El mundo baila (y se marea) con las melodías y ritmos de DJ Trump
Europa se diluye, América Latina se reconfigura y el presidente de Estados Unidos despliega su poder con una mezcla de show, negocios y pragmatismo. Desde Escocia hasta Gaza, pasando por Brasil, Colombia y la Argentina de Milei, Occidente gira a su alrededor

El presidente americano busca ocupar su rol clave en el conflicto de Gaza.
Tendrá una superficie de 90.000 pies² (unos 8.361 m²) y capacidad para 650 invitados. El estilo que anticipan los renders está inspirado en Mar-a-Lago, el club de golf convertido en residencia principal de Donald Trump en Palm Beach. Y el costo estimado asciende a USD 200 millones. Es el salón de baile que Donald John (DJ) Trump hará construir en el ala este de la Casa Blanca a partir de septiembre. Una idea que parece disparatada, pero que cobra sentido en el excéntrico mundo del presidente de Estados Unidos, uno en el que todos los líderes mundiales —al menos los occidentales— parecen bailar al ritmo de DJ.
Lo que más impacta de este segundo mandato de Trump es el nivel de poder que despliega. Hacía tiempo que no veíamos a un presidente de Estados Unidos ejercer con semejante intensidad las facultades que le otorga la posición estratégica, económica y militar de su país. Y Trump lo hace con las modalidades propias de alguien que viene del universo del entretenimiento. No se trata solo de ejercer el poder, sino de exhibirlo. Es el prisma desde el que conviene revisar algunos de los sucesos más destacados de la semana.
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Cómo ser local jugando de visitante
La escena inicial se produjo en Escocia. Allí estuvo Trump inaugurando su tercer campo de golf en Reino Unido, con esa combinación tan suya entre negocios privados y política. Una mezcla que, por momentos, resulta obscena, pero que él transita con una naturalidad pasmosa, como si no hubiera conflicto alguno. Como hombre de negocios que es, simultáneamente presidente de los Estados Unidos, cortó cintas en el Trump International Golf Links de Balmedie, a pocos kilómetros de Aberdeen. El campo de 18 hoyos se suma a su serie de clubes distribuidos por distintos puntos del mundo. Y en ese mismo viaje mantuvo reuniones de alto nivel. Estaba fuera de su país, pero jugaba de local.
La primera invitada al baile fue Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea. Trump le arrancó un acuerdo muy favorable para los intereses estadounidenses: la Unión Europea, que enfrentaba una amenaza arancelaria del 30% para acceder al mercado norteamericano, terminó aceptando una tasa del 15%. Además, le concedió ventajas adicionales en materia de inversiones y mayor apertura del mercado europeo para productos de origen estadounidense.
El acuerdo generó ruido. François Bayrou, primer ministro de Francia, lo definió como una claudicación y el ingreso a una etapa oscura para Europa. Refleja las divisiones internas del bloque, pero también una realidad insoslayable: el club de los 27 no tiene margen para reemplazar a Estados Unidos con China, por razones culturales y geopolíticas. Sobre todo en un momento en el que necesita de Washington para hacer frente al desafío que representa Vladimir Putin.
El modelo europeo de diplomacia y concertación está agotado. Aquella arquitectura institucional que se consolidó en los '90 y principios de los 2000 hoy se muestra ineficaz en un mundo más fragmentado y confrontativo. Con idiosincrasias e intereses diversos, la unidad burocrática se vuelve cada vez más difícil y hunde a Europa en la intrascendencia.
Pero cuidado: salir del bloque no implicaría salir de la decadencia. Después de su encuentro con Von der Leyen, Trump protagonizó una escena aún más inusual: fue anfitrión en Gran Bretaña del primer ministro británico. En su campo de golf de Turnberry recibió a Keir Starmer, haciéndole sentir en todo momento quién mandaba.
