Acerca de la polémica tapa de Caras

Del orgullo de la princesa a la gordofobia camuflada

Para la autora de esta nota, los cuerpos de los mujeres en los discursos mediáticos, médicos, jurídicos y sociales deben dejar de ser "materia de opinión" o pura mercancía porque en definitiva son algunas de las tantas formas que adquiere la discriminación y la violencia machista.

Eva Rodríguez Agüero jueves, 23 de julio de 2020 · 16:21 hs
Del orgullo de la princesa a la gordofobia camuflada

La fisonomía, el color, el tamaño, la flacidez o la firmeza de los cuerpos de las mujeres como objeto de opinión o debate público ¿Hasta cuándo?

A propósito del revuelo causado por la tapa de la revista Caras, que muestra a la reina de Holanda, la argentina Máxima Zorreguieta, de la mano de su hija, la princesa Amalia, bajo el título: “La hija mayor de Máxima luce con orgullo su look plus size”, nos preguntamos por la persistencia de estos discursos que, desde el punto de vista de muchos/as/es, atrasan.

No es ninguna novedad que la nobleza y la revista que dice ser dueña de una isla representan parte de lo más residual de la cultura conservadora y que el estilo de vida que impregna sus páginas puede resumirse con la ecuación belleza + fama + dinero = felicidad.

Es sabido también que tener un cuerpo "no hegemónico" si se es pobre es más duro que si es una princesa millonaria. Porque los estereotipos estéticos mortifican a muchas personas a lo ancho del planeta como parte de una estrategia de disciplinamiento sobre quienes no se ajustan a la norma estética dominante, pero despliegan un dispositivo de mayor crueldad sobre aquellos cuerpos en los que convergen las desigualdades producto de la clase social, el género y el color de la piel. 

Hechas esas salvedades, vuelvo a la portada de la revista referida porque considero que su tapa abreva en la cantera inagotable de la cual los discursos mediáticos a menudo extraen mucho material para transformarlo en una prescripción que nos dice, especialmente a las mujeres: “Si no sos flaca, joven, de piel clara y hetero, deberías avergonzarte”.

Caso contrario, no se entiende por qué el título alude al supuesto “orgullo” de la joven por su cuerpo no hegemónico, como si la regla debería ser avergonzarse.

Cualquier periodista sabe que había muchas otras formas para describir esa imagen que es, básicamente, la foto de una madre con su hija. Podría no haber llevado calificativos. O incluso, se podría haber elegido destacar otros aspectos que, en las últimas horas, han trascendido sobre la adolescente, producto del repudio que generó la tapa. Como por ejemplo que, pese a su corta edad y a no necesitarlo, trabaja; o que va adelantada en la escuela. Datos jugosos desde el punto de vista de lo que probablemente al público afín a ese tipo de revistas le gusta consumir. Sin embargo, el foco se centró directa y exclusivamente sobre su cuerpo “no delgado”. Digámoslo con todas las letras: eso se llama gordofobia. 

Pero Caras no es una excepción a la regla, sino más bien una “mancha más del tigre”. Es decir, construir una identidad femenina a partir de mostrar sólo un tipo de mujer, con ciertas características físicas -lo cual equivale a mostrar la parte por el todo- es una constante en los discursos mediáticos y de las redes sociales.

Sin ir más lejos, durante toda la cuarentena han proliferado una serie de interpelaciones mediáticas que colocan a los cuerpos de las mujeres y disidencias como depositarios de múltiples mandatos. Cuerpos que además de trabajar y cuidar deben entrenar y estar alertas ante las calorías que ingieren y el sedentarismo que viene con el combo de “quedarse en casa”. Cuerpos a los que se alude, o bien como objetos de consumo, o bien como destinatarios de la parafernalia de productos de salud-belleza, ese rubro híbrido que mueve millones y que está compuesto por una amplia gama de productos que van desde: copas menstruales, óvulos vaginales, test de embarazos, laxantes, cremas cicatrizantes o líquidos capilares.

Para comprobarlo basta un breve recorrido por el prime time de la televisión local, plagado de este tipo de publicidades, así como de paneles periodísticos mayoritariamente masculinos.

Es por eso que seguimos insistiendo: nuestros cuerpos en los discursos mediáticos, pero también en los discursos médicos, jurídicos y sociales, en general, deben dejar de ser "materia de opinión", o pura mercancía. Porque esto es, en definitiva, una de las tantas formas que adquiere la discriminación y la violencia machista, que en los últimos años ha cobrado visibilidad en nuestro país. 

Ojalá los proyectos de ley que se están empezando a discutir en el Senado nacional sobre paridad de género en los medios, puedan incorporar además un punto fundamental: la implementación de la Ley Micaela (esto es la formación en género) de quienes trabajan en medios de comunicación, para empezar a transformar de una vez por todas, los sentidos que sobre las mujeres y disidencias allí se construyen.

La autora es docente investigadora de la UNCuyo, dirige la Carrera de Comunicación Social de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales y es Secretaria General del Instituto de Estudios de Género de esa Universidad.

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