Un crimen delirante

La mujer vampiro que ya está libre y podría andar por cualquier calle

Tracey Wigginton pasó 22 años en la cárcel antes de ser liberada bajo palabra. En esta nota, el relato de la noche en que convenció a un hombre -junto a tres amigas- para llevarlo a un parque con la excusa de tener sexo. Lo que ocurrió, claro, no tuvo nada que ver con una velada de placer.

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MDZ Policiales sábado, 24 de julio de 2021 · 07:29 hs
La mujer vampiro que ya está libre y podría andar por cualquier calle
La apariencia de la asesina oscilaba entre la oscuridad y los toques ingenuos

El 20 de octubre de 1989, Edward Baldock (47) se juntó con amigos en The Caledonian Club para participar de un concurso de dardos y tomar unas copas. Resultó ser el ganador de la competencia y ahí estaba: contento, borracho y buscando un taxi para volver a su casa, donde lo esperaba su esposa y donde había criado a sus cinco hijos. A lo lejos, por la calle, se acercó un auto con cuatro chicas que iban a los gritos por la noche de Brisbane (Australia).

Edward las miró desde su ebriedad nubosa. Las mujeres le preguntaron adónde iba y si querían que lo llevaran a alguna parte. Por un segundo, años y años de vida doméstica se resquebrajaron en la cabeza de Baldock. Una de las jóvenes le mostró el escote y le sugirió que si subía a lo mejor tenían algo más que un aventón

Habrán sido las copas o el aburrimiento existencial, el asunto es que el obrero se subió al auto. Dentro sonaba Prince a todo volumen.

Tracey en la época en que cometió el asesinato.

La sed

Entre risas y charlas iban dentro del coche Tracey Wigginton (24), su novia Lisa Ptaschinski (24)Kim Jervis (23)Tracey Waugh (23). Habían pasado las últimas horas en un bar exclusivo para chicas que se llamaba L´Amours. Y -según contarían luego- Tracey había dicho, entre cerveza y cerveza, que necesitaba beber sangre humana.

Y no sólo eso. La vampiresa, Wigginton, acababa de teñirse el pelo de azabache y aparentemente se había convencido de su rol. Al principio, el plan había sido llevar a un hombre -cualquiera- cerca de un río, desnudarlo y dejarlo ahí, a modo de broma. Luego el plan cambió.

Tracey le sugirió a Edward que lo acompañara a los yuyos...

El auto llevó a Edward y a las cuatro mujeres unos 7 kilómetros, hasta el parque Orleigh, que en esa zona estaba desolado. Entonces Tracey le sugirió a Edward que lo acompañara a los yuyos. No era una mujer pequeña: medía 1,82 y pesaba unos 113 kilos, por lo que probablemente confiaba en controlar al hombre, que seguía muy alcoholizado.

La víctima se quitó la ropa y la dejó a un costado. Ella también se sacó la remera. Cerca, la novia de Wigginton, Lisa, se había acercado para dar una mano con el crimen. Llevaba, de hecho, el arma homicida. Un cuchillo.

Y en lugar de sumergirse en una escena de sexo, Edward se encontró con que Tracey empezaba a acuchillarlo. Le encajó 27 puntazos hasta que el herido empezó a atragantarse con su propia sangre. Ella lo vio morir y luego metió la cabeza en una de las heridas, para beber el líquido rojo.

Al otro día

Al otro día, el cuerpo de Edward Baldock fue rescatado del río por la Policía. Estaba desnudo, excepto por un par de zoquetes. Entre sus pertenencias -la pila de ropa seguía doblada en algún rincón del parque-, encontraron una tarjeta que decía T.A. Wigginton: el nombre de la mujer vampiro.

Si bien la aparición de la tarjeta ahí fue al principio un misterio, Tracey y sus amigas terminaron confesando el crimen, y la asesina pasó décadas tras las rejas tras admitir en el juicio que le gustaba tomar la sangre de vaca y de cerdos.

Otra de los datos que dio fue que durante la infancia había sido abusada e intentó explicar con ese antecedente el odio que sintió cuando se encontró frente a frente con Edward aquella madrugada. 

Una foto reciente de Wigginton, que salió en libertad condicional.

Su encierro le permitió, entre otras cosas, estudiar Arte. La liberaron el 11 de enero de 2012 tras haber estado 22 años tras las rejas. Los requisitos de su libertad condicional fueron que no se pusiera en contacto con sus antiguas amigas y que no vendiera su historia a los medios.

De aquello ha pasado casi una década; y no se sabe a ciencia cierta -al menos desde la distancia- dónde está la detenida que ocupó durante días y días las portadas de los medios australianos. 

 

 

 

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