Salieris de San Martín

La "riesgosa" decisión de Suarez en medio de la eterna sencillez del Gobierno

Desde el 2015 Mendoza vive la "revolución de lo sencillo" y se conforma con la búsqueda de la correcta administración y la humilde prestación de servicios. Los anuncios para cambiar la matriz hídrica van en otro sentido, aunque genera obligaciones que Suarez ahora debe cumplir.

Pablo Icardi
Pablo Icardi domingo, 9 de octubre de 2022 · 09:17 hs
La "riesgosa" decisión de Suarez en medio de la eterna sencillez del Gobierno
Foto: ALF PONCE MERCADO / MDZ

La campaña electoral de 2015 tiene un lugar en la historia de Mendoza por varios motivos. En lo “micropolítico” fue el clímax de una estrategia liderada por Alfredo Cornejo para que la UCR retorne al poder con el aval de una ecléctica alianza. El PJ hizo todo lo posible para ayudarlo con una pésima gestión y hasta un conveniente adelantamiento de las elecciones. Pero en lo discursivo el éxito de Cornejo fue ganar elecciones con una idea particular. La idea era que Mendoza estaba mal; tan mal que requería medidas extraordinarias desde lo económico y financiero (traducido en un crédito de 500 millones de dólares y una especie de convocatoria de acreedores provincial); una recuperación de la “autoridad” del gobernador (que implicó mano dura con los gremios y otros actores) y un hiperrealismo, un pesimismo discursivo que permitiera bajar la guardia y aplaudir como si fuera extraordinario, lo convencional.

La estrategia fue perfecta: Mendoza se convenció que vivía una realidad de pobreza en todos los planos, con la autoestima por el piso una marca que cuesta borrar: que no se puede. Resultó tan bien que en la provincia no se han podido hacer cosas aún con los recursos disponibles. Hubo reformas estructurales, sobre todo en el Poder Judicial, y mejoró la autoridad del Gobernador o, quizá, la hegemonía política lograda con la legitimidad del voto y la impericia de otros sectores para crear una alternativa, puso a Mendoza en una inconfortable situación de comodidad. Tanto, que las propuestas más osadas de los jóvenes oficialistas pasan por bautizar calles antes que por la innovación.

Cornejo y Suarez, los líderes de la "revolución de lo sencillo".

La “revolución de los sencillo” que implementó Cambia Mendoza como eje para hacer de lo obvio un éxito se marcó a fuego y por eso el oficialismo sigue mirándose en el espejo de la herencia del 2015 para compararse. Pasaron 7 años y nada más allá de lo obvio seduce, como si el futuro no fuera parte de las obligaciones de quien gobierna.

Hablan de minería, pero la Provincia le destina mucho más presupuesto a los refrigerios de la Legislatura que a controlar la minería o investigar sobre el tema. Prometen educación, pero para arreglar una escuela la comunidad debe aportar los recursos y ni así alcanza porque el Estado se encara de poner obstáculos. Mencionan al petróleo, pero la actividad está en decadencia y a falta de agilidad en la gestión y promoción hace que cada vez sea más dependiente de una sola empresa.

En algún momento Rodolfo Suarez, como todo el oficialismo, cayó en la trampa de mantener esa misma inercia. Pero en las últimas semanas cometió un acto que parece revolucionario: prometer; trazar una línea hacia el futuro con uno de los temas más sensible para Mendoza, el agua. Suarez esbozó verbalmente un objetivo que podrá ser medido a riesgo suyo.

Promesas

Diagnósticos sobre la situación de Mendoza abundan y son ley. Uno de ellos es el Plan Ambiental, donde se trazan las carencias que tiene la provincia. No hay ni habrá más agua, no hay suficiente energía, la disponibilidad de la tierra es acotada, hay concentración y una palabra que resume esas dificultades. La desigualdad, que no es solo económica sino de acceso a otros recursos.

El acceso al agua es clave para el desarrollo produtivo. Y Suarez propone un cambio de enfoque que va en consonancia con una mirada global en el marco del cambio climático: adaptarse y mitigar los impactos. Mendoza no va a tener más agua disponible, sino todo lo contrario. Por eso para mejorar la forma en la que se administra lo disponible es lo más importante. Allí salen de relieve la impericia crónica en la gestión, la falta de infraestructura y la mala cultura de cuidado.

El diagnóstico de los problemas de disponibilidad “aguas abajo” está más o menos claro. Mendoza tiene las mismas plantas potabilizadores que hace más de tres décadas (solo se amplió Benegas), las cañerías de hace un siglo y una empresa reestatizada con la velocidad de reacción de un elefante. La escasez de ese recurso también genera tensiones y negocios paralelos que hicieron del acceso al agua una especie de ley de la selva. Hay emprendimientos que consiguieron autorización para agua potable en zonas no servidas en la concesión, pozos clandestinos, “pinchaduras informales”. En el “agua cruda” la pelea no es menor. En el sector productivo hay negocios paralelos con el agua en zonas de restricción y hasta proyectos de producción parados por la incertidumbre hídrica.

La situación es tan compleja que el negocio funciona como si fuera el juego “TEG”: empresas que compran campos de poco valor, pero con acceso a agua para aprovechar la inherencia, reservorios privados y particulares asociaciones. Como ya se explicó, hasta la Suprema Corte deberá decidir en una sentencia cuál es el alcance del poder del Departamento General de Irrigación.

El plan verbalizado por el Gobierno ante la población y los intendentes genera un moderado entusiasmo. Lo ven positivo porque plantea abordar un tema urgente. Pero ponen dudas por la falta de precisión y, sobre todo, de recursos. Los 200 millones de dólares hasta parecen poco por la enorme necesidad que hay. El remozado proyecto de realización del acueducto del oeste vuelve a escena la polémica por el valor de las tierras por donde pasará la obra, por quiénes serán beneficiados. Además, el uso del agua de Álvarez Condarco entrará en tensión con la generación de energía.  

En su momento la polémica se generó por las presiones cruzadas sobre el destino del agua: si era para emprendimientos privados o para la población en general. De hecho en la privatización de OSM quedaron dentro de la empresa varios empresarios del rubro construcción.  El proyecto hipocampo se frenó. El pedemonte se pobló igual  con desorden y sin acceso al agua, por un lado, y con barrios privados con mayor inversión y acceso a servicios por el otro.  

 

La forma de jerarquizar las obras inquieta hacia el futuro. La pelea por la urbanización del pedemonte, el acceso y desarrollo de la zona productiva del Valle de Uco (desde La Carrera a San Carlos), la reparación histórica para Las Heras y Lavalle, el norte y Esta de Guaymallén, el destino de la cuenca del Río Atuel. Cuando algo escasea, se le da a alguien en detrimento de otros. Decisiones complejas, pero nada fuera de las tensiones con las que convive quien gobierna.

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