Trastorno Dismórfico Corporal

Cuando el espejo y tu cerebro te engañan: ¿qué es lo lindo y qué no?

El Trastorno Dismórfico Corporal es muy común en nuestra actualidad. Esos “defectos” corporales que tanto nos preocupan, ¿son reales o nuestro cerebro “ve y acentúa” fallas casi imperceptibles? Te invitamos a seguir leyendo.

Cecilia Ortiz jueves, 11 de marzo de 2021 · 08:08 hs
Cuando el espejo y tu cerebro te engañan: ¿qué es lo lindo y qué no?

Hay en la naturaleza una tendencia a ponderar la belleza, porque, por lo menos desde lo imaginario, se supone, garantizará una óptima continuación de la especie: algunas aves eligen su pareja de acuerdo a la belleza de su canto, los pavos reales despliegan su cola maravillosa para atraer a un compañero; pero en el ser humano, y sin ánimos de entrar en disquisiciones filosóficas, ¿el concepto de belleza ha pretendido denotar siempre los mismos atributos? ¿desde dónde se señala qué es lindo y qué no?

Es incuestionable que la sociedad y la cultura van marcando pautas acerca de qué es estético o no a nivel de imagen. También es una verdad a voces la influencia de los medios virtuales en la propagación de estas pautas. Las benditas selfies buscan retratar la mejor postura, la edición o fotoshop muestran una realidad revocada.

Pacientes que se quejan de cicatrices que casi nadie nota, personas que buscan tapar a toda costa defectos que sólo ellos perciben, ¿intentan obturar una “realidad real”, o su cerebro, imaginariamente, la amplifica?

El Trastorno Dismórfico Corporal, también conocido como dismorfia corporal, dismorfofobia o síndrome de distorsión de la imagen, consiste en una preocupación permanente y excesiva sobre un defecto leve o inexistente referido a la apariencia corporal o de alguna parte del cuerpo. Suele ir acompañado de bajo nivel de conciencia, es decir, las personas no sostienen una actitud crítica acerca de su obsesión, para ellos su verdad es incuestionable.

Es común que los pacientes realicen rituales como mirarse constantemente en espejos o vidrieras, compararse con otras personas, recurrir a maquillaje excesivo o a otros recursos para disimular su “defecto”. Algunos pacientes pueden pasarse horas abocados a estos menesteres.

El nivel de ansiedad y estrés que ocasiona la obsesión por lo que creen es una deformidad, y el tiempo invertido en rituales, generan dificultades en las interacciones familiares, laborales y sociales. 

¿Cómo nuestro cerebro nos engaña? 

La imagen reflejada o imaginada es elaborada en el cerebro a partir de un sistema de creencias, expectativas, miedos, deseos. De este primer procesamiento surge un juicio acerca de si eso que “vemos” está cerca de lo que “queremos o deseamos”. Cuando los parámetros para evaluarnos son irracionales (distorsión cognitiva), y entonces pretendemos una perfección dictada por vaya a saber uno quién, y, además, inalcanzable, entonces, la balanza se inclina para el lado de emociones negativas, como autodesprecio, vergüenza, rechazo, bronca. El pretendido defecto pasa a ocupar, así, un lugar preponderante dentro de las preocupaciones.

Síntomas

Los síntomas más frecuentes son:

Comparar frecuentemente el aspecto físico propio con el de los demás.

Preocupación obsesiva y rumiante en torno a una parte del cuerpo (nariz, arrugas, acné, piel, tamaño o tono muscular, etc.).

Esfuerzos por ocultar los defectos percibidos.

Creer que van a ser juzgados por el “defecto”.

Verbalizaciones negativas y extremistas sobre sí mismo (“nunca me voy a ver bien”, “me debo ver horrible”)

Evitar situaciones sociales.

Buscar constantemente la aprobación de los demás.

Acompañarse de otros trastornos como ansiedad, depresión, TOC, abuso de sustancias, trastornos alimentarios. En situaciones extremas, suicidio.

Estudios neuropsicológicos y de imagen muestran compromiso de circuitos neuronales que abarcan distintas áreas del cerebro. Se ha comprobado que, además de los síntomas físicos, hay alteraciones en el funcionamiento cognitivo, como dificultad para organizar, planificar, tomar decisiones, compromiso de memoria y de reconocimiento de emociones faciales.

La etiología es multifactorial, el inicio suele situarse en la adolescencia, momento de la vida en el que la imagen corporal cobra valor, dada la necesidad de elaborar el duelo por un cuerpo infantil que se pierde y porque, la mayoría de las veces, la belleza corporal es un criterio importante para pertenecer a determinados grupos.

Los factores de riesgo para desarrollarla son: eventos traumáticos (humillación, bullyng), acoso sexual, experiencias familiares (mandatos acerca de estándares de belleza), vivencias de rechazo, influencia cultural transmitida a través de los medios de comunicación.

El tratamiento, de acuerdo a la intensidad de la sintomatología, puede implicar terapia medicamentosa (antidepresivos, ansiolíticos) y psicoterapia.

Entre la realidad y lo que logramos construir en nuestras mentes acerca de ella hay un mundo simbólico vastísimo. El dolor, el sufrimiento, dependen de cómo logremos corregir pensamientos e ideas distorsionados y acercarnos a nosotros mismos desde una postura más compasiva: “La mayor parte de la vida de muchas personas está determinada por sus opiniones, en vez de hechos. Para que la vida de una persona cambie, primero necesita cambiar sus opiniones” (Robert T. Kiyosaki).

Lic. Cecilia C. Ortiz / Neuropsicóloga / licceciortizm@gmail.com 

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