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Sorpresa arqueológica en Israel: descubrieron un híbrido entre humano y neandertal

Un equipo de científicos reanalizó el cráneo de una niña de entre 3 y 5 años hallado hace casi un siglo en una cueva de Israel y planteó que podría tratarse de un híbrido entre humanos modernos y neandertales.

El descubrimiento en la Cueva Skhul podría cambiar lo que se sabía sobre el origen humano.

El descubrimiento en la Cueva Skhul podría cambiar lo que se sabía sobre el origen humano.

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Un equipo de científicos reanalizó el cráneo de una niña de entre 3 y 5 años hallado hace casi un siglo en una cueva de Israel y planteó que podría tratarse de un híbrido entre humanos modernos y neandertales. El descubrimiento, sin embargo, no ha sido aceptado por toda la comunidad científica.

El descubrimiento original y la nueva investigación

El descubrimiento tuvo lugar en la Cueva Skhul, ubicada en el monte Carmelo, Israel, donde hace casi 100 años se encontraron restos humanos correspondientes a uno de los entierros más antiguos conocidos. Entre esos restos figuraba un cráneo infantil que, durante décadas, se consideró perteneciente a un Homo sapiens anatómicamente moderno. Sin embargo, una nueva investigación publicada en la edición de julio-agosto de la revista L’Anthropologie desafía esa interpretación.

El estudio, encabezado por Anne Dambricourt Malassé, paleoantropóloga del Centro Nacional de Investigación Científica (CNRS) y del Museo Nacional de Historia Natural de Francia, utilizó técnicas modernas de escaneo por tomografía computarizada (CT) para observar con mayor precisión el cráneo, conocido como Skhul I. La nueva observación reveló que el neurocráneo mostraba características propias de Homo sapiens, mientras que la mandíbula presentaba rasgos típicos de los neandertales, como la ausencia de mentón.

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El descubrimiento de una niña con rasgos de Homo sapiens y neandertal vuelve a abrir el debate sobre los orígenes humanos.

El descubrimiento de una niña con rasgos de Homo sapiens y neandertal vuelve a abrir el debate sobre los orígenes humanos.

Un descubrimiento que reaviva viejos debates

Los restos habían sido restaurados originalmente con yeso, lo que dificultó durante décadas su análisis detallado. Gracias a los avances tecnológicos, el equipo de Dambricourt Malassé propuso que esta morfología no podría explicarse únicamente como una variabilidad dentro de los humanos modernos. "No hay forma de que esta morfología represente la variabilidad del Homo sapiens", afirmó la investigadora en un correo al sitio web Live Science, y sostuvo que el caso representa "objetivamente" un híbrido.

No obstante, no todos los expertos han compartido esa conclusión. Chris Stringer, paleoantropólogo del Museo de Historia Natural de Londres, dijo que si bien la mandíbula puede parecer más primitiva, en conjunto los restos siguen alineándose principalmente con Homo sapiens. “Incluso si no se trata de híbridos de primera generación, ciertamente es posible que los fósiles de Skhul reflejen algo de flujo génico entre las dos poblaciones”, señaló Stringer, en alusión a un estudio de 2024 que ya había planteado una mezcla genética entre neandertales y humanos hace unos 100.000 años.

También John Hawks, antropólogo de la Universidad de Wisconsin-Madison, expresó cautela. "Este estudio tal vez sea el primero que ha puesto los restos del niño de Skhul sobre una base científica", dijo al medio New Scientist. Sin embargo, recalcó que no se puede identificar con certeza al individuo como un híbrido sin pruebas genéticas.

Si se confirmara que la niña fue un híbrido, esto implicaría que el cruce entre humanos modernos y neandertales ocurrió de manera más frecuente y temprana de lo que se pensaba. Actualmente se sabe que la mayoría de las personas vivas posee entre un 1 % y un 3 % de ADN neandertal, aunque la naturaleza exacta de esas interacciones sigue sin esclarecerse.

Dambricourt Malassé afirmó que, si bien durante mucho tiempo se creyó que las hibridaciones no eran viables, este caso demuestra que al menos en ocasiones sí lo fueron, aunque la niña solo haya vivido cinco años. A la espera de análisis genéticos que puedan confirmar la hipótesis, el cráneo de Skhul continúa siendo una pieza clave en el rompecabezas de la evolución humana.