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Té para tres: ¿Mendoza está lista para una tercera fuerza política?

En un escenario de creciente antipatía política –con una participación electoral proyectada en apenas 62% para Mendoza en 2025, 10 puntos por debajo de las últimas legislativas–, emergen con fuerza alternativas que buscan capitalizar el agotamiento de la polarización tradicional. Las terceras vías intentan ocupar el espacio que en 2017 alcanzó el 30% del electorado y que en 2021 permitió al Partido Verde obtener un inédito 9%.

Los representantes del oficialismo provincial salieron a cruzar al ministro de Economía Foto: Cambia Mendoza.
Los representantes del oficialismo provincial salieron a cruzar al ministro de Economía Foto: Cambia Mendoza.

El escenario político mendocino se mueve en dos niveles simultáneos. Por un lado se observa un complejo panorama en las negociaciones entre Cambia Mendoza y La Libertad Avanza -donde cada concesión programática se negocia contra un porcentaje en la boleta-, y por otro, las fuerzas alternativas ejecutan movimientos tácticos para ocupar el espacio que dejaría vacante los libertarios. Este llamado “tercer espacio”, que en 2017 alcanzó el 28.9% de los votos y en 2021 se fragmentó entre múltiples opciones, hoy es disputada mediante alianzas que combinan pragmatismo electoral y búsqueda de identidad política.

En este escenario de reacomodamiento, se destacan tres jugadas que van en busca de ese electorado vacante: en primer lugar vemos la alianza entre Protectora, el movimiento que lidera el ex diputado nacional José Luis Ramón, con el ex intendente de Las Heras Daniel Orozco, figura con arraigo territorial en el Gran Mendoza. Por otro, el acercamiento del sancarlino Jorge Difonso -referente con peso en el Valle de UCO- con los dirigentes del Partido Verde, intentando capitalizar el capital político acumulado en 2021.

Algo más silencioso pero con mucho impacto es el armado liberal-conservador. El Partido Demócrata -con su histórico arraigo en la provincia-, sectores del PRO mendocino -que conservan estructura territorial- y agrupaciones liberales afines a los postulados de La Libertad Avanza, exploran una convergencia que podría capitalizar el vacío dejado por un posible acuerdo entre Cambia Mendoza y LLA.

Las tres jugadas que se han puesto sobre la mesa no son casuales pues responden a un cálculo preciso sobre el tercio vacante que deja la polarización tradicional y la necesidad de construir alternativas con anclaje territorial real, más allá de los discursos nacionales y apuntando a sectores que buscan un voto nuevo más allá de las estructuras.

En este escenario de reconfiguración, el factor decisivo será la participación electoral proyectada para Mendoza en 60-65% (frente al 72% de 2021), que redefine las reglas del juego. La abstención que se está viendo en las elecciones adelantas son muy críticas en jóvenes urbanos y votantes desencantados y por eso crea un campo minado para los partidos tradicionales, pero una oportunidad para las nuevas alianzas.

Para Cambia Mendoza, mantener su hegemonía dependerá de movilizar a su base histórica (el 40-45% duradero que conserva desde 2017), mientras el Frente de Todos enfrenta su talón de Aquiles: si no logra la unidad y así recomponer su piso del 26% de 2021, el voto anti-oficialista podría migrar hacia los emergentes. Justamente aquí radica la ventana para los Frentes de tercera vía como demostró el Partido Intransigente en 2017 (cuando cosechó 17.2% con participación alta). La pregunta es si esta vez, con participación baja y electores más radicalizados, las nuevas alianzas podrán traducir el malestar en bancas.

La historiadora y politóloga Marcela Ferrari (CONICET-UNMdP), especialista en comportamiento electoral, ofrece un diagnóstico clave para entender este momento: "En contextos de baja participación triunfan quienes convierten el descontento en lealtades políticas concretas". Sin dudas que la participación más baja filtrará votantes "duros" de los partidos tradicionales, dejando más espacio para alternativas.

El cansancio extremo por la crisis diaria del metro cuadrado del ciudadano genera un caldo de cultivo ideal para discursos renovadores. Y quizás lo más importante: los dirigentes cuentan con la experiencia previa de lo que no hay que hacer, como le pasó al Partido Intransigente que desapareció tras su buen desempeño en 2017. Como bien señala Ferrari, "cuando el voto protesta encuentra un canal institucional serio, puede cambiar el mapa político".

Los números son claros para esta elección pues Mendoza tiene un histórico 30% de electores dispuestos a apoyar algo distinto pero esta voluntad choca sistemáticamente con la incapacidad de los proyectos para consolidarse. Octubre presenta una oportunidad frágil pero real. El éxito dependerá de superar los errores del pasado evitando personalismos fragmentadores, remplazar el discurso anti-sistema por propuestas concretas y construir presencia territorial real más allá de las redes sociales.

El reloj corre para estas fuerzas emergentes. Pueden convertirse en un actor permanente que redefina el mapa político mendocino, o sumarse a la larga lista de proyectos que supieron capturar el descontento pero no transformarlo en proyecto viable. La diferencia esta vez está en que el electorado, con una participación que podría caer al 62%, está más dispuesto que nunca a premiar a quien ofrezca soluciones reales. El "té para tres" está servido; ahora veremos si saben beberlo a tiempo.