer largos traslados para asistir a un centro médico y en los meses de lluvia es casi imposible acercarse. “Es peluda la falta de acceso a la salud. No hay médicos. De todos modos, uno va al médico con dengue y sabe que le van a recetar paracetamol y reposo. No hay antibióticos. En caso de que no baje la fiebre sí se los interna con suero pero no hay un tratamiento o antiviral para tratar el dengue”, expresa preocupado Martín por la falta de acceso a la salud en las comunidades salteñas.

La problemática del dengue sumada al coronavirus

"Al no haber movilidad por la pandemia, quizá la gente no trasladó los focos de infección del dengue. Entonces de repente quedaron las comunidades aisladas y si una comunidad tenía dengue, esa comunidad no trasladó el dengue a la ciudad o a otras comunidades. Pero el mosquito sigue vivo, sigue existiendo, sigue habiendo dengue. De hecho, el año pasado hubo más casos de dengue que de covid por acá. Este año no, hubo más covid. Pero veremos qué pasa cuando llegue la lluvia y se junten los dos", dice Caserta

Olla de comida en la localidad de Aguaray.

También hay que describir otra realidad. Si te agarra dengue y vos ya tenías una anemia preexistente, imaginate que el cuadro se agrava a partir de la desnutrición que sufren muchas personas en estas comunidades o una anemia muy fuerte. Tal vez, ves a la gente muy gorda pero está anémica porque es gorda de pan y de cosas fritas. Eso repercute un montón, no es lo mismo que me agarre dengue yo, a que se lo agarre gente de una comunidad originaria que a veces tienen solo una comida al día y mantienen la alimentación con mate cocido y pan.

Es muy difícil transmitir con palabras las experiencias de dolor y sufrimiento de la gente. Cuando uno ve esa realidad las palabras quedan muy finitas y no terminan de reflejar ni en pedo la realidad con la que nos encontramos día a día que es un abandono, una desolación de mucha gente.

La vocación franciscana

El trabajo y devoción de Martín y los sacerdotes franciscanos en las comunidades del norte argentino es digno de ser contado. Para ellos la fe va de la mano de la humanización. “Si la fe no va de la mano de la humanización de las personas sería una fe muy etérea. Lo que nosotros intentamos es que de la mano de lo que sería la pastoral del templo, lo más sacramental, poder hacer cosas que ayuden a las personas a mejorar su calidad de vida”, relata Martín.

Una de sus áreas de trabajo es la salud. La comunidad franciscana en estos pequeños pueblos se encarga de identificar espacios de primera infancia donde se hace presente la desnutrición y malnutrición para trabajar con las madres. También trabaja junto al Sedronar en la prevención de adicciones.

Los hermanos franciscanos también se encargan de humanizar y capacitar a los jóvenes para que puedan acceder a un trabajo o trabajar de manera independiente. “La idea es que podamos acompañar a la gente de estas comunidades del norte de una manera integral, por eso tenemos varios proyectos productivos: una fábrica de alpargatas, una carpintería, un espacio de reciclado y una huerta”, argumenta el misionero franciscano.

“Después trabajamos con capacitaciones en oficios, talleres de moto, textil, panadería, reparación de celulares, serigrafía, plomería, electricidad. Para que haya un popurrí de profesiones al servicio de las comunidades. Intentando fortalecer a las mujeres, fortalecer a los hombres de las comunidades y sobre todo a los jóvenes para que se capaciten y puedan laburar de una manera independiente”.

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