Realidad

Carencias, crisis y lumpenismo político: qué hay detrás de la toma de terrenos

La toma de terrenos es un delito agitado por "lúmpenes" de la política. El germen es la enorme desigualdad y las carencias estructurales.

Pablo Icardi
Pablo Icardi martes, 8 de septiembre de 2020 · 12:17 hs
Carencias, crisis y lumpenismo político: qué hay detrás de la toma de terrenos
Foto: ALF PONCE MERCADO / MDZ

Cecilia G. era una madre joven. Ojos verdes saltones, trenzas rubias. Sola con tres hijos, pero rodeada de vecinos que también eran parientes. La villa Los Peregrinos,cerca del Acceso Sur, estaba sobre terrenos de Vialidad y en lo que hoy despectivamente se llama la "triple frontera" y que generó una disputa ridícula entre Luján, Maipú y Godoy Cruz por "la propiedad" de los pobres. Una "toma" que se hizo asentamiento. Cortes de calle, protestas; inundaciones frecuentes. Finalmente Cecilia y sus vecinos tuvieron su casa propia. La historia no termina. Los hijos de Cecilia crecieron, la vivienda social que le adjudicaron quedó chica y comenzaron los parches. Ahora todos viven con las mismas carencias de entonces. 

La historia parece cíclica. Desde 2003 hubo planes de radicación y erradicación de villas que funcionó en una primera etapa, pero el problema estructural siguió. Durante las dos décadas que pasaron desde que Cecilia hacía piquetes en el Acceso Sur hasta ahora, no hubo condiciones de desarrollo; no se generó empleo, riqueza y valor para que el tercio de la población de Mendoza que vive en condiciones marginales pueda salir de esa situación. Hoy más de la mitad de los niños mendocinos viven en hogares donde no tienen los ingresos suficientes para comprar lo mínimo. 

Mendoza tiene un déficit habitacional que ronda las 100 mil viviendas, entre la necesidad de casas nuevas y ampliaciones. Si se segmenta por sector social, en el grupo de menos recursos impacta mucho más más del 10% de la población de la provincia vive en condiciones de hacinamiento. El hacinamiento “moderado” es cuando hay hasta tres personas en un mismo cuarto. El hacinamiento crítico es cuando hay 4 o más personas que duermen en la misma habitación. 

Según el relevamiento realizado por el Gobierno anterior, hay 247 "barrios populares", el eufemismo usado para nominar a las zonas con carencias de servicios básicos e infraestructura. No habrá datos más precisos porque el Censo 2020 se postergó. 

Los problemas desbordan desde hace tiempo. Camino a Papagallos las casas ya casi cubren la ruta, en el pedemonte del Gran Mendoza avanzan las ocupaciones informales y hay barrios improvisados sobre las vías del Metrotranvía, en la zona donde pasará la Ruta 40 y muchos más. Ese arraigo informal no ocurre de manera intempestiva: difícilmente una familia quiera "ocupar" un terreno inhóspito, lejos de cualquier vínculo afectivo y servicios. Los barrios precario suelen avanzar en base a lazos vinculares. Por eso las tomas "aisladas", entienden los intendentes, tienen una agitación detrás. 

El viernes pasado los intendentes del Gran Mendoza aseguraban: "Va a pasar". Se referían a la toma de terrenos que, como efecto dominó, comenzaron a sucederse en distintas zonas. No porque supieran el futuro, sino porque conocen el pasado: esas carencias sin resolver que se potencian en momentos de crisis y también el oportunismo del lumpenismo político, los grupos marginales de la parapolítica que agita y es funcional a cualquier interés, incluso el delito.

El Gobierno tiene en su estructura de poder arraigo a sectores populares con algunos intendentes y con organizaciones que son aliadas, como Barrios de Pie. El peronismo, con más tradición en ese plano, también tiene agrupaciones orgánicas con arraigo en los barrios; algunas hasta con llegada a Casa Rosada como el Movimiento Evita. El problema es que el tejido político está roto. La falta de organicidad y los lúmpenes para partidarios agitan sin "códigos". Aunque parezca una contradicción, la falta de política activa genera más imprevisibilidad y vulnerabilidad. 

La pandemia potenció los problemas profundos que tiene la realidad argentina. En 2002 la crisis tomó al Estado sin redes y la principal demanda era alimentaria. Ahora hay una estructura de asistencia armada que evitó el colapso social. Los municipios y las provincias multiplicaron por cuatro la ayuda alimentaria, el ingreso de emergencia y la AUH morigeran el impacto de la caída del empleo y el aumento de la pobreza. 

La historia parece cíclica; aunque con un agravante. La cantidad de mendocinos que quedan marginados de las posibilidades de desarrollo son cada vez más y las condiciones empeoran. Tanto que esa realidad está incorporada en el ADN de la política local. Las necesidades son, también, una usina de poder. 

Archivado en