#MDZLecturas-Verano 2020

Cuentos breves para leer en el colectivo

Desde Afanasiev hasta Wilde, esta obra editada por Sudamericana reúne veintiocho autores indispensables de la literatura universal y cuarenta relatos doblemente buenos, seleccionados por Maximiliano Tomas y que son ideales para leer en el colectivo o en cualquier trayecto corto.

Redacción MDZ
Redacción MDZ sábado, 4 de enero de 2020 · 09:14 hs
Cuentos breves para leer en el colectivo

Escuchá el prólogo de Maximiliano Tomas al final de la nota:

Fragmento

ALEXANDER AFANASIEV

La ciencia mágica

Hace mucho, mucho tiempo vivía en una choza un viejo campesino con su mujer y su único hijo. El viejo era muy pobre y quería que el muchacho aprendiera un oficio que fuera su consuelo en ese momento y el sostén de su vejez. Pero ¿qué se puede hacer cuando nada se tiene? El hombre llevó a su hijo por pueblos y aldeas, con la esperanza de encontrar a alguien que lo tomara como aprendiz, pero nadie estaba dispuesto a hacerse cargo del muchacho y enseñarle gratis. El viejo regresó a su choza y lloró con su mujer, lamentando su pobreza. Después de un tiempo, volvió a llevar a su hijo al pueblo. No bien llegaron, se toparon con un desconocido que, al verlos, le preguntó:

—¿Qué sucede, anciano? ¿Por qué estás tan triste?

—¡Cómo no estarlo! —respondió el viejo—. He viajado a todas partes con mi hijo, pero nadie quiere tomarlo como aprendiz ni enseñarle gratis. ¡Y no tengo dinero!

—Bueno, bueno. Déjamelo a mí, entonces —dijo el desconocido—. En tres años le enseñaré todo lo que tiene que saber. Este mismo día, dentro de tres años, a la misma hora, vendrás a buscarlo: pero recuerda que no puedes retrasarte. Si llegas a tiempo y reconoces a tu hijo, podrás llevártelo. Si no, se quedará conmigo.

El viejo se alegró tanto, que no se le ocurrió preguntarle al desconocido quién era, dónde vivía o de qué manera instruiría a su hijo. Le entregó al muchacho, volvió a su casa. Lleno de felicidad, le contó la historia a su mujer.

Pero el desconocido era un hechicero.

Pasaron los tres años. El viejo había olvidado por completo el día, la hora y el lugar en que había entregado como aprendiz a su hijo, y estaba muy preocupado. Pero el muchacho, un día antes de que se cumpliera el plazo, fue a verlo bajo la forma de un ave. Al llegar a la entrada de la choza, dio un golpe en el suelo con la pata y se transformó en un joven bello y apuesto. Entró, saludó a su padre y le dijo:

—Padre mío, mañana se habrán cumplido los tres años de mi aprendizaje: no te demores en venir a buscarme.

Y le explicó el lugar al que debía ir y la forma de reconocerlo:

—No soy el único aprendiz en la casa de mi patrón. Hay otros once jóvenes que están a su servicio y no podrán salir nunca de su casa, pues sus padres no pudieron reconocerlos en el momento debido. Si acaso no pudieras reconocerme tú a mí, tendría que quedarme con él para siempre, como el número doce. Mañana, cuando vengas a buscarme, mi patrón nos hará salir a todos bajo la forma de doce palomas blancas, con el mismo plumaje de la cabeza a la cola. Pero escucha bien: las otras volarán muy alto, menos yo, que por momentos subiré mucho más arriba y superaré a las demás. 

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