Lula no quiere bailar
Como tituló esta semana The New York Times, solo parece haber un líder relevante del hemisferio occidental realmente dispuesto a enfrentarlo: Luiz Inácio Lula da Silva. El presidente de Brasil se negó a ceder ante las presiones de Trump, a pesar de que Estados Unidos le impuso un arancel del 50% a sus exportaciones, que entrará en vigor este 7 de agosto. Es el país más afectado de los 92 a los que el mandatario estadounidense subirá la tarifa para ingresar a su mercado desde la semana que viene.
El argumento esgrimido por Trump fue que Lula no detuvo las investigaciones judiciales contra Jair Bolsonaro. Es cierto que ni aunque quisiera podría hacerlo: en Brasil el Supremo Tribunal Federal (STF) es verdaderamente supremo, tal vez incluso más que la propia Constitución. Pero Lula decidió no hacer ningún gesto que pudiera interpretarse como una concesión. No pidió prórrogas, no buscó atajos diplomáticos, no hizo nada para suavizar a DJ. Aprovechó el ataque para ratificar el viraje de Brasil hacia el eje de los BRICS y galvanizar su deteriorado liderazgo interno.
A diferencia de México, que logró demorar 90 días la aplicación de los aranceles tras una llamada de Claudia Sheinbaum, Lula optó por la confrontación. Dijo que el mundo no quiere un emperador y que si Trump viviera en Brasil ya estaría preso por lo que hizo en Estados Unidos. Ahí hay una estrategia de largo plazo: para él, Brasil debe buscar su futuro en Oriente, no en Occidente.
Y no es un planteo disparatado: el intercambio con Estados Unidos disminuye desde hace años y China ya es su principal socio comercial. Aun sabiendo que sus reclamos ante la OMC no tendrán impacto alguno, Lula aceptó el costo económico. Porque lo que está en juego es una visión geopolítica más ambiciosa. El 89% de los brasileños cree que esto va a afectar mucho a Brasil. El riesgo para el presidente es que esa afectación lo termine erosionando cuando se termine el efecto patriotero.
Castigos ejemplificadores
El dueño del boliche no está dispuesto a aceptar que haya un invitado que no baile. Por eso, la fuerza del castigo. Esta semana redobló la apuesta sancionando al juez Alexandre de Moraes, a quien acusa de violar derechos fundamentales por su rol en las causas que lidera contra Bolsonaro en el STF. Las sanciones incluyen la prohibición de ingresar a Estados Unidos, invertir o establecer relaciones comerciales con sociedades norteamericanas. Una medida dura, reservada usualmente para grandes criminales o violadores sistemáticos de derechos humanos.
El mensaje es claro: no se tolerará que un país del hemisferio intente desmarcarse. Pero, al mismo tiempo, Trump conserva el pragmatismo. De los productos brasileños alcanzados por el arancel del 50%, cerca del 40% quedaron exceptuados. La industria aeronáutica, con Embraer a la cabeza, no fue tocada por su asociación con Boeing. Eso moderó el impacto económico inmediato.
El índice Bovespa subió tras el anuncio en una señal de alivio: el escenario es malo, pero no el peor posible. Lo interesante del affaire con Lula es que confirma que Estados Unidos está más presente que nunca en América Latina, mucho más que en las últimas décadas. Y convencido de que debe reforzar su liderazgo regional, en línea con la doctrina de las áreas de influencia, según la cual las grandes potencias deben repartirse el mundo, consolidando su poder pero tratando de evitar choques directos entre ellas.
Esto se ve también en la relación con Colombia, donde la Justicia condenó a Álvaro Uribe Vélez a 12 años de cárcel. El presidente más influyente del último medio siglo fue encontrado culpable de manipulación de testigos. La causa fue impulsada por el senador Iván Cepeda, aliado de Petro. Para Washington —y para toda la oposición colombiana—, el fallo tiene un fuerte sesgo ideológico.
Marco Rubio cuestionó duramente la sentencia. La calificó como ilegítima y advirtió que marca un rumbo peligroso. En paralelo, Estados Unidos redujo a la mitad la ayuda financiera a Colombia en materia de seguridad y desarrollo social. Un recorte impensado hace apenas unos años.
Esto se da en el contexto de una creciente cercanía entre Petro y Nicolás Maduro. Ambos gobiernos firmaron un acuerdo bilateral para controlar juntos la frontera, una de las más porosas del planeta, por donde circulan guerrillas, narcos y disidencias armadas. La producción de cocaína en Colombia está en niveles récord, según el último informe de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito. En parte, por la decisión oficial de replegar a las Fuerzas Armadas en nombre de una “paz total” que solo ha resultado en un reverdecer del terrorismo. El acuerdo con Maduro sería algo así como firmar una alianza con Al Capone para combatir el contrabando de alcohol.
Argentina, cada vez más carnal
En este tablero regional, Argentina vuelve a ocupar el lugar que había habitado en los años 90, con un nivel de alineamiento explícito al gobierno de Estados Unidos. Esta semana se dio un paso simbólico: la solicitud de ingreso al programa Visa Waiver, que permitiría viajar sin visa a Estados Unidos para estadías breves por turismo o negocios.
El acuerdo fue sellado durante la visita de Kristi Noem, secretaria de Seguridad Interior, quien se reunió con el presidente Javier Milei y la ministra Patricia Bullrich. Noem —encargada de instrumentar la draconiana política migratoria de Trump— elogió el rumbo del gobierno argentino y celebró que, bajo el liderazgo de Milei, se esté convirtiendo en un aliado aún más fuerte de Estados Unidos.
Un enviado en Medio Oriente
Trump envió esta semana a Israel y a Gaza a Steve Witkoff, su representante para la región y para todas las negociaciones complejas. Primero se reunió con el primer ministro Benjamin Netanyahu con el objetivo de presionarlo para lograr un acuerdo de paz con Hamas. Aunque Trump sostiene públicamente su respaldo a Israel, en privado busca cerrar la guerra cuanto antes.
Después lo mandó a Gaza, donde la situación es catastrófica. Más de 665 días de conflicto, con una emergencia humanitaria cada vez más evidente, una presión internacional creciente y un número de víctimas civiles que ya no guarda proporción con avances militares significativos. Trump sabe que sostener el conflicto empieza a ser contraproducente. El problema es que la mitad de los aliados de Netanyahu amenazan con romper el gobierno si cede.
Acá vuelve a ser prístino el contraste entre el liderazgo de Trump y la debilidad de Europa, que sigue sin brújula. Su gran respuesta a la crisis en Gaza es anunciar el reconocimiento del Estado palestino en la próxima Asamblea General de la ONU. Una medida que, lejos de resolver el conflicto, refuerza la posición de Hamas. Como planteó Rubio esta semana: ¿por qué reconocerlo ahora y no antes del ataque del 7 de octubre? ¿Y quién gobernaría ese eventual Estado? ¿Los herederos de los líderes de Hamas que votaron los gazatíes en 2006 o la Autoridad Nacional Palestina, que es rechazada por los propios palestinos por corrupta e incompetente?
Síntomas de un continente sin identidad
Los pasos en falso en Medio Oriente hablan de una Europa que no logra ordenar sus prioridades ni definir una estrategia coherente. Más aún cuando en su interior atraviesa una transformación cultural profunda, frente a la que tampoco encuentra una respuesta. En el Reino Unido, por segundo año consecutivo, el nombre más popular entre los varones recién nacidos fue Muhammad, adaptación al inglés contemporáneo del nombre sagrado del profeta Mahoma. Mucho más impactante es el nombre que más creció en 2024: Yahya, en honor a Yahya Sinwar, el líder de Hamas que diseñó la ofensiva terrorista del 7 de octubre. Un reconocimiento póstumo, porque Israel lo abatió el año pasado.