Presenta:

Virgen del Carmen de Cuyo: de Europa a Mendoza, generala eterna del Ejército de los Andes

Cada 8 de septiembre Mendoza honra a su patrona, la Virgen del Carmen de Cuyo, símbolo de fe y libertad que San Martín convirtió en generala de su Ejército.

Cada 8 de septiembre se celebra a la Virgen del Carmen de Cuyo.

Cada 8 de septiembre se celebra a la Virgen del Carmen de Cuyo.

La festividad del 8 de septiembre en Mendoza no es una fecha más en el calendario religioso. Ese día se celebra a la Virgen del Carmen de Cuyo, una advocación mariana que trascendió los límites de la fe para convertirse en símbolo de la identidad cuyana y, al mismo tiempo, en pieza clave de la historia nacional. Su figura, que acompaña a generaciones de fieles desde hace siglos, permanece inseparable de la gesta libertadora liderada por el general José de San Martín.

La Virgen del Carmen de Cuyo.
La Virgen del Carmen de Cuyo.
La Virgen del Carmen de Cuyo.

El homenaje a la Virgen del Carmen de Cuyo

La devoción por la Virgen del Carmen tiene sus raíces en Europa, donde se consolidó durante la Edad Media. Su llegada a América se produjo hacia mediados del siglo XVI y, en Mendoza, ya en el siglo XVIII se encuentra testimonio de su culto. La historia señala a don Pedro de Núñez, un caballero de fortuna y profunda religiosidad, como responsable de donar la imagen y todo lo necesario para su veneración. Inicialmente fue entronizada en el templo de los Padres Jesuitas, pero tras la expulsión de la orden en 1776, la imagen fue trasladada a la iglesia de San Francisco. Desde allí presidiría uno de los episodios más memorables de la historia argentina.

Con el inicio de la campaña libertadora, San Martín no solo organizó a los pacíficos habitantes de Cuyo en un ejército capaz de enfrentar desafíos colosales, sino que también comprendió la necesidad espiritual de aquellos hombres. La devoción a la Virgen del Carmen estaba profundamente arraigada en la región, al punto de que la mayoría de los soldados portaba su escapulario. Por eso, en 1814, el Libertador la adoptó como Patrona de su ejército y, con solemne convicción, decidió junto a su Estado Mayor nombrarla Generala.

El acto central tuvo lugar el 5 de enero de 1817, cuando en una brillante ceremonia, San Martín entregó a la Virgen su bastón de mando. Ese gesto, cargado de simbolismo, marcó el inicio de una relación indeleble entre la fe y la lucha por la libertad. Durante la celebración, se bendijo también la Bandera de los Andes, acompañada por los vítores del pueblo mendocino, los acordes de la banda militar y una salva de veintiún cañonazos. La solemnidad del momento quedó grabada en la memoria colectiva como uno de los capítulos más singulares de la epopeya sanmartiniana.

Años después, consumados los triunfos militares que garantizaron la independencia, San Martín volvió a depositar en la Virgen su bastón de mando, esta vez en un acto silencioso y austero. Sus palabras, transmitidas a la posteridad, dan cuenta de la gratitud que profesaba: “la protección que ha prestado al Ejército de los Andes su Patrona y Generala la Virgen del Carmen son demasiado visibles”.

Símbolo de identidad compartida

En la actualidad, tanto el bastón como la carta escrita por el Libertador se conservan en el Camarín de la Virgen, dentro del templo de San Francisco, como testimonio material de aquel vínculo entre la fe y la libertad. La imagen de la Virgen permanece acompañada por la bandera argentina y por las enseñas de Chile y Perú, en reconocimiento a su condición de Patrona de las tres naciones hermanas.

Cada año, la conmemoración del 8 de septiembre convoca a fieles, devotos e instituciones a renovar el homenaje a la Virgen del Carmen de Cuyo. Su figura continúa uniendo el sentimiento religioso con el legado histórico, recordando que la libertad no solo se construyó con armas y estrategias, sino también con símbolos capaces de inspirar coraje y esperanza.

La Virgen del Carmen no es solo la Patrona de Cuyo ni la Generala del Ejército de los Andes; es también un símbolo de identidad compartida, de memoria histórica y de fe colectiva que atraviesa fronteras y generaciones.