Atrocidades

Crímenes humanitarios: de las guerras justas a las guerras de la Justicia

George W. Bush decidió denominar “Justicia infinita” a la campaña militar destinada a buscar presuntas armas de destrucción masiva en Irak. Cada vez que una contienda bélica se libra en nombre de la Justicia, deja de ser justa para convertirse en una fábrica de crímenes de guerra.

Carlos Alvarez Teijeiro
Carlos Alvarez Teijeiro viernes, 24 de febrero de 2023 · 11:00 hs
Crímenes humanitarios: de las guerras justas a las guerras de la Justicia
En Hiroshima, la bomba explotó a 600 metros de altura El 6 de agosto de 1945, a las 8.15 h, se produjo el primer ataque nuclear de la historia Foto: CNN

Ayer mismo, Ucrania anunció las primeras 26 condenas por crímenes de guerra y que se esperan casi 300 juicios más. Hace unos meses, se divulgaron las imágenes de unos soldados ucranianos disparando a sangre fría a prisioneros rusos desarmados. Y si bien ambos contendientes niegan haber participado en ese tipo de crímenes, y aunque la Corte Penal internacional de La Haya todavía no ha emitido ninguna sentencia al respecto, los medios de comunicación de todo el mundo han dado cuenta de que estas situaciones existen, aunque mucho más graves por parte de Moscú.

Fosas comunes en la ciudad ucraniana recuperada de Izium, más de 7 mil muertos civiles, incluidos niños, ataques perfectamente direccionados contra infraestructuras energéticas, buscando sojuzgar a Ucrania con el invierno, y millones de refugiados son parte del saldo atroz de quien pretende reditar el Imperio de los zares abrazando una causa que hace tiempo dejó de ser la de una guerra justa, para convertirse en una guerra en nombre de la Justicia.

Sin embargo, fueron la Alemania nazi y los aliados los que en la Segunda Guerra mundial inauguraron la ausencia de límites.

Alemania, con los ‘Blitz’, sus bombardeos sostenidos en el Reino Unido entre 1940 y 1941, 71 solo contra Londres, pero también contra otras ciudades como Liverpool o Birmingham, con un resultado de 43.000 muertos, la mayor parte de ellos civiles, 140.000 heridos y 1.400.000 edificios destruidos o dañados.

Foto: La Vanguardia. Londres bajo las bombas nazis.

Otro tanto ocurrió con el bombardeo de estadounidenses y británicos contra la ciudad alemana de Dresde, un ícono cultural de la época que le mereció ser llamada la “Florencia del Elba”.

En cuatro ataques aéreos, llevados a cabo entre 13 y el 15 de febrero de 1941, más de 1.000 bombarderos pesados arrojaron 4.000 toneladas de bombas altamente explosivas y dispositivos incendiarios. El casco antiguo de la ciudad quedó arrasado por una tormenta de fuego y murieron 40.000 personas y 1.000 soldados.

La destrucción total de la "Florencia del Elba".

Dresde no era un objetivo de interés estratégico, ni industrial, ni militar, a pesar de que así lo argumentaron los aliados. De hecho, y según la historiografía reciente, ese bombardeo masivo no tuvo ninguna consecuencia en el frente oriental de la II Guerra Mundial, y ha sido calificado como un crimen de guerra por el Genocide Watch, entre otras organizaciones humanitarias. Su único objetivo fue la destrucción.

Foto: Política Exterior. Hiroshima, el día después.

Tras la primera bomba atómica, la de Hiroshima, el 6 de agosto de 1945, Estados Unidos exigió la rendición incondicional del Imperio japonés, exigencia aceptada por Japón salvo en lo referido a la cláusula de la abdicación del emperador Hirohito.

Y vino Nagasaki tres días después. La misma exigencia por parte del Gobierno de Harry S. Truman. Y la misma respuesta nipona: sí a todo, menos a la abdicación del emperador.

Y Washington esta vez lo aceptó. De hecho, Hirohito siguió siendo emperador hasta su muerte en 1989, aunque del Estado de Japón y ya no del Imperio.

El emperador Hirohito a punto de firmar el acta de rendición.

En Hiroshima murieron 20 mil soldados y 140 mil civiles. En Nagasaki, 80 mil civiles y 150 soldados, 240 mil muertes que podrían haberse evitado.

Para muchos historiadores y filósofos morales, Dresde, Hiroshima y Nagasaki fueron crímenes de guerra que nunca resultaron juzgados, ni lo serán, injusta (y explicablemente) olvidados por la historiografía de los vencedores. Ojalá que con los crímenes de esta guerra no ocurra lo mismo.

Todas las guerras son atroces, y todos los contendientes quieren ganarlas, a cualquier precio. Pero hay precios que siempre vuelven despreciables a quienes los pagan.

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