Paso a paso, la jugada magistral de Donald Trump para terminar la guerra en Gaza
El presidente que muchos subestiman por sus extravagancias y su escaso apego a las reglas volvió a demostrar su talento para la negociación. Las razones por las que consiguió algo con lo que hubiesen soñado Obama y Biden.

Donald Trump es uno de los principales artífices de la paz en Medio Oriente.
EFE“No más túneles, no más miedo. Trump Gaza, al fin llegó. Trump Gaza, un futuro dorado, una nueva vida. Trump Gaza, número 1”.
El texto corresponde a la letra del clip con el que Donald Trump presentó su primer plan de paz para Gaza, al ritmo de un sintetizador sacado de varios éxitos de la música electrónica. No es nada al lado de las imágenes que muestran a niños en medio de los escombros que atraviesan un túnel y se encuentran con una mezcla entre Dubái y una versión decadente de Las Vegas, en la que mujeres barbudas bailan en una playa repleta de yates, Elon Musk arroja billetes a la gente, hay estatuas doradas de Trump en las calles y un gigantesco hotel-casino en el que el propio presidente se muestra seducido por odaliscas. Es lo que la inteligencia artificial interpretó como la concreción de lo que él llamó la “Riviera de Medio Oriente”, a la que aludió tras su primer encuentro con el primer ministro Benjamin Netanyahu en la Casa Blanca.
Te Podría Interesar
Como el plan suponía el desplazamiento de más de 2 millones de gazatíes para la reconstrucción radical del enclave, muchos lo acusaron de estar proponiendo una limpieza étnica. Otros, de ser un delirante que se burlaba de una tragedia humanitaria. Pocos vieron que estaba dando los primeros pasos de una estrategia que terminó este viernes con el comienzo de un cese del fuego definitivo, que va a permitir, en un lapso de 72 horas, la liberación de los 48 rehenes que permanecen en Gaza desde hace dos años.
El estilo de conducción no es el de un político tradicional. Mucho menos el de un diplomático. Es el que forjó un personaje sui generis en décadas de negocios inmobiliarios y shows televisivos, refinados —si es que vale el término para Trump— tras ocho años en el centro de la política estadounidense y global. La estrategia es siempre la misma: asustar y desconcertar a la contraparte haciéndose el loco, para luego pasar a una fase de seducción en la que busca mostrarle la conveniencia de hacer negocios juntos, pero en sus propios términos.
Si bien la maquinaria comenzó a ponerse en marcha con aquel video publicado en febrero, la estocada final se gestó en los últimos 30 días, que fueron realmente frenéticos. Pero, para entender cómo y por qué tuvo éxito, hay que remontarse a los primeros días de julio. Así comienza esta cronología:
—5 de julio. Tras meses de estancamiento luego de que terminara en febrero la tregua que permitió la liberación de la última tanda de rehenes antes del acuerdo definitivo, Trump impulsó un esquema de cese del fuego por 60 días. Incluía la liberación escalonada de los cautivos israelíes y retiros parciales de las Fuerzas de Defensa como base para discutir el fin de la guerra. Trump dijo que Israel estaba abierto a aceptar el marco y que lo discutiría con Netanyahu en la Casa Blanca. El paquete incluía un aumento sensible de ayuda humanitaria y llegó a las partes a través de los mediadores, Catar y Egipto.
—9 de julio. Trump y Netanyahu mantuvieron dos encuentros en la Casa Blanca en menos de 48 horas, con fotos en el Salón Oval y reuniones ampliadas en el Ala Oeste, centradas en definir los detalles del acuerdo, que seguía trabado pese a las presiones estadounidenses. En paralelo, continuaron las tratativas indirectas en Doha. No hubo ningún anuncio concreto, pero funcionarios estadounidenses dijeron que las diferencias se habían reducido significativamente y que podía haber humo blanco esa misma semana.
—17 de julio. Estados Unidos, Catar y Egipto presentaron un borrador actualizado que mantenía como eje la tregua de 60 días y estipulaba la liberación de la mitad de los rehenes vivos y la mitad de los muertos en una primera etapa. Israel aceptó, pero Hamás seguía insistiendo en que necesitaba alguna garantía de que el entendimiento iba a significar el fin de la guerra.
—24 de julio. En un movimiento de alto impacto político, tras varios días en los que la falta de ayuda humanitaria y el hambre se volvieron recurrentes en las tapas de los diarios y en los noticieros occidentales, Emmanuel Macron anunció que Francia iba a reconocer al Estado de Palestina en septiembre, en el marco de la Asamblea General de la ONU. Un anuncio vacío de contenido, porque no decía dónde empezaba ni dónde terminaba ese Estado, ni quién iba a ser el interlocutor ante la comunidad internacional para llevarlo a cabo. Y también era un anuncio sin el más mínimo sentido práctico, porque todos saben que no puede haber un Estado palestino unilateral, sin un entendimiento con Israel. El mensaje del presidente francés generó satisfacción en el universo islamista, indignación en Israel y mucho malestar en Washington, que lo leyó como un gesto que podía entorpecer las negociaciones, que estaban muy cerca de cerrarse.
—5 de agosto. Luego de que Hamás presentara en Doha nuevas condiciones que no había incluido antes, que suponían concesiones que Israel no estaba dispuesto a ceder porque garantizaban la supervivencia armada del grupo terrorista, Netanyahu dio por terminado el diálogo. Acto seguido, propuso reforzar la ofensiva militar en Gaza. Consultado sobre la posibilidad de una ocupación total del enclave, Trump respondió que eso dependía de Israel. Sin dar un apoyo explícito, dejó en claro que no iba a hacer nada para evitarlo, a pesar del clamor de los líderes europeos y los organismos internacionales.
—7 de agosto. El gabinete de seguridad de Israel aprobó un plan para tomar la Ciudad de Gaza, la ciudad más importante de la Franja, con unos 900.000 habitantes. El gobierno argumentó que era la única forma de derrotar a Hamás, ya que era el bastión que le quedaba. Los familiares de los secuestrados intensificaron las protestas, acusando a Netanyahu de sacrificarlos. El primer ministro, que es otro estratega como Trump, entendió que avanzar en esa dirección era la única manera de contener a las facciones de extrema derecha que forman parte de su coalición, al mismo tiempo que le mostraba a Hamás que no iba a poder conseguir lo que estaba exigiendo.
—8 de agosto. En otra señal de apoyo a los pasos de Israel, Marco Rubio culpó a Hamás y a Francia por el deterioro de la situación en Gaza. “Las conversaciones con Hamás fracasaron el día que Macron tomó la decisión unilateral de reconocer al Estado palestino”, dijo el secretario de Estado en una entrevista. “Estos mensajes, que para ellos fueron un gesto simbólico importante, han complicado la posibilidad de alcanzar la paz y cerrar un acuerdo”.
—20 de agosto. Consciente del fracaso de su jugada, Hamás comunicó a los mediadores en El Cairo y Doha que retiraba sus últimas demandas y aceptaba el esquema de tregua de 60 días propuesto originalmente. Pero ya era tarde. Trump y Netanyahu comprendieron la debilidad en la que se encontraban los terroristas. En ese contexto, un acuerdo de liberación de rehenes por etapas era demasiado premio para ellos.
—9 de septiembre. Un inédito ataque aéreo israelí en Doha apuntó a la cúpula de Hamás reunida en el distrito de Leqtaifiya para evaluar alternativas en las negociaciones. Nunca antes Israel había atacado a Catar, país que no solo dio asilo a los jefes de Hamás desde hace una década, sino que es, en los hechos, uno de sus principales sponsors, en el marco de su estrategia dual de ser, al mismo tiempo, aliado de terroristas islámicos y de potencias occidentales.
Este hecho probablemente sea el más importante de la cronología. Creó la apariencia de que Netanyahu estaba fuera de control y ya no reconocía ningún límite. Ni siquiera el territorio del país en el que Estados Unidos tiene su mayor base militar en Medio Oriente. El país que acababa de ser visitado por Trump para firmar acuerdos que incluían la cesión de un Boeing 747 de lujo para que sea el nuevo Air Force One. Washington juró que solo se enteró del ataque cuando ya estaba en curso. Raro. Pero aún más raro es que ninguno de los miembros de la cúpula de Hamás murió en el ataque. Nunca antes Israel había errado tanto. ¿En serio no sabía Trump? ¿En serio no sabía Catar?
—21 de septiembre. En un movimiento coordinado, Reino Unido, Canadá y Australia reconocieron formalmente al Estado de Palestina. Israel, cada vez más aislado en Occidente, los acusó de premiar el terrorismo. El mismo argumento usó el Departamento de Estado para expresar su desacuerdo. Lo de Francia ya había sido una muestra, pero es evidente que los líderes europeos perdieron la brújula hace tiempo.
—21 de septiembre. Horas después, Itamar Ben-Gvir y Bezalel Smotrich, los ministros más extremistas de Netanyahu, reclamaron anexar Cisjordania como “contramedida inmediata” y anunciaron que llevarían la propuesta al gabinete. El primer ministro no hizo nada para disuadirlos.
—23 de septiembre. En los márgenes de la Asamblea General de la ONU, Trump reunió a los líderes de los principales países islámicos: Arabia Saudita, Catar, Emiratos Árabes, Egipto, Jordania, Turquía, Indonesia y Pakistán. El propósito: discutir su nuevo plan para el futuro de Gaza. El presidente dijo que esa era la reunión más importante de todas las que mantuvo esa semana. No mintió.—23 de septiembre. En un mensaje dirigido a los países islámicos con los que se había reunido antes, afirmó que no iba a permitir que Israel anexe Cisjordania. Nunca antes había sido tan categórico.
—29 de septiembre. Tras su cuarta cumbre en nueve meses, Trump y Netanyahu ofrecieron una conferencia en el Comedor de Estado de la Casa Blanca, donde el estadounidense presentó su plan de 20 puntos para poner fin a la guerra en Gaza. Incluía la liberación inmediata de la totalidad de los rehenes, el desarme de Hamás yla desmilitarización de la Franja, la retirada del ejército israelí, la conformación de un gobierno palestino tecnocrático con supervisión internacional y las bases para la discusión futura de un Estado palestino.
Lo más importante: el plan contaba con el apoyo explícito de todos los países islámicos con los que se había reunido antes. Incluido Catar, que, de ser el principal sponsor de Hamás, pasaba a suscribir un acuerdo en el que se comprometía a la virtual desaparición del grupo como organización armada y política. Para conseguir ese apoyo, Trump le dio dos obsequios muy valiosos: primero, una llamada conjunta con el primer ministro Mohammed bin Abdulrahman Al Thani, en la que Netanyahu se disculpó por el ataque israelí en Doha; segundo, un acuerdo de seguridad por el que Estados Unidos se comprometía a defender al emirato de cualquier agresión externa.
—3 de octubre. Hamás comunicó que aceptaba liberar a todos los rehenes —vivos y fallecidos— dentro del esquema propuesto por Washington y pidió abrir negociaciones técnicas sobre secuencias y logística. Planteó, además, que estaba dispuesto a ceder la administración de Gaza a un gobierno tecnocrático con aval árabe, aunque mantenía reservas sobre el desarme y garantías de no reanudación de hostilidades.
—8 de octubre. Trump anunció que Israel y Hamás habían “dado luz verde” a la Fase 1 de su propuesta: cese de hostilidades permanente, liberaciones escalonadas y repliegue del Ejército israelí a una línea acordada.
—9 de octubre. Las delegaciones firmaron en Sharm el-Sheij, Egipto, el acuerdo inicial. Los líderes de Hamás afirmaron que con eso daban por terminada la guerra que ellos mismos habían comenzado el 7 de octubre de 2023 con el ataque terrorista más brutal del que se tenga memoria.
—10 de octubre. En la madrugada, el gabinete de Netanyahu aprobó el acuerdo. Hacia el mediodía, el cese de hostilidades entró en vigor y comenzó el repliegue de las Fuerzas de Defensa hasta la línea estipulada. Desde entonces corre la ventana de 72 horas para que Hamás libere a los 48 rehenes. Se espera que lo haga antes del lunes al mediodía.