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La miniserie sobre Drácula que lo trae al mundo actual que a veces funciona y otras confunde

Una superproducción de Netflix y BBC One explora una nueva faceta de la leyenda del conde Drácula, con misterio y algo de trabajo detectivesco. Su creador está detrás del éxito mundial Sherlock, pero ahora se deja llevar por algunos de sus vicios y pocas de sus virtudes.

Francisco Pérez Osán
Francisco Pérez Osán miércoles, 22 de enero de 2020 · 10:59 hs
La miniserie sobre Drácula que lo trae al mundo actual que a veces funciona y otras confunde

Netflix estrenó este comienzo de año a nivel mundial la miniserie sobre Drácula creada por el productor y guionista inglés Steven Moffat -el cerebro detrás de Sherlock- para la BBC One. En tres capítulos se explora parte de la historia clásica del vampiro más famoso, pero también se lo transporta en el tiempo hasta la actualidad, dándole un giro inesperado a un clásico literario.

Moffat le imprimió su marca desde el primer minuto a la miniserie. La historia original es narrada en una novela epistolar en la que diferentes personajes dan su punto de vista sobre lo que está pasando en la trama, mientras que la serie desde un primer momento es un drama detectivesco contado con las típicas florituras del inglés. En la trama se mezclan flashbacks, partes relatadas en primera persona, algunas imágenes subjetivas y muchos sueños.

Si bien comienza con una especie de revival de la historia original en el primer capítulo, los siguientes se toman sus licencias, y le van sumando mística a la figura del Conde, interpretado por Claes Bang. El estudio que se realiza sobre el vampiro es lo más interesante de la miniserie, aunque no tenga un final particularmente satisfactorio. Su enfrentamiento con Van Helsing -que en esta producción es mujer y monja- se lleva los mejores momentos.

Quizás la peor característica que tenga esta producción es que es demasiado confusa en su resolución. Moffat nunca se caracterizó por hacer series fáciles de seguir, y su estilo narrativo puede parecer caótico muchas veces -Sherlock es una prueba viviente de esto- pero en Drácula a veces se lleva esto al extremo. Los saltos temporales pueden ser un buen recurso, pero la realidad es que casi no hay excusas para traer al conde a la actualidad, más allá de alguna línea de diálogo realmente sorprendente. Este es el caso de su visita a una casa "normal", cuando considera: "Siempre supe que el futuro traería maravillas, pero nunca me imaginé que las volvería ordinarias", reflexiona mientras recorre un living común y corriente.

Si bien en ningún momento es decepcionante, la producción pocas veces parece excepcional, algo que resulta casi imperdonable cuando detrás está uno de los creadores más innovadores y provocativos de la última década. El final tampoco es el cierre que la serie requería, y a pesar de que se siente como definitivo, ya hay charlas de una segunda temporada.

Quienes quieran aventurarse en el retorcido mundo de Drácula, pueden ver los tres capítulos de 90 minutos en Netflix.

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