Escapada perfecta: un pueblo de playas tranquilas y buen asado a un paso de CABA
Muy cerca de Buenos Aires, un pueblo sin multitudes invita a bajar el ritmo con playas, buena comida y paisajes de río.
Lima es uno de esos lugares que no necesitan promoción. Porque cuando alguien lo visita, vuelve. Y si vuelve, lo recomienda.
Lima, ZarateNo hace falta manejar horas para salir del ruido. A solo 100 kilómetros de la ciudad, hay un pueblo donde todo pasa más lento. Se llama Lima, está en el partido de Zárate y es uno de esos lugares que parecen olvidados por el turismo masivo. Pero cuando llegás, entendés que eso es parte de su encanto.
Acá no hay filas, ni bocinazos, ni apuro. Hay río, arena, sombra de árboles y olor a asado. Hay charlas largas, pasto bajo los pies y un silencio que no incomoda, sino que cura.
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Caminar por sus calles de tierra es como viajar en el tiempo. El pueblo conserva esa calidez de lo simple. Y aunque está cerca de ciudades grandes como Zárate o Campana, mantiene su esencia: la de un lugar donde la gente se saluda al pasar y el tiempo parece estirarse un poco más.
Río, arena y tardes sin reloj
El gran protagonista en Lima es el Paraná. A lo largo de la costa, hay pequeñas playas de arena donde sentarse a tomar unos mates, leer tranquilo o simplemente mirar el agua. No hay paradores ni música fuerte. Solo el sonido del río y el viento entre los árboles. Para los que disfrutan del movimiento, también hay opciones: desde salir en kayak, pescar o hacer paseos en lancha, hasta andar a caballo o caminar por senderos de campo. Es uno de esos lugares que invitan a hacer poco, pero sentir mucho.
Lo más lindo llega al atardecer. El sol se esconde lento detrás del río y todo se tiñe de naranja. Es el momento perfecto para quedarse en silencio o brindar con alguien querido.
Historia, ferrocarril y celebraciones de pueblo
Lima no es solo paisaje. Su historia también tiene peso. El pueblo nació en 1888 y creció con el impulso del tren. Más adelante, se sumó otro hito: la instalación de las centrales nucleares Atucha, que siguen funcionando y se pueden visitar con guías. Esa mezcla de campo, industria y memoria está presente en sus calles.
Cada 28 de septiembre, los vecinos celebran el aniversario del pueblo. Hay música, feria, actividades para chicos y un ambiente de fiesta que solo se vive en las comunidades chicas. La plaza Mitre, en el corazón del pueblo, se llena de vida. Allí también está la Parroquia San Isidro Labrador, una iglesia sencilla y hermosa, que completa la postal.
Parrillas con nombre propio y comida de verdad
En Lima, sentarse a comer es parte de la experiencia. No vas a encontrar restaurantes lujosos ni cartas complicadas. Pero sí parrillas familiares donde el asado se cocina con paciencia y las empanadas salen humeantes. Los mozos se saben tu nombre, el pan es casero y el vino viene de bodegas cercanas.
Cada comida se siente como en casa. Ya sea en una mesa larga con amigos o en una de esas vereditas que dan al campo. Y después del postre —una torta hecha por la abuela del lugar o un helado artesanal—, la sobremesa se alarga casi sin querer.
Cómo llegar y qué tener en cuenta
Para ir en auto desde CABA, hay que tomar la Panamericana y luego seguir por el ramal Escobar de la Ruta Nacional 9. En el kilómetro 100 está el desvío hacia Lima. Todo asfaltado, sin complicaciones. También se puede ir en tren, usando el ramal Mitre hasta Zárate o Rosario, y combinar con un colectivo local hasta el centro del pueblo.
La mejor época para visitar Lima es entre septiembre y marzo, cuando los días son largos y el clima acompaña. No hace falta reservar ni planificar demasiado. Solo tener ganas de descansar, comer rico y respirar otro aire.
Lima es uno de esos lugares que no necesitan promoción. Porque cuando alguien lo visita, vuelve. Y si vuelve, lo recomienda. Así, boca en boca, este pequeño rincón bonaerense sigue regalando lo más valioso: un rato de paz en un mundo que no para.