Análisis

Ameri y el detrás de escena del poder: cuando la caja y la inmoralidad gobiernan la política

El caso del diputado Juan Ameri desnuda cómo se gestionan los cargos electivos y aumenta el descrédito de la política en una época de crisis de representatividad. Cuánto sale "hacer un diputado" y los efectos institucionales.

Pablo Icardi
Pablo Icardi domingo, 27 de septiembre de 2020 · 07:59 hs
Ameri y el detrás de escena del poder: cuando la caja y la inmoralidad gobiernan la política
Foto: Voces Críticas

Los tiempos cambiaron. La ley electoral exige avales para un partido y se supone que para ser candidato lo más importante es tener legitimidad, "traer votos" y alguna pericia política. Pues en Argentina alcanza con un cheque: una candidatura y potencialmente un lugar en la Legislatura, un concejo deliberante y hasta el Congreso se puede comprar. Y hay ejemplos de sobra. "Vinieron con el cheque y se acabó la discusión", explicó un referente del PJ que citaba cómo llegó a diputado nacional un dirigente gremial con fugaz paso por el Congreso. Hay otro referente político que lo tiene claro: "Sin caja, no hay política", repite. No es una expresión de deseo, es una descripción de la realidad. 

La lógica política tiene tales distorsiones que son más importantes los recaudadores que los think tanks. También los padrinazgos que los avales académicos. Esas son justamente las dos vías rápidas para llegar a un cargo: comprarlo o tener un aval político particular que permita un ascenso meteórico. El mérito, sabido está, no es un valor agregado en la política argentina a pesar de la enorme cantidad de militantes que hacen honor a esa noble actividad cada día.

Son esas lógicas las que terminan con parias de la política en cargos representativos, como ocurrió con Juan Ameri, el diputado que entró de casualidad en una lista, que representa a Salta pero está mucho más cerca de la farándula porteña y que protagonizó el hecho más vergonzante que se recuerde dentro del Congreso de la Nación. 

Ameri es un caso de excepción por la exposición impune. Pero no por lo que representa. Llegó arrastrado por una lista sábana (no tan larga por cierto) y sin ningún pergamino que lo legitime. El país e incluso Mendoza está plagado de ejemplos de dirigentes que ocuparon cargos para el cual en realidad nadie los eligió realmente. El problema es el momento en el que ocurrió el escándalo y lo que genera. No solo se deslegitima él, sino el Congreso y la clase política en general. La crisis total que vive el país sobreexpone a los dirigentes y exige conductas ejemplares. Pues ocurre lo contrario. 

Cuánto sale comprar un cargo

No hay mayor economía en negro que la política y más aún en épocas de campaña. Para construir un candidato se calcula el valor de una campaña por elector. A diferencia de cualquier otro indicador, los valores electorales sí se actualizan por la inflación real. En la última elección cada votante empadronado "costaba" $13,50. En base a ese monto se calculan los gastos totales habilitados para una campaña y también los aportes estatales. Por eso la necesidad de que sean actualizados. Para el año que viene cada elector superará los $20. En 2019 cada partido podía gastar $28.948.793 entre las PASO ($9.649.598) y las generales ($19.299.195) para "construir" un diputado nacional. Para construir un candidato a presidente el monto total habilitado para gastar era de $680.342.632.

Quien consiga más, más cargos puede lograr. En la provincia ninguno de los partidos declaró tantos gastos. Pero, claro, porque solo se registra "el blanco". Los aportes reales no se bancarizan, sino que se anotan en libretas. Sí. Cuadernos de almacenero que tienen la verdadera historia política de cada partido. "Hay de todo. Hay dirigentes políticos que se endeudan para financiar una campaña propia y otros que tienen padrinos que se las pagan", explican. Es real. Abundan los ejemplos de concejales, legisladores y hasta gobernadores que pidieron créditos para pagar sus campañas y hasta vendieron autos. Claro, algunos lo consideran una inversión a riesgo. "Lo pueden recuperar en la función pública", dicen los más críticos. 

Pero también hay otros ejemplos. "Hay cheques triangulados y aportes en negro de gremios, empresas y particulares que nunca se van a blanquear", dice otro conocedor de la gestión interna de los partidos. En Mendoza no hay ningún control real de esos movimientos. Ocurrió lo peor que puede pasar: tener una ley que promete auditar los gastos, pero vacía de contenidos. Nadie controla la recaudación y gastos de las campañas provinciales porque la Secretaría Electoral no tiene recursos asignados para ello. 

Esos antecedentes hacen desconfiar de algunas iniciativas surgidas para emparchar los problemas, como el proyecto de "ficha limpia" que se aprobó en Mendoza y que se quiere extrapolar a la Nación. Ameri podría ser legislador con o sin ficha limpia. No tener antecedentes penales no otorga de por sí un aval de buena gente. 

Sin caja no hay política y quien maneja la caja tiene el control. Ese era, por ejemplo, la principal llave que tenía Cristina Fernández de Kirchner en la provincia de Buenos Aires cuando se mudó temporalmente a Unidad Ciudadana y luego para construir su retorno al poder desde mayo del año pasado. Lo mismo pasaba en Mendoza con Mazzón y con varios capangas de la UCR que garantizaban recursos. 

El problema no es Ameri, sino lo que hace en su andar. El Congreso es la casa de la Democracia por excelencia, pero la institución más desprestigiada. Terrible favor le hace el salteño a la construcción de credibilidad, aunque no es el único. La combinación de crisis social, de credibilidad y los malos ejemplos deben alertar. Sobre todo porque ya pasó en Argentina.

En 2001 la génesis de la consigna "que se vayan todos" fue la elección de octubre de ese año, donde el voto bronca (con anulación, ausentismo o voto en blanco) ganó. En Mendoza si se hubiera tenido en cuenta la combinación de esas manifestaciones, el voto bronca hubiera tenido representación legislativa. Ahora el descontento va en crecimiento (en un contexto distinto) y también la deslegitimación de los representantes. Incluso ocurre con las fuerzas políticas que aparecieron para "renovar", como Protectora. 

El descrédito de la política no es un fenómeno exclusivo de Argentina. La crisis de representatividad afecta a todas las democracias y generó fenómenos como el de Donald Trump en Estados Unidos o el de Jair Bolsonaro en Brasil, así como el crecimiento de sectores reaccionarios en Europa. En Argentina pasó y puede volver a pasar. Hay una cita de Winston Churchill que recobró popularidad luego de que fuera retomada en la serie Borgen, que se reproduce por Netflix: "La democracia es el peor sistema de gobierno, a excepción de todos los demás que se han inventado". 

 

Archivado en