Opinion desde Ucrania

Guerra en Ucrania: matanza en Uman

Inna Usenko es escritora, nacida en Ucrania y escribe en MDZ acerca de todo este tiempo hostil en Ucrania, y denuncia una matanza de niños.

Inna Usenko jueves, 1 de junio de 2023 · 07:08 hs
Guerra en Ucrania: matanza en Uman
Niños Ucranianos masacrados en la guerra Foto: Inna Usenko

Escribo libros utilizando el realismo como estilo, nunca me ha gustado el "horror". Pero ha llegado este momento tan gris y amargo que es necesario hablar de asesinatos en masa y mares de sangre en mi Ucrania natal. Porque en Rusia durante décadas se escribieron guiones para este horror hecho realidad. Allí, había una gran demanda de tales perversiones bajo el pretexto de desyugarse. La tragedia, una de tantas que sucedieron en nuestra tierra, ocurrió en la localidad de Uman.

Esta ciudad fue fundada allá por el siglo XVI, cuando los conquistadores desembarcaban en las costas de América. Fue destruida docenas de veces, quemada por enemigos, y cada vez fue reconstruida. El 28 de abril de este año, los asesinos rusos lanzaron un cohete sobre un bloque de viviendas. El portal entero, 48 viviendas, fue destruido. Esto ocurrió a las 4:30 de la mañana, cuando la gente dormía tranquila. Así es como describe Vita Solonetska este acto terrorista: "Todo se estremeció, y vi y sentí explosiones, una tras otra. Eran como fuegos artificiales, pero mucho más fuertes y brillantes. Una sirena aullaba, la onda expansiva activó las alarmas de los vehículos aparcados".

Un barrio destruído.
Foto: Inna Usenko.

En medio de la oscuridad, medio despierta, me sentí como un pequeño grano de arena en el mismísimo epicentro del Armagedón. Mi corazón latía con fuerza, ríos de sudor frío corrían por mi espalda. Me vestí y corrí al sótano. Quería entender qué pasó, pero aún no había información en internet. Salí afuera. Estaba lleno de gente, y el cielo en el lugar del impacto del cohete estaba enrojecido por el resplandor del fuego. Sentí el hedor del humo y la amargura en la boca. Coches de rescatistas, bomberos y médicos se precipitaron a nuestro lado. Estaba claro que algo irreparable había sucedido.

Foto: Inna Usenko.

Continua el relato: "Y luego empezó a aparecer una terrible crónica de muertos y heridos. En 12 horas de trabajo, los rescatistas encontraron 23 muertos y 18 heridos. Trabajaron, olvidándose de la seguridad y el descanso, porque cada minuto valía la vida de alguien. Los cuerpos mutilados eran imposibles de identificar. Una de las fotografías de los escombros me llamó especialmente la atención: la mano de una niña, como si estuviera extendida para ser rescatada. Como en el fresco de Miguel Ángel, donde Adán le tiende la mano a Dios, y Dios le da su mano desde el cielo. Pero esta vez Dios no escuchó, no vino a ayudar. No fue posible salvar esta frágil vida porque fue aplastada por toneladas de losas de hormigón. Y con él, aplastado un mundo inconmensurable de amor, sueños, maternidad, búsquedas y descubrimientos".

La casa se convirtió en una tumba para familias enteras. Y así, en familia, fueron enterrados 6 niños, de 1,5 a 17 años, víctimas inocentes de un país terrorista. Un niño, que sobrevivió milagrosamente, llora sobre los ataúdes de su hermano, hermana, madre, abuela y tía. La familia huyó de la guerra de Luhansk, pero un cohete los alcanzó en Uman. Una publicación de un artillero ruso
regocijándose por el lanzamiento de este misil ha llegado a Internet: "¡Dimos justo en el blanco!".

Foto: Inna Usenko.

Las mismas tragedias las observamos todos los días en todas las ciudades y pueblos del país. ¿Quién permite que se cometan atrocidades con impunidad todos los días? Nuestra tierra se ha convertido en cementerios (cientos de miles de muertos, no hay datos exactos), campos minados (174.000 km2) y ruinas (170.000 construcciones: edificios residenciales, escuelas, museos, hospitales, fábricas, etc.). Nuestra fértil tierra, nenka, ya se parece al suelo lunar. Tales son las consecuencias de la envidia de los vecinos rusos, que no conoce límites. Hace cien años, los asaltantes rusos se llevaron las cosechas de los ucranianos y causaron la muerte de millones.

En aquel entonces fue el Holodomor de la década de 1930, una hambruna artificial sin precedentes. Ahora ellos han acumulado muchas armas y actúan sin tapujos. Una fina capa fértil de chernozem, como no se encuentra en ningún otro lugar del mundo, fue destruida por las explosiones y el lecho rocoso expuesto. ¿Es posible matar a una madre nutricia de esa forma? ¡Estas tierras de las regiones de Jersón, Zaporizhia, Járkiv realmente alimentaron a la mitad del mundo! Ante nuestros ojos, Rusia vuelve a provocar el hambre. El precio del trigo y del aceite ha subido en todas partes, y su escasez se ha hecho sentir en África, China, y otros países de Asia.

No habrá nueva cosecha, porque los tractoristas, hombres santos que siembran el pan, ahora están siendo volados constantemente en campos minados. Todavía no se han eliminado todas las minas y proyectiles de la Segunda Guerra Mundial, y ahora sobre nuestra tierra cae una nueva capa de cientos de miles de minas antipersonal y antitanque, bombas aéreas y proyectiles de mortero. Cada uno de estos proyectiles forma un cráter de varios metros de diámetro donde antes había gente, casas, bosques y campos.

Todo tipo de armas mortales: proyectiles termobáricos, de fósforo, balísticos: a pesar de todas las convenciones y acuerdos, el enemigo nos está probando con hierro candente. Y las armas que nos entregan los aliados, y prometen otro millón de proyectiles, las recibimos con la condición de no apuntar al territorio enemigo.

Foto: Inna Usenko.

Nuestra Eurovisión se lleva a cabo en Reino Unido, millones de nuestros ciudadanos están dispersos por todo el mundo. Y todavía se pronostican años de guerra para Ucrania. ¿Está otra nación destinada a existir sin su patria? Incluso si viviéramos en un desierto árido, todavía tenemos derecho a estar a salvo. Pero hay una salida. La batalla número infinito se detendría de inmediato si todos estos proyectiles volaran en dirección a Moscú.

Inna Usenko.

* Inna Usenko, escritora ucraniana desde Kharkiv, se refugió en España al inicio de la guerra.

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