El país en el ojo de la tormenta: reinan la irracionalidad y una incertidumbre inédita
Nadie puede prever cómo será la Argentina de dentro de dos semanas. El dólar y los alimentos ya no tienen precios reales. Rige un compás de espera. Los candidatos cometen más errores que aciertos.
Faltan solo 15 días para el balotaje y nada está claro en Argentina. Desde esta semana comenzaron a reproducirse mediciones y proyecciones sobre el resultado del próximo 19. El resumen ofrece números para todos los gustos pero solo una certeza: nadie puede darse por ganador y el contexto tampoco ayuda para que Sergio Massa o Javier Milei canten victoria.
En estos términos, el país nunca vivió una incertidumbre de tal dimensión que, además, encierra interrogantes cruciales para el futuro de económico de la Argentina, a pesar que el oficialismo crea que puede mantener la aparente calma que hoy muestran algunos mercados.
Casi todos los economistas están de acuerdo en que, usando términos meteorológicos, Argentina está en el ojo de la tormenta. Reina una aparente calma cambiaria con el dólar blue en $925 y los dólares financieros debajo de $850. ¿Son valores reales? Nada indica que sea así, tampoco en el resto de los precios.
El mercado se movió en los últimos días al ritmo de los allanamientos de supuestas cuevas en la City porteña y las investigaciones de la Justicia sobre el croata Ivo Rojnica, nuevo “archienemigo” de la estabilidad al que se culpa de hacer saltar el precio del dólar. También hubo apertura de cajas de seguridad en distintos bancos, claro que todo con orden judicial, pero generando pánico en algunos ahorristas. Todo ese movimiento impuso una suerte de “pax romana” que hizo que ante el miedo a mas conflictos con la AFIP y la Policía el mercado decidiera no dar más batalla hasta después de las elecciones. Para ser más precisos: nada esta solucionado, todo pasó a la última semana de noviembre.
Está claro que nadie puede afirmar que un dólar cueste $925 en Argentina. Hoy no se sabe a ciencia cierta cuánto vale el dólar. La prueba de eso es que no resulta fácil conseguir billetes verdes a ese valor. No se puede dejar de reconocer el mérito a Sergio Massa de conseguir frenar la realidad por un tiempo, quizás hasta el 20 de este mes, cuando la tormenta económico-financiera no amainó ni tiene indicio cierto alguno de calmarse.
Algo parecido sucedió con el programa Precios Justos. Los grandes supermercados y las alimenticias cerraron la semana pasada un acuerdo con el Gobierno para mantener una suba mensual de no más de 5% en los precios de los productos que están dentro del programa. Antes de acceder a continuar con Precios Justos las empresas se notificaron por el Boletín Oficial que el Gobierno había prorrogado el programa hasta el 31 de diciembre; en esos términos todo el proceso se volvió casi abstracto. Los supermercados y las productoras de alimentos, apurados por una Secretaría de Comercio que pasó de la inacción a redoblar la presión sobre las empresas tras la elección de octubre con el ingreso de Massa al balotaje, decidieron que no era momento de dar batalla y accedieron.
Como sucede con el dólar, el acuerdo de Precios Justos no significa que los alimentos suban 5% por mes. La ausencia de muchos productos en las góndolas es la prueba de ello: la inflación de septiembre de 12,7% quizás se vea moderada en uno o dos puntos cuando se conozca el dato de octubre, pero será difícil que baje de 10%. Otra prueba en el mismo sentido es lo que sucedió con la carne. Los frigoríficos cerraron un acuerdo en Precios Justos con 7 cortes hasta el 30 de noviembre. En esa lista el asado quedó en $1.616 por kilo, todo un desafío para encontrarlo en carnicerías.
Mientras el ojo de la tormenta se mueve lentamente sobre el país a la espera del resultado del balotaje, algunas certezas aparecen en el horizonte, como así también vemos nuevas curiosidades y conflictos en la política.
Ningún analista da por terminado el partido entre Massa y Milei, pero si hay muchos que prevén un diciembre espantoso para la realidad económica argentina, gane quien gane el balotaje. “Van a tener que pegarse una emisión fenomenal en diciembre”, le decía este fin de semana un economista a MDZ, sabiendo que los compromisos asumidos en la campaña y los vencimientos en pesos que tiene por delante el país son imposibles de cumplir con la caja pública en el estado actual.
Temores similares se ventilaron en conversaciones esta semana, como las que se dieron en las mesas de la cena anual de ALPI, que Teresa González Fernández organizó en el Club Español, y en la que se vio reaparecer a Carlos Melconian 48 horas antes que la Fundación Mediterránea diera a conocer el comunicado con el que desvinculaba al economista de la elaboración del plan económico que se le había encargado. La realidad es que la Mediterránea debe comenzar la migración hacia nuevos destinos habida cuenta que esa apuesta por Melconian obviamente quedó trunca.
En ese mismo ámbito se comentó profusamente el enojo que explotó en los últimos días en la sede del arzobispado de Buenos Aires tras la homilía que pronunció Jorge Ignacio García Cuerva el 22 de octubre pasado, mismo día de las elecciones, y en la que criticó los pactos que solo tienen la finalidad de lograr el poder. En esa homilía del Arzobispo dijo: "Fariseos y herodianos que pertenecen a dos grupos distintos, se juntan para hacer daño. Se juntan para hacerle una trampa a Jesús”. La frase fue reproducida más de una semana después cuando se conoció el acuerdo entre Macri, Bullrich y Milei, pero en realidad nada tuvo que ver con esa decisión de los opositores simplemente porque nadie sabía el 22 de octubre que sucedería una semana después. En los pasillos del arzobispado se insistió esta semana, con evidente bronca, que no hay apoyo oficial de esa sede a Massa, ni tampoco calificaciones sobre la estrategia de Juntos por el Cambio y los libertarios.
Al mismo tiempo, muchos de los actores de la política y la economía que llenaron las mesas esa noche confirmaron sin sorpresa el nuevo rol de Mauricio Macri casi como jefe de campaña de Javier Milei. No es ilógico pensar que el expresidente haya encabezado el operativo para llevar hacia el libertario la mayor cantidad posible de votos de Juntos por el Cambio. Macri no se preocupa hoy por la institucionalidad futura del país o los efectos de un nueva crisis inflacionaria y cambiaria que muchos creen será inevitable, como se dijo antes, sino por encauzar voluntades hacia Milei para garantizarle un triunfo contra Massa. Nadie está pensando hoy en una oferta alternativa opositora ante la posibilidad de una nueva crisis en el país en los años por venir.
Una consultora política de primera línea presente en otro de los eventos de la semana, la gala de la Fundación Cimientos en el Salón Dorado del Teatro Colón, afirmaba el miércoles por la noche que el 70 % de los votantes de Patricia Bullrich irá hacia Milei. Se cree que el voto radical que rechaza de plano migrar su apoyo al libertario ya se manifestó y que no moverá la tendencia de ahora en más. Carlos Rosenkrantz, muy activo esa noche en el Colón, ni se acercó a las disquisiciones sobre el tema.
Es esos mismos comentarios se razonó sobre el verdadero impacto que tendrá en el voto de algunos radicales la estrategia de Massa para seducir a la UCR histórica. No está claro que haya sido un acierto del ministro-candidato haber terminado su discurso en Tucumán utilizando el preámbulo de la Constitución Nacional con el que Raúl Alfonsín cerró sus mensajes centrales en la campaña de 1983.
La copia de ese logro de Alfonsín cayó mal en muchos votantes radicales puros, como también generó rechazo la cena que le organizaron a Massa los seguidores de Leopoldo Moreau para apoyar la candidatura. Los Moreau, Nito Artaza y Leandro Santoro reunieron a tropa cristinista pura, que no es radical hace tiempo, en el restaurante del Centro Lalín de la calle Moreno, a dos cuadras del Congreso, bajo la bandera “Radicales con Massa” para apoyar la candidatura del ministro. No solo el uso del nombre partidario generó la crítica de dirigentes como Alfredo Cornejo o Mario Negri, sino también el uso de un lugar como Lalín que es casi un recinto sagrado del radicalismo. Allí comenzaron las reuniones de la UCR porteña durante la dictadura y también lo utilizó el propio Alfonsín cuando aún no estaba permitida la actividad política.
Ambas acciones fueron un mal camino para seducir al voto de los radicales, hoy tan clave en la elección como el reparto de los estratégicos votos que logró Juan Schiaretti, tan equivocadas como los insultos que hace un tiempo Javier Milei propagaba contra Hipólito Yrigoyen y Raúl Alfonsín, a quienes trató de populistas e ineficientes. Al libertario ya le avisaron que modere esos calificativos contra radicales al punto que no sería extraño que en los próximos días aparezca alguna retractación moderada de esos calificativos de otros tiempos.
Elisa Carrió generó esta semana en el mundo de la política y la economía una curiosidad similar a la que provocan los errores de Massa y Milei en la campaña. La jefa de la Coalición Cívica desapareció de la campaña de Patricia Bullrich, con la que se sabe hace años no tiene una relación fructífera, para reaparecer la noche del fracaso de Juntos por el Cambio en el escenario del búnker abrazando a la candidata presidencial en desgracia. “Carrió ama la derrota”, le decía a MDZ este fin de semana en tono de broma un asesor que trabajó dos décadas con ella para explicar el por qué de ese gesto. En realidad no fue esa acción ya pasada lo que llamó la atención esta semana sino la llamada de Carrió a Alberto Fernández.
Justo en el peor momento de la campaña y después de haber denunciado al actual Gobierno por todos los medios posibles, Carrió levantó el teléfono para pedirle al presidente que facilitara a su amiga, la artista cordobesa Dolores Cáceres, la intervención al monumento oficial al General San Martín, en la plaza homónima, y permitiera la participación de la banda del Regimiento de Granaderos. La puesta de esa obra titulada “La estrategia del eclipse”, consistió en envolver con telas negras no solo a la escultura de San Martín a caballo, sino a todo el completo escultórico que la rodea y luego descubrirlo al son de marchas militares, tarea en la que se pudo ver a la propia Carrió. Fue un interesante camino para el retorno del diálogo entre Carrió y Alberto y otro elemento más para confundir al sufrido votante argentino que poco entiende ya donde están las diferencias en este atormentado país.