La profecía francesa: el libro que anticipó victorias como la de Zohran Mamdani en Nueva York
El nuevo alcalde de Nueva York desató la polémica en las últimas semanas, como si de una elección presidencial se tratará. Pero, ¿cuál es el verdadero trasfondo de su fenómeno político?
Zohran Mamdani ganó con más del 50% de los votos en Nueva York.
EFEDiez años atrás, un escritor francés, Michel Houellebecq, se salvó de ser cancelado ampliamente por racista y otros motes deleznables, si no fuera porque su obra se volvió ampliamente popular contra todos los pronósticos, en una Francia que se jacta de su multiculturalidad y tolerancia, al menos superficialmente. Estamos hablando de Sumisión.
Un francés que avisa
En su libro, Houellebecq nos sitúa junto a un protagonista de nombre François , en la Francia del año 2022, que para ese momento todavía era futuro. Se trata de un personaje que se desempeña como profesor universitario, confortable en una vida cínica, donde los días se pasan uno por uno entre relaciones sexuales efímeras, órdenes de delivery para calentar en el microondas y un profundo cinismo. Al mismo tiempo, se desarrolla una hipotética segunda vuelta presidencial entre el frente de derecha de Marine Le Pen y la Hermandad Musulmana Francesa, liderada por Ben Abbes, un político musulmán que se presenta como moderado para agrupar a los sectores de centro e izquierda en una coalición que, finalmente, termina por imponer un gobierno islámico.
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Lo que era el advenimiento de la moderación política termina en poligamia tolerada, mujeres dejadas de lado del espacio público y una islamización de este, en todos los sentidos, incluso la universidad donde trabaja François. Aunque este último intenta encontrar refugio en un catolicismo que el interior de Francia parece resguardar, el profesor se resigna a la apatía y la entrega, con un final, de mínima, inquietante.
Mamdani, el caso práctico
Aunque en Europa ejemplos no sobren, el caso de Zohan Mamdani parece, en muchos aspectos, una actualización práctica de Sumisión por el momento. Un Houellebecq estadounidense ya debe estar sacando punta al lápiz, si es que ya no lo hizo.
Zohran Mamdani (demócrata).
Mamdani es la nueva estrella del Partido Demócrata, con solo 34 años, en pleno epicentro del capitalismo financiero. Nacido en Uganda, musulmán y de orígenes surasiáticos, parece contar con todas las estipulaciones necesarias para ser el líder de las clases acomodadas progresistas de ambas costas norteamericanas. Incluso ha llegado a hacer spots hablando en español, para congraciarse con la comunidad “latina” (concepto erróneo que vale desgranar en otra columna) o ha mostrarse junto a comunidades del hinduismo. Además, su discurso suena, para el norteamericano tradicional (si es que eso todavía existe), a demagogia populista en estándares del país del norte: vivienda gratuita, congelación de alquileres, transporte público gratuito, entre otros.
La confrontación directa con Donald Trump, que lo llama comunista, y el discurso de Mamdani de ayer a la noche contra el presidente, son solo un aspecto superficial de la confrontación silenciosa que vive Estados Unidos en el día a día: la étnica. Como gustan caracterizar los consultores en opinión pública, podemos hablar, quizás, del espiral del silencio más grande de las últimas décadas. Mamdani sabe que junta un voto que en gran parte mira de reojo a los WASP (las siglas en inglés para blanco, anglosajón y protestante), y Trump en viceversa. Son dos concepciones distintas de los Estados Unidos, si vamos a las posiciones más extremas: la del discurso de Mamdani, que entiende que el país se formó por inmigrantes de todos los rincones del mundo y la de quienes se remontan a las colonias puritanas, esas mismas que quemaban brujas en Salem, por ejemplo. Dos concepciones, pocas veces explícitas, pero que no parecen compatibles.
Zohran Mamdani junto a militantes de diferentes comunidades étnicas. Foto: X
Cada vez más, el sueño de Martin Luther King parece haber quedado en eso, un sueño. Por el momento, los Estados Unidos no pudieron conseguir la integración “a la argentina” de antaño, que termina con senegaleses peronistas en el Once cantando la marcha o un político musulmán, converso al cristianismo, para ser Presidente de la Nación.
El cuadro más endeble
Aunque los laureles parecen ser infinitos para el alcalde electo, podemos afirmar que se trata del alfil más débil de su comunidad. Ya de por sí, el conjunto de votos multiculturales parece ser débil, ya que solo se aglutinaron contra un enemigo externo. Pero, al mismo tiempo, Mamdani es sujeto de críticas hacia dentro mismo de la comunidad musulmana. El medio digital ARC tituló una nota a fines de octubre de la siguiente manera: “Zohran mamdani no es suficientemente musulmán-por qué el candidato a alcalde debería inclinarse más hacia su religión”. Debajo, una foto del candidato hablando a la salida de una misa católica.
El medio digital ARC con un titular de lo más crítico contra Mamdani. Foto: Google
Parece ser que los grupos musulmanes más ortodoxos han descubierto que la concepción “demócrata-socialista” de Mamdani no es muy compatible con la religión que profesan. Queda claro que el socialismo, ideología de épocas nietzscheanas, no tiene tiene muy en cuenta a Dios. Si vamos a la extremo trumpista de tildarlo de comunista, incluso la Unión Soviética alguna vez enjuicio a Dios y disparó con un pelotón de fusilamiento al cielo (sí, es verdad).
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Y, en este sentido, Mamdani cuenta con un adversario casi imbatible: la demografía. Como sucede en gran parte del mundo, los grupos más ortodoxos de cualquier religión son cada vez más grandes, generando tensiones hacia dentro de sus comunidades y también hacia el afuera. No solo sucede en New York. También pasa en Israel o la India. ¿Hasta cuando puede llegar la moderación del musulmán multicultural Mamdani? Lo mismo se pregunta Houellebecq con el ficticio Ben Abbes en un momento.
Un cambio de élites global
El fenómeno Mamdani no es excepcional. Occidente se ve signado por muchos casos como los de él, todos provenientes de diferentes confesiones que, hasta hace no poco, eran ajenas al Occidente conocido. Ahora se abre, poco a poco, uno desconocido. Alcaldes, primeros ministros, gobernadores, todos por ahora moderados prueban la gestión ante un escenario cada día más polarizado étnicamente. No podríamos decir religiosamente aún, ya que el Occidente cristina parece sumiso en la apatía que bien describe Houellebecq, en las formas superficiales y algún que otro movimiento reaccionario efímero. Se hizo carne en él “el vivir como si no hubiese un mañana” y, efectivamente, no parece haber un mañana con el Occidente que conocimos hasta el siglo XX. Son meros hechos descriptivos.
Una cosa si es cierta: parece ser que Dios está muy lejos de haber muerto. La separación de la religión y la política parece ser solo una ilusión de países como los Estados Unidos. Poco duraron los principios guía de las democracias liberales, basadas en valores positivistas de corto alcance. La religión vuelve al juego, pero no la misma que nos dejó los valores, ahora laicos, a los que estamos acostumbrados. La democracia sin objetivos trascendentales parece estar destinada a un cambio de élites por una que sí los tenga. Al leer Sumisión uno se da cuenta que un François poco sirve para dirigir los destinos de un país.






