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Minería: los opositores ideológicos no son los portadores de la licencia social

La licencia social no pertenece a los antimineros, se construye con las personas abiertas al diálogo y a gracias a una visión pragmática en constante evolución.

La licencia social en la minería es una construcción que no está en manos de quienes tienen una postura ideológica.

La licencia social en la minería es una construcción que no está en manos de quienes tienen una postura ideológica.

Imagen generada por IA

En el mundo de la minería existe un proceso crucial que no figura en ningún expediente, pero que es necesario para el buen desarrollo de cualquier proyecto: la licencia social. Es un término difícil de digerir o comprender, pero que quedó bien de manifiesto en el proceso de audiencia pública que se realizó en Uspallata.

A menudo malinterpretada como un permiso formal, su verdadera naturaleza es la de un contrato de confianza dinámico e intangible que se edifica con la comunidad, y que tiene vida propia más allá de las leyes, los permisos y las protestas. Además, lejos de lo que creen, se trata de una construcción que no está en manos de los opositores ideológicos, sino de los ciudadanos abiertos a la construcción y al diálogo.

Entre lo legal y lo social en la minería

Es fundamental distinguir la licencia legal de la social. La licencia legal es una autorización formal que el Estado otorga una vez que el proyecto ha cumplido con todos los requisitos técnicos y ambientales. Se trata de un documento que marca un momento específico y que permite iniciar la construcción y operación.

La licencia social, en cambio, no tiene un "momento" de obtención. Es el relacionamiento continúo que una empresa debe lograr con la comunidad. No se trata de un permiso que se tramite ante una autoridad, sino de un proceso que se construye con hechos, diálogo y transparencia a lo largo de toda la vida útil del proyecto.

La unanimidad y el rol de la oposición

Uno de los mayores mitos es creer que la licencia social exige la aprobación unánime de toda la población. La existencia de grupos que, por una postura ideológica intransigente, se oponen a la minería y optan por el conflicto, no anula automáticamente la licencia social. Su estrategia es crear la percepción de que su rechazo es sinónimo del de toda la comunidad, lo que les permite ejercer una presión desproporcionada.

Sin embargo, esto es una táctica política, no un reflejo de la realidad social. El verdadero poder de la licencia social reside en la voz de la mayoría silenciosa, aquella parte de la población que, aunque no se manifieste en las calles, evalúa el proyecto con base en la transparencia, los beneficios y los riesgos. Por lo tanto, la construcción de la licencia social es un trabajo que debe realizarse a pesar de estos grupos, enfocándose en fortalecer lazos con quienes sí están dispuestos al diálogo.

La instrumentalización política

Precisamente por su naturaleza intangible y la ausencia de una definición legal clara, la licencia social se convirtió durante muchos años en una herramienta política ideal. Permite a los políticos evitar una toma de decisión, escudándose en la supuesta "falta de consenso" de la comunidad. En lugar de asumir un rol de liderazgo, la política utilizó el término como una excusa para la inacción, distorsionando su propósito original y paralizando proyectos que podrían ser beneficiosos bajo una supervisión adecuada.

El valor de la audiencia pública: constructores vs opositores

Una experiencia como la audiencia pública de PSJ Cobre Mendocino sirve para diferenciar a los actores clave. Por un lado, están los "constructores": personas que asisten para buscar respuestas, con una postura abierta para conocer y buscar formas de avances. Son ellos quienes permiten a las autoridades y a los responsables del proyecto ajustar planes, ofrecer respuestas y generar confianza. Por otro lado, están los "opositores ideológicos" o antimineros. Asisten solo para "clavar banderas", sin un interés real en el diálogo, porque no les interesan las razones y sólo buscan bloquear cualquier avance de la minería.

Este contraste subraya que el verdadero valor de la licencia social reside en la capacidad de identificar y comprometerse con quienes tienen una postura abierta, pues son ellos los que realmente participan en la construcción del consenso. Son los mismos que después se hacen parte del desarrollo, de los controles y de la relación constructiva que se necesita para el desarrollo del proyecto.

Sostenibilidad y transparencia: los pilares del proceso

La obtención de la autorización legal para la construcción no es la meta final, sino el punto de partida de la fase más importante para la licencia social. Es en ese momento que el proyecto deja de ser un plan en papel para convertirse en una realidad física, y es cuando las promesas de la empresa deben transformarse en acciones visibles y tangibles.

La licencia social es, en su esencia, la prueba de que un proyecto es verdaderamente sostenible y sustentable. Un proyecto es sustentable cuando va más allá de los beneficios económicos para contribuir al desarrollo de la comunidad y proteger el entorno natural. La licencia social es el aval que demuestra que el proyecto cumple con esos objetivos, asegurando que no sea solo una cuestión de corto plazo.

El caso de Mendoza: un ejemplo de la evolución social

El caso de la provincia de Mendoza es un claro ejemplo de la naturaleza dinámica de este concepto. Un contexto diferente y un cambio en el debate público han logrado que, tras años de una prohibición casi total, la conversación migre de un "no" rotundo a un diálogo sobre cómo avanzar con una minería bajo controles, transparencia y participación ciudadana. Este cambio demuestra que la licencia social evoluciona con la sociedad, reorientando el debate de la ideología al pragmatismo.

Conclusión

La verdadera viabilidad de un proyecto minero reside en su capacidad para trabajar en dos frentes simultáneamente: cumplir con la ley y construir un contrato de confianza con una sociedad que, como demuestra el caso de Mendoza, está en constante evolución. La licencia social se construye con el tiempo, con acciones y con el compromiso de diálogo. Una postura que parte de un "no" ideológico es, por definición, un intento de frenar esa construcción, no de participar en ella.

Por lo tanto, es imposible que aquellos que se oponen a cualquier costo sean los "portadores" de la licencia social. Su rol es el de opositores, no el de árbitros o constructores del consenso, por lo que es fundamental entender que la licencia social es una construcción constante que tiene su etapa de mayor desarrollo cuando se pasa de la evaluación técnica a la construcción de un proyecto y la concreción de cada anuncio